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Uma Thurman:: la venganza de la Mamba Negra

La actriz asegura que el director de cine la obligó a hacer una escena en la que puso en riesgo su integridad física

Uma Thurman
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La actriz asegura que el director de cine la obligó a hacer una escena en la que puso en riesgo su integridad física.

En los tiempos duros del mccarthismo, en el Hollywood de la caza de brujas, a quienes se negaban a comparecer ante el tribunal se los incluía de oficio en la lista negra. El razonamiento era simple: si usted no colabora, usted es un comunista; y si colabora, ya veremos. Es la misma lógica que ha obligado a todos los actores que han trabajado con Woody Allen a renegar de él: si usted no lo hace, quizás no vuelva a trabajar aquí. Y es que en el Hollywood de la posverdad, la presunción de inocencia es una antigualla y las delaciones son directamente condenas. Es más, si usted no delata (lo que sea), usted puede estar entre los delatados. Que le pregunten a Elia Kazan. Poco importan ya las circunstancias, los matices, los anacronismos... O la Justicia de toga y puñetas, ya que estamos. Hasta el punto de que en el magma confuso del #MeToo es posible acusar de homicidio en grado de tentativa con 15 años de retraso. Es lo que ha hecho Uma Thurman con Quentin Tarantino a cuenta de una escena de «Kill Bill: Vol. 2»: «Intentó matarme». Así de crudo. Todo sucedió en una secuencia de riesgo aparentemente medio: «Tarantino me dijo: ''Te prometo que el coche está bien. Es una carretera recta. Tienes que alcanzar los 65 kilómetros por hora porque si no tu pelo no ondeará como debe y te haré repetirlo''. Pero era una trampa mortal. El asiento no estaba sujeto como debía, no era una carretera recta y estaba llena de arena». El siniestro es innegable, como se puede comprobar por unas imágenes que el propio Tarantino cedió a Thurman como gesto de buena voluntad y que ésta ha posteado corriendo en Instagram para que la justicia popular decida si soltamos a Barrabás. «Soy culpable por ponerla en ese coche, pero no de la manera en que la gente dice que soy culpable. Es de lo que más me arrepiento en mi vida, intentar que ella hiciese esa escena de acción», alegó ayer el realizador. Y en menos de 24 horas, Thurman, satisfecha con la ola de adhesiones a su causa, ha levantado su gravísima acusación: «Tarantino sigue arrepentido por este lamentable evento».

Cuesta creer que en 15 años (en los que, por ejemplo, los hemos visto en pose parejil en Cannes 2014) no hayan tenido tiempo de dirimir un asunto tan grave. O que Thurman no haya dado con un juzgado de guardia en la zona. Claro que la actriz, que lleva varios años fuera del circuito, tiene ahora más tiempo para repensar su carrera. Tal vez baste recordar que Tippi Hedren rodó «Marnie, la ladrona» solo un año después de que Hitchcock «intentase matarla» con pajaros de verdad. Pero lo contó medio siglo después; lo que todo el mundo en Hollywood ya sabía. Y ahora, ¿qué hacemos con Tarantino? ¿Soltamos a Barrabás?