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Muere la condesa de Romanones

Aline Griffith, condesa viuda de Romanones, en una imagen de archivo en su finca medieval en las cercanías de Trujillo (Cáceres)
Aline Griffith, condesa viuda de Romanones, en una imagen de archivo en su finca medieval en las cercanías de Trujillo (Cáceres)larazon

La condesa de Romanones, una mujer distinguida y correcta de la que costaba creer que hubiera sido una Mata Hari moderna, falleció el lunes a los 97 años. Su cuerpo fue velado ayer en la capilla ardiente instalada en el Hospital San Francisco de Asís.

Sabía que se encontraba enferma, pero no esperaba su muerte tan cercana. El pasado lunes, a las diez de la noche, fallecía a los 97 años una de las mujeres más elegantes y glamurosas de la «jet set» internacional de las últimas décadas. Aline Griffith, condesa de Romanones, padecía desde hacía más de 30 años un grave problema pulmonar que le causó un enfisema, una enfermedad que ataca al sistema respiratorio y que era consecuencia de su adicción al tabaco. De hecho, siempre la recordaré con un cigarro en la mano. Fue incapaz de dejar ese vicio, hasta que su salud se resintió tanto que no le quedó más remedio que hacerlo.

En las distancias cortas se olvidaba de los protocolos y te contaba sus «batallitas» de los años en los que trabajó como espía de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), agencia precursora de la CIA, donde recibió el nombre en clave de «Butch» y fue registrada con el número 527. Eran los años de la Segunda Guerra Mundial y del franquismo en España. «¿Sabe que llevaba en el bolso una pistola pequeña con las cachas de nacar? Por si acaso...», afirmaba. Y a uno le costaba creer que esa señora tan distinguida y tan correcta hubiera sido una moderna Mata Hari.

Los que tuvimos ocasión de tratarla descubrimos en ella una escuela de sapiencia. Entendía de política, gastronomía, intrigas políticas y cuestiones palaciegas y a su lado compartíamos clases magistrales sobre la labor y los peligros de los agentes secretos. Estaba orgullosa de su pasado en el mundo del espionaje, alardeaba de haber «intervenido en misiones peligrosas de alto riesgo. Me he jugado la vida muchas veces y en alguna ocasión estuve a punto de morir». Pero lo contaba con cierto sarcasmo, sin presumir, como quien desvela una anécdota. La última vez que nos vimos en su chalé de la lujosa urbanización madrileña de El Viso, hace casi dos años (después, sus problemas de salud la mantuvieron alejada de todo y de casi todos), me confesó que «en los últimos años he formado parte de un grupo de espías que desarrolla un trabajo muy importante. Ahora mismo tenemos muchos problemas con el yihadismo, y el presidente de mi país, Barack Obama, no me gusta nada de nada, porque no está tomando medidas contundentes contra esos exaltados musulmanes, gente violenta que mata porque sí. No puede ser tan blando», se quejaba. Le contesté que parecía tan «rebelde y contestataria» como en sus años más activos. Me miró y esbozó una sonrisa: «La rebeldía no se pierde nunca. A mi edad sigo siendo tan trabajadora como siempre. Intento cuidar mi salud, porque, ¿sabe usted que tengo problemas pulmonares? Ahora no fumo, no bebo, intento andar 45 minutos todos los días y también me gusta mucho nadar».

Aún salía a algunos actos sociales, como cuando presentó junto a sus hijos los quesos elaborados en su finca extremeña, los Pascualete. Allí viví hace unos años una jornada campestre, en la que nos preparó una comida y nos enseñó las cuadras donde guardaba sus caballos. Estaba orgullosa de esa finca, en ella era feliz y allí se aislaba de lo que ella denominaba «los males de esta sociedad».

Modelo, aristócrata, espía, periodista, escritora, embajadora de la elegancia extrema, Aline Griffith ha cumplido la promesa que hizo en la última entrevista que concedió: «Me llevaré todos mis secretos a la tumba, hay cosas que no puedo contar». Entre ellas, seguramente, la misión que le trajo a España en 1943 para descubrir a un espía enviado por Heinrich Himmler, o aquella otra en la que, ayudada por Eduardo de Inglaterra y su esposa, Wallis Simpson, descubrieron en París a un alto funcionario de la OTAN que entregaba documentos secretos a los rusos.

En su periplo como agente secreta norteamericano se la conoció por varios seudónimos, entre ellos «Tigre» y «Butch». Se movía como nadie por las altas esferas sociales y ninguna persona descubrió jamás que tenía delante a una espía. Fue ella misma la que desveló su otra identidad en sus libros «Un asesino con clase», «La espía vestida de rojo», «Sangre azul» o «La espía vestida de seda». Desvelar esa segunda vida supuso una conmoción en los ambientes de la aristocracia española. Así, nos enteramos de que «trabajé a las órdenes de la OSS y de la CIA, y me retiré de esa peligrosa profesión en 1986. He aprendido a usar armas de fuego, cuchillos, a tirarme en paracaídas...».

Entierro en Guadalajara

Ayer se veló su cuerpo en la capilla ardiente instalada en el Hospital San Francisco de Asís, cercano a su domicilio madrileño. Fuentes cercanas a la familia nos desvelan que una de sus últimas voluntades era ser enterrada en el panteón familiar de Guadalajara, junto a su marido, Luis de Figueroa y Pérez de Guzmán, Grande de España, conde de Quintanilla y III Conde de Romanones (fallecido en 1987), con el que se casó en 1947, vestida de Balenciaga, cuando era una modelo de reconocido prestigio internacional. Junto a él tuvo tres hijos, Álvaro, Luis y Miguel.

Coqueta por naturaleza, nunca hablaba de su edad: «Qué más da los años que tengo, lo que importa es la edad que aparentas, no la que figura en tu carnet de identidad». Pero ella no aparentaba en absoluto la suya.

Nacida en Nueva York, el 22 de mayo de 1920, en el seno de una familia adinerada, se educó en el prestigioso colegio Mount Sinai Vincent. Posteriormente, en la Universidad, estudió la carrera de Periodismo. Asimismo, cursó estudios de francés y trabajó como modelo de alta costura desfilando en pasarelas de Estados Unidos y Europa. A los veinte años, por patriotismo, ingresó en la Office of Strategic Services, predecesora de la CIA. No hace ni seis meses se publicaba la que parece ser su última entrevista. En ella aseguraba que estaba escribiendo un par de novelas que finalmente no ha podido acabar.