Paco Rabanne

Tamara Falcó: «Mami no se casa»

En la inauguración de la retrospectiva dedicada a Paco Rabanne, la hija de Isabel Preysler confesó que no pasa mucho tiempo con ella y Vargas Llosa porque «siempre están de un lado para otro».

Tamara Falcó: «Mami no se casa»
Tamara Falcó: «Mami no se casa»larazon

En la inauguración de la retrospectiva dedicada a Paco Rabanne, la hija de Isabel Preysler confesó que no pasa mucho tiempo con ella y Vargas Llosa porque «siempre están de un lado para otro».

Tamara Falcó habló de la relación de Preysler y Vargas Llosa cuando asistió al botón de muestras más que gran antológica, montado por las chicas de «Telva» como primera exposición española sobre Paco Rabanne. Un rompedor de la entonces Alta Costura en la que reinaban Balenciaga y Chanel. Lo resucitan en una expo decepcionante porque no exhiben ni una foto de 1967, cuando diseñó un minitraje negro que hizo época para la rompedora «Barbarella», de Roger Vadim. Casi todas las veintitantas piezas corresponden a «replicadores», como Julien Dossena, ganador del «Telva» que archiva por la crisis sus fastuosas cenas. Cómo olvidar la de Galliano, sentado al lado de una formalísima Infanta Cristina anterior al Urdangarín que la curó de espantos. O cómo Versace abrió estos fastos, antes cobijados por la magnificencia del Hotel Palace, presentándose con su amante Antonio D’Amico, tan maltratado a la muerte de Gianni. Fue un singular atrevimiento, casi «snob» contrapunto muy adelantado en el tiempo a lo tradicional de la revista que hoy modernizó Olga Ruíz.

Presidió la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, una de mis políticas de siempre, igual que Cristina Cifuentes, tan aporreada por enemigos que no admiten la derrota. Acostumbrada a los toros que ve cada tarde de San Isidro, esquivó las furiosas arremetidas que pretendían hacer pupa. Lidió como en esta feria ya en sus últimas horas (hoy cierra Miura). Hay que torearlos como en sus tardes no lo hicieron Manzanares, Cayetano, Perera o el repetido Roca Rey, favorito el año pasado y decepcionando esta vez como Talavante y el abucheado Paquirri. Los arrolló el francés Sebastián Castella con la mejor y mas ovacionada faena. Marca, orienta y señala nacer en la taurina y romana Arles, que hasta tiene peña dedicada a Ordóñez. Otra prueba de sabiduría torera.

La vicepresidenta, siempre discreta en una túnica negra de cuello caja, contrastó con la elegancia de Jordi Gutiérrez, que viajaba con los Reyes y me dijo que Felipe VI presidirá la corrida de la Prensa, donde cabrían los folclóricos volantes rojos y rosas de Cósima Ramírez y el llamativo jersey amarillo de Fiona Ferrer, que me contó su reciente viaje tailandés con Naty Abascal impartiendo lecciones magistrales gracias a Laura Ponte, protagonista de su trabajo. Igual que Rabanne, Laura resiste al tiempo con melosidad galaica, terra nosa. Es una apuesta segura: tiene físico, chic y sabiduría. Carmen Lomana floreó el negro, igual que Carmen Valiño, achinada, creó nostalgia de su época dorada en Loewe. Los mejores años de la firma, como de Rabanne, los viven los perfumeros Puig, aquí tan solo representados por el barbudo Marc, presidente de la firma. Lorenzo Caprile asistió, devoto; fue el único modista presente. Llamativo.

Como la blancura tan rabanniana de Soledad Lorenzo, que contó que Paco era hijo de una oficiala de Balenciaga. María León creció y se estilizó sobre 15 cm. de tacón. Le encantaría al Rabanne tan amante del cocido madrileño. «Pero, ¿dónde están los Goya?», preguntaba la vicepresidenta, sabiendo que la Real Academia de Bellas Artes conserva un enorme tesoro de quien también fue protestón en su tiempo. «Están junto a Arcimboldo en las salas de abajo con los Velázquez», le dijeron. Prometió volver y se conformó con la retrospectiva, donde lo más llamativo son dos abrigos de piel, uno de este año y no tan surrealista como sus gafas de astracán negro. Despiertan curiosidad dos trajes de flores estampadas –ignoro de qué época– y la malla blanca de tirantes y seis tiras de placas en plástico usada por Françoise Hardy, tan seguidora del español como Elsa Peretti, su primera maniquí, que hoy diseña joyas para Tiffany & Co. Las elabora en el ampurdanés San Martí Vell, mientras Paco se refugió en una casita de la Bretaña porque el chateau le venía grande a sus 84 años. Peretti pudo recordarnos que cualquier tiempo pasado fue mejor. Lo magnifica este agradecido, pero pobretón botón de muestra, y pensar que Jane Fonda saltó a la famma vestida por Rabanne como Barbarella. Tuvo gran ojo su marido Vadim con su adelanto de la ciencia ficción muy aplicable a Tamarita Falcó, que, fiel a sus principios, despiste o descuido, llegó una hora después de lo fijado. Prodiga la impuntualidad de lo chic, herencia materna. Pero habló tras recuperar el resuello en un traje nada afortunado: granate casi marrón de falda voluminosa y manga francesa, pese al calor. No realzaba los kilos perdidos, pero era buen marco a su luminoso cutis y cálido talante familiar. Entra a cualquier trapo endosándoles el «es súper», latiguillo algo pijo.

–¿Crees que mami se casará con Vargas Llosa?

–Pienso que no. La verdad es que los veo poco porque siempre están de un lado para otro. Mario me subyuga, es un encanto, un súper señor, muy simpático. Cautiva. Entiendo a mi madre. Pero no, no creo que haya boda.

–¿Y tu hermano Enrique, que siempre dice estar con un pie en la vicaría?

–A última hora siempre se escaquea. La verdad, como de mami para abajo todos tienen pareja, ando un tanto descolgada. No busco ni encuentro. En verano iré a Ibiza y al sur, también donde mi súper hermana Chábeli porque estoy loca con sus niños. Con la novia de papá hablo mucho por teléfono porque Esther es súper adorable y le devolvió la alegría. Llena la casa de felicidad.

–¿Tampoco ves un inminente «sí, quiero» entre Ana y Verdasco?, ¿proyectan irse de Qatar?

–Tendré que preguntárselo, dependerá de los contratos. Pero Ana mantiene en Madrid su piso en Paseo de la Habana. Así que no sé qué decidirán.

Tamara parece un personaje de película americana de los que prodigaba Cukor: unos tics seductores y, sobre todo, educadísimo encanto con una predisposición a responder sin decir nada como ninguno otro en su variopinta «family».