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Nolito, la fortaleza de sufrir en silencio

El delantero del Manchester City y de la Selección creció con su madre en la cárcel, quien ahora arremete contra él porque no le da más dinero

Nolito, junto a su esposa, Laura, y sus tres hijas, Lola, Alegría y Lara
Nolito, junto a su esposa, Laura, y sus tres hijas, Lola, Alegría y Laralarazon

El delantero del Manchester City y de la Selección creció con su madre en la cárcel, quien ahora arremete contra él porque no le da más dinero

Acaba de cumplir 30 años, dicen que tiene un contrato de cuatro millones de euros limpios anuales con el Manchester City, es feliz con su esposa Laura y sus tres hijas, pero tras la faceta más pública del triunfador Nolito se esconde una vida marcada por la pobreza de unos orígenes desestructurados. Manuel Agudo Durán, Nolito, sigue siendo para algunos habitantes y amigos de su lugar de nacimiento, Sanlúcar de Barrameda, aquel niño que jugaba al fútbol con los pies descalzos en el campo de tierra cercano a la casa de sus abuelos, el que se enfrentaba con un balón roto a su tío en el salón familiar, el que disfrutaba oyendo música flamenca en el modesto piso de sus abuelos en la barriada gaditana sanluqueña, una zona marcada por el tráfico de drogas y la delincuencia juvenil, que arrastró a su madre desde que él tenía meses.

Era un chaval travieso al que le gustaba gastar bromas, coleccionar cromos de futbolistas y hacer pillerías con su pandilla, como tirar petardos para montar la «escandalera padre». Sus amistades de entonces, como Jesús, le recuerdan como «un chaval sencillo y que soñaba con jugar algún día en el Barça. Su gran ídolo era Romario y le intentaba imitar hasta en los regates. Nunca se metió en líos, como sí sucedió con muchos chicos que cayeron en el mundo de la droga. Y mira que tenía oportunidad de fumarse un canuto o meterse una raya de coca; pero su vida era otra». Las carencias económicas le impedían tener balón propio, pero siempre había alguien que llevaba una pelota a esos partidillos de tierra en los que llegaban a juntarse hasta 30 niños, divididos en equipos de cinco. Al que primero le metían dos goles quedaba eliminado.

Apenas tenía 21 meses cuando su madre le dejó en casa de los abuelos, Manuel y Dolores –él, patrón de barco; ella, ama de casa–, padres de 11 hijos y abuelos de 24 nietos. La progenitora del futbolista, Rocío Agudo, era demasiado joven para concienciarse de todo lo que conlleva criar a un hijo. A sus 17 años, cuenta Javier, alguien del barrio que conoce muy bien la vida de esta familia, «esa mujer tenía muchas broncas con su madre. Ella ha confesado que la echaron de casa antes de cumplir los 18 y que se metió en un mundo nada recomendable, que cayó en el infierno de las drogas, del robo y la prostitución, y acabó en la cárcel». En prisión, en un vis a vis con su pareja de entonces, dio a luz a sus hijos pequeños, dos mellizos, que permanecieron con su ella en el centro penitenciario hasta que salió en libertad. Hoy, Rocío, presumiblemente limpia de sus adicciones, recrimina a Nolito que no le preste su ayuda, porque vive como okupa en un bajo lleno de suciedad, donde «pasean» las ratas y las cucarachas, en el mismo Sanlúcar. Y se mantiene pidiendo limosna en las calles porque sus únicos ingresos son una pensión de 426 euros.

La relación entre madre e hijo nunca ha sido buena. En el círculo íntimo de la primera aún recuerdan aquellas declaraciones del deportista a un medio de comunicación gallego en las que afirmaba que su madre estaba muerta. Desde el bando contrario, se asegura que Nolito sí que ayudó a su progenitora, pero se cansó de mandarle dinero «porque parecía un pozo sin fondo». Su abuela Dolores arremete contra su propia hija, acusándola de mentirosa en todo lo que dice sobre su nieto, al que define como un hombre luchador, sencillo y muy familiar.

Capaz de sacrificarse

En la Unión Deportiva Algaida comenzó a destacar porque, como le aleccionó su abuelo Manuel, si era capaz de sacrificarse podía llegar lejos. Le ponían en las alineaciones de categorías superiores, lo que generó que el club recibiera una multa. Evidentemente, estaba escrito que su futuro era triunfar en Primera División. Pero no solamente el fútbol llena su vida, tiene otras aficiones, como el béisbol, acudir siempre que tiene tiempo a su tierra para visitar a su familia, a sus amigos y al dueño de un bar cercano a su casa, en el que siempre pide su buena fuente de pescaíto frito. Casa Pedro es más que un bar, un museo de imágenes dedicado al futbolista del City y delantero de la Selección.

Pocos saben que Nolito se siente un guitarrista frustrado, que canta muy bien flamenco y que admira profundamente a Camarón de la Isla. Que los únicos enfrentamientos con su esposa se producen cuando el Barça, el equipo de sus amores, se enfrenta al de su mujer, el Betis; que su hija Lola es su ojito derecho, y que se ríe muchísimo con los chistes de Arturo Valls. Pero cuando más disfruta es cantando flamenco en casa o al lado de su amigo Sergio Ramos.