Música

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Loquillo: «A partir de los 40, es como tener resaca sin haber bebido»

«No soy el típico artista soplapollas que dice que de política no entiende»

«Tengo la sensación de vagar sin alcanzar un lugar al que ir pero al que no llego»
«Tengo la sensación de vagar sin alcanzar un lugar al que ir pero al que no llego»larazon

«No soy el típico artista soplapollas que dice que de política no entiende».

Los ha sobrevivido a todos. A los envidiosos, a los apóstoles de la modernidad líquida, a los cínicos con ínfulas, a los mediocres. Si los ochenta fueron suyos y de los Trogloditas, en los noventa decide reinventarse. Abraza el rock adulto. Bucea a pulmón libre en los grandes poetas sin renunciar a Johnny Cash, Gene Vincent, los Clash o Willie DeVille. Contra viento y marea entregará una serie de discos magistrales, redondos, lustrosos, culminados por «Código rocker» y «Viento del este», que alcanzan de forma consecutiva el número 1. Al sargento Quincannon y a Corto Maltés les habría gustado invitarle a un trago. Los amantes del rock and roll le debemos demasiadas canciones como para reunirlas todas en estas breves líneas. Con todos ustedes José María Sanz Beltrán, Loquillo (Barcelona, 1960).

–¿Es una rara avis? Es que en España el rock and roll tiene siempre un aspecto comatoso, pero, erre que erre, ya lleva treinta y tantos discos.

–Nunca he tomado de referencia al resto de la manada. Me subí por primera vez a un escenario para ser diferente. Al rock español le falta sacarse de encima la caspa, los complejos de inferioridad y sobre todo el peterpanismo que transmiten sus líderes incapaces de madurar. Mis inicios me llevaron a escribir artículos en las revistas «Popular Uno» y «Star» a finales de los 70, luego fui promocionero de Charly Records y locutor de RNR, aprendí el oficio desde el otro lado hasta que me di cuenta de que mi destino estaba escrito.

–En el último, «Viento del este», da un nuevo salto. Hay rock maduro y robusto y toques de glam, pero también country e incluso especias tex-mex... Encuentro un poquito menos de la sofisticación y algo quizá mucho más inmediato y orgánico.

–Después de abandonar a los Trogloditas sentí la necesidad de retomar mi carrera en solitario, hacer discos más personales como «Balmoral» y «Su nombre era el de todas la mujeres». Cuando volví al concepto de banda busqué sonar mas orgánico y gestionar el talento de cada uno de los músicos, «La nave de los locos» se quedó a medio camino y de ahí el golpe de mano que llevó a «Código Rocker» y ahora a «Viento del Este» a ser número uno con una diferencia de trece meses. Bingo.

–Ya en el anterior, «Código rocker», no estaba Jaime Stinus, productor y mano derecha desde «Cuero español». ¿Quizá porque, como le he escuchado alguna vez, cuando las cosas van demasiado bien es que algo va mal?

–Josu García y Mario Cobo, productores de mis dos últimos trabajos, han demostrado su clase y se han hecho valedores de la confianza que deposité en ellos cuando nadie daba un duro.

–¿El secreto es equilibrar planificación e instinto?

–Estrategia, instinto, gestión del talento, confianza, liderazgo, capacidad de trabajo, ser audaz, creer, marcar el tiempo, mucho oficio y sobre todo amar lo que haces, son algunas de las pautas. Nada es por casualidad, la vida es una batalla campal desde el principio. Empiezas leyendo «El príncipe», «El arte de la guerra», «El código Bushido», pasas a las biografías de Julio César, a Robert Kennedy, y terminas llegando a «The Godfather Doctrine».

–¿Ir por delante puede pagarse caro? Recuerdo sus discos de poesía, «La vida por delante» y «Con elegancia», cuando parecía tabú que un rockero cantara a Pavese, Octavio Paz, Lorca o Gil de Biedma.

–El proyecto que vengo realizando con Gabriel Sopeña se inició en 1994, después del disco a Luis Alberto de Cuenca vamos a por Julio Martinez Mesanza y su poemario «Europa». Muchos de los que nos criticaron, ahora chupan rueda. Lo mismo pasó con «Mujeres en pie de guerra», la banda sonora de un documental de Susana Koska que abordaba el papel de la mujer durante la guerra civil y la resistencia antifranquista. Mi gran reto: poner música a Manuel Machado, tan injustamente tratado por la intelectualidad progre.

–En aquella gira de teatros hubo enfrentamientos, gente que le acusaba de traidor... Visto desde hoy, parece increíble, ¿no?

–Más increíble resulta que a día de hoy no exista un pacto por la cultura, por su defensa y la industria que genera, por parte de los partidos políticos con representación parlamentaria.

–En «A tono bravo», del nuevo disco, reivindica «de Lope el amor, la rabia de Quevedo, Espronceda, los Machado, Rocinante y Platero». ¡Y las Cortes de Cádiz y el Himno de Riego! Pero, bueno, ¿no sabe que reivindicar a España está proscrito?

