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Fórmula 1

Schumacher, una leyenda semiinconsciente

Casi dos años después del trágico accidente, no habla ni camina, pesa 45 kilos y llora cuando reconoce las voces de su mujer e hijos.

Corinna, con su marido, en una imagen de archivo
Corinna, con su marido, en una imagen de archivolarazon

Casi dos años después del trágico accidente, no habla ni camina, pesa 45 kilos y llora cuando reconoce las voces de su mujer e hijos.

Se había convertido en una leyenda de la Fórmula 1 y fue elegido en 2011 el mayor deportista alemán de todos los tiempos antes de que un accidente de esquí le truncara casi la vida. Michael Schumacher, siete veces campeón del mundo como piloto de carreras, sigue inmerso en un largo proceso de reeducación, mientras sus dos hijos, Mick y Gina Maria, demuestran que han heredado el talento deportista. Uno, tras los pasos de su padre; ella, tras los de su madre en el mundo de la equitación.

Pocos son los mensajes esperanzadores que llegan desde el chalet suizo en Gland, a la orilla del lago Léman, donde el piloto germano lucha por reponerse. Su familia guarda un silencio férreo, sólo roto para desmentir las publicaciones ocasionales que aparecen en la Prensa sobre el estado de salud del campeón. Recientemente, el manager de la escudería Ferrari y de Mercedes, Ross Brawn, uno de los pocos allegados que sigue visitando el domicilio familiar, reveló que «aún había esperanza» en su recuperación.

En diciembre de 2013, la existencia de Michael Schumacher y su familia dio un dramático giro. Fueron las pisas de esquí de Méribel, en los Alpes saboyanos, las que fueron testigo del aparatoso accidente del piloto, quien chocó contra una roca que partió en dos su casco de protección. Sufrió entonces un traumatismo craneal, por el que fue intervenido inmediatamente y le tuvo seis meses en coma. Hoy, a punto de cumplirse dos años del día fatal, Schumacher todavía no puede hablar ni caminar, su consciencia es limitada y ha perdido el 35 por ciento de su peso inicial, situándose ahora en unos peligrosos 45 kilos. «No se vislumbra un milagro a corto plazo», es la conclusión de una persona cercana a la familia.

Varios medios suizos e italianos, apoyados por declaraciones de expertos, revelaron que «su cerebro aún funciona», pues el piloto llora en ocasiones al reconocer la voz de su esposa e hijos. Todo parece indicar que su estado continúa crítico, aunque las escasas informaciones que se filtran resultan mucho más esperanzadoras que las reveladas por uno de sus médicos, Gary Hartstein, unos meses después del accidente, que defendía el «estado vegetativo prolongado» del piloto alemán como la hipótesis más probable. Según el doctor Payen, que lo trató en Grenoble tras el accidente, habrá que esperar «al menos tres años» para ver alguna mejoría.