Gastronomía

Ramón Freixa toca el cielo

El cocinero diseña la oferta gastronómica de Ático, el restaurante de The Principal.

Tagliatelle Cipriani, una de las especialidades
Tagliatelle Cipriani, una de las especialidadeslarazon

El cocinero diseña la oferta gastronómica de Ático, el restaurante de The Principal.

Sí, lo sabemos, no estamos en Ibiza, pero pensar en cualquiera de sus terrazas o chiringos a pie de playa, donde disfrutar de unas espectaculares puestas de sol, no le deben de poner los dientes largos, en el caso de que aún siga en la capital sin poder disfrutar de unas merecidas vacaciones. Y es que la del hotel The Principal se ha convertido en el oasis capitalino de referencia. Situada en la séptima planta, sorprende por ser un auténtico jardín urbano en las alturas, además de poseer un mirador para contemplar unas bonitas vistas, que van desde el comienzo de la Gran Vía a edificios tan nuestros como emblemáticos, como el Círculo de Bellas Artes, Metrópolis y el Banco de España. Además de la propuesta de Ramón Freixa, aquí suena buena música para relajarse en un solárium entre plantas, olivos, cipreses y tumbonas. Por qué no, ésta es una buena opción para tomar el sol, eso sí, con precaución.

Ático es el nombre que recibe el espacio gastronómico. Lo encontrará una planta más abajo del establecimiento. Freixa apuesta por el «finger food», es decir, por ricos bocados de alta cocina para comer con las manos y compartir con los suyos mientras disfruta de una experiencia gastronómica informal en el ambiente, pero de primerísima calidad en cuanto a platos se refiere. Explica que sirve una línea «prêt-à porter», que evoluciona entre las recetas que propone en Arriba, el restaurante que firma en Platea, con una cocina de bistro, y el Único, reconocido con dos estrellas Michelin: «Me gusta llamarla una cocina de club con una base clásica en la que no puede faltar un buen sándwich, un consomé o un plato de pasta excelente. Busco que cada casa tenga su propia identidad», dice Freixa, cuya cocina evoluciona «hacia creae sensaciones y vender felicidad en distintos estados». Sus croquetas de jamón marcan la diferencia, lo mismo que el rape con mayonesa de mostaza verde, que se come sin hambre, los espaguetis a la carbonara gratinados, las patatinas rellenas de turrón y queso azul y el corte de ensaladilla rusa son algunos de las opciones a degustar durante todo el día, ya que el espacio se apunta a la tendencia culinaria por excelencia, la misma que permite al comensal comer de verdad manjares de primera en horario ininterrumpido. Mantienen el mismo nivel el Baby Club Sandwich, los barquillos de queso parmesano y la imprescindible tosta de pan crujiente con jamón ibérico, así como la de champiñones y boletus al gratén. Entre los dulces, la carta, también en inglés, anuncia la media esfera de queso, miel y piñones, así como la tartaleta de mango pasión.

Para refrescarse, decántese por los helados, que, le aseguro, son como pocos por su intenso sabor. Nos encantó el de lima tanto como el de chocolate. Para comer sin parar son las rocas de chocolate y almendras y los minimuffins. Delicias dulces y saladas para devorar con las manos también durante el «afterwork». Una recomendación, lo suyo es acompañarlos con las arriesgadas sugerencias de coctelería de vanguardia (Mojiterráneo, Mexpresso, Isabel Regina Champagne), que agita el bartender. Eso, sí, el mítico dry Martini y un gin-tonic, preparado como Dios manda, son opciones que no fallan. Sorprende el G’Vine de té verde.