Historia

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Hipsters, beatniks y jipis

Parecen la misma cosa, pero el «Verano del Amor» dio lugar a distintas actitudes y filosofías con matices entre ellas. Ninguna perdura

Una actuación de The Charlatans en el Golden Gate Park en 1967 bajo la consigna de «Verano del amor»
Una actuación de The Charlatans en el Golden Gate Park en 1967 bajo la consigna de «Verano del amor»larazon

Parecen la misma cosa, pero el «Verano del Amor» dio lugar a distintas actitudes y filosofías con matices entre ellas. Ninguna perdura.

En los años 50, los escritores la «Beat Generation», Jack Kerouac, William S. Burroughs y Allen Ginsberg, con una verborragia imparable y su estilo alternativo de vida, cambiaron la concepción intelectual del mundo liberal e impusieron su mentalidad progre sobre la generación de James Dean y Marlon Brando. Mientras los beatniks daban paso al fenómeno de masas jipi, los existencialistas de la «Rive gauche» de París se diluían en el «chic» de Saint Laurent, amenazados por los situacionistas del 68.

Pero, ¿de dónde procedían los jipis? A los «beat» se los definía por el rechazo a los valores estadounidenses convencionales, su enganche a las drogas duras, la libertad sexual, el free jazz, el pacifismo de boquilla y la moda de la mística oriental. Cinco aspectos que adoptaron los jipis a ciegas, añadiéndoles las drogas que ensanchaban la mente, el posmarxismo para ingenuos de la escuela de salchichas de Frankfurt, la comuna agrícola y la fe en los fenómenos paranormales.

En la jerga «spade» (negra), el hipster era un blanco seguidor del bebop, un nihilista adicto a las drogas duras y víctima de la moda de estar en el rollo negro. Los beatniks adoptaron la ideología «hip», imitados por unos seguidores a quienes comenzaron a motejar despectivamente de «hippies», un término que acabaron adoptando como denominación generacional.

Si la ideología beat era de segunda mano, la jipi no pasaba de remedo «hipster». La mística oriental procedía de Hermann Hesse y el viaje iniciativo de W. Somerset Maugham. El pacifismo de Bertrand Russell. La liberalidad sexual de los delirios promiscuos de la politización de la libido (sexpol) de Wilhelm Reich. El LSD lo sintetizó un suizo, Albert Hofmann, quien descubrió por casualidad el LSD-25 investigando el cornezuelo del centeno, dando lugar al delirio del Yo y el «despertar» de una nueva religiosidad mediante los «viajes lisérgicos», los «acid test» que promocionaba Ken Kesey y la Liga para el Descubrimiento Espiritual, el rollo místico oriental de Timothy Leary en su comuna jipi en la súper mansión de Millbrook.

Cuatro principios

La oposición a la tradición y los valores civilizatorios en nombre de la conciencia individual ya lo anunció Roger Shattuck en «La época de los banquetes», con cuatro rasgos dominantes: el culto de la infancia; el deleite por lo absurdo; la inversión de los valores, que celebra los impulsos más bajos, en lugar de los más elevados; y el interés por la alucinación.

Cuatro puntos nodales que aparecen a comienzos del siglo XX, que fundamentan y dan sentido al movimiento contracultural, justo cuando las vanguardias se democratizaban y sus elitistas postulados, teorías y consignas se convirtieron en lugares comunes. Todo ello enlaza con el friquismo actual, que ha ido transformándose hasta configurar el nuevo imaginario posmoderno.

Lo curioso es constatar que ese imaginario procede de la Europa de finales del XIX y fue llevado a EEUU tras el triunfo nazi en 1933 por Karl Otto Paetel, uno de los ideólogos tardíos del movimiento juvenil contracultural alemán Wandervögel, que floreció entre 1896 y los años 30 del siglo XX. Estos precursores de los Boys Scouts pregonaban el rechazo a la sociedad mercantilizada burguesa, una vuelta a la naturaleza, en plan el buen salvaje de Rousseau, y gran desprecio por el turismo sin aventura. El nacional bolchevique Karl Otto Paetel se exilió en Nueva York donde contribuyó al lanzamiento del movimiento de la «beat generation» en los años 50, mientras Marcuse lo hacía en la Universidad de Berkeley y predicaba la sandez de la «tolerancia represiva».

Ciertamente, este movimiento revivalista, que se movía entre el nacionalismo y el comunismo, aportó a los movimientos juveniles beat y jipi referentes ecologistas y neopaganos de tinte naturista. La primera tienda naturista la montó en Los Ángeles un miembro de los «nature boys», Gypsy Boots, en 1967, coincidiendo con el «Verano del Amor».

La utopía libertaria, de corte anarcoide, que floreció en Alemania durante la «Belle Époque», prendió primero a Nueva York en los 50 con Paetel y en los años 60 en California, donde se instalaron las primeras comunas. Robert Bootzin «Gypsy Boots» se retiró con una quincena de «tribesmen» cerca de Palm Spring, en plena naturaleza. Vivían en cuevas y cultivaban su propias verduras orgánicas. Él fue la avanzadilla de los jipis, de las tiendas de productos «orgánicos» y de la espiritualidad californiana de los años 60.

Según Timothy Miller, las comunas jipis se organizaron según afinidades políticas, religiosas o de orientación sexual. En 1970 se cifraban en 750.000 personas las que vivían en un millar de comunas en EEUU. Todas ellas fruto del aquel intenso «Verano del Amor».