–«Los fusilamientos de Torrijos», de Antonio Gisbert, es para mí un símbolo de lo que creo. España necesita una nueva Constitución, que mire hacia adelante pensando en el futuro. Somos mejores que los británicos.

–Luis Alberto de Cuenca, a cuyos poemas dedicó un disco, como ha recordado, y con el que colaboró en varias ocasiones, dice que les une un sentido épico de la vida. ¿Podría abundar?

–Aquí tienes a unos humildes representantes de los antiguos códigos de la Caballería. Llevo tatuada la leyenda «A quien sirve el Grial». La literatura artúrica tiene sus consecuencias... (risas).

–Sabino Méndez dijo de usted que es insaciable, siempre a la busca de nuevas experiencias, libros, películas, poemas... ¿Qué escucha y qué lee estos días?

–Escucho mucho «northern soul» para alegrarme el día y ahora me pilla usted leyendo «Los paraísos artificiales» de ese monstruo que fue Umbral.

–¿Algún momento en su carrera del que esté especialmente orgulloso?

–Me siento orgulloso de poder dignificar esta profesión día a día, de que 35 familias tengan un trabajo, aunque no goce del respeto que merece en los países de nuestro entorno. Orgulloso de ser hijo de un estibador del puerto de Barcelona que luchó en nuestra Guerra Civil y que me enseñó a sonreír de medio «lao» en los peores momentos y del que aprendí la cultura del trabajo y el significado del orgullo barrial.

–¿Y algún momento especialmente duro?

–Como a todo el mundo, a partir de los cuarenta las hostias te vienen seguidas, ves cómo los padres se mueren, las parejas se separan, los hermanos se pelean, los hijos se largan, los amigos se venden... aprendes a ser un profesional, un fajador; es como tener resaca sin haber bebido.

–Conocer las raíces y honrarlas nunca le hizo caer en el error de la nostalgia. ¿Lo mejor está por llegar?

–Ya lo apuntó la actriz Simone Signoret en «La nostalgia ya no es lo que era». No lo dudes, si no menuda cara de gilipollas se me iba a quedar.... (risas).

–Hábleme de su gente, de ese equipo que lo rodea, de Ígor Paskual, Josu García (La Tercera República), Laurent Castagnet, Mario Cobo (Nu Niles)... y siempre Sabino Méndez y Gabriel Sopeña.

–Cada uno de los miembros de la banda tiene una carrera propia, ése es el secreto. Por eso la banda no tiene nombre, somos un conjunto de individuos trabajando a favor; lo aprendí de mis días de baloncesto, un deporte individual que se juega en equipo.

–De alguna forma ha creado una suerte de «troupe» al estilo de John Ford.

–El imaginario de Ford está muy presente en mi obra, la canción «Feo, fuerte y formal» es un ejemplo, aunque la banda recuerda por ética y estética a «Los siete magníficos» de John Sturges versus «Los siete samuráis», de Kurosawa.

–En septiembre toca en Las Ventas y agotó las entradas nada menos que con tres meses de antelación...

–Madrid me lo ha dado todo, solo puedo amarla; es la amiga, la amante, la extraña.

–Recuerdo los artículos de cierta prensa musical hace quince y veinte años, la condescendencia, la mala baba, las ganas de enterrarle (a usted y a otras figuras de los ochenta). Algo entre deprimente y escandaloso.

–Siguen ahí, lanzan sus arengas cuando creen que tienes la guardia baja, como cuando llamaron a Luis Alberto fascista de pata negra. En otra ocasión tergiversaron unas declaraciones políticas que, lejos de hundirme, consiguieron el efecto contrario. La disidencia es el motor de mi existencia

–¿Lo políticamente correcto es la nueva Inquisición, una mezcla letal de puritanismo y cursilería?

–El primer signo de decadencia de una sociedad se muestra cuando se impone lo políticamente correcto.

–¿Dónde está «la Europa que ganamos, la España que perdimos, los amigos que enterramos...»?

–Las promesas de unos dirigentes políticos que no estuvieron a la altura de su responsabilidad. Los ciudadanos que ahora asistimos aturdidos al derrumbe del ideal de Europa y a la pérdida de los valores de una España que en algún momento del viaje se perdió por el camino.

–¿Y la actualidad política, la sigue?

–Sí, como un ciudadano más, no soy el típico artista soplapollas que dice que de eso no entiende.

–¿De la Barcelona de su juventud queda algo?

–El recuerdo de una infancia feliz y una adolescencia excepcional.

–Aquel chico que veía irse los trenes en el Clot y quería subirse a uno y escaparse, ¿cumplió sus sueños?

–Tengo la sensación de vagar sin alcanzar un lugar al que ir pero al que no consigo llegar, donde convergen futuro pasado y presente, donde se encuentren Oriente y Occidente...

- Y ya por rematar, ¿Lee usted LA RAZÓN? ¿Qué le parece?

Leo LA RAZÓN porque así me entero de los asuntos escabrosos que la Prensa barcelonesa no se atreve a publicar por razones que usted y los lectores entienden... y porque crecí con «Todos los hombres del presidente», el film de Alan J. Pakula. Me gustan los periódicos que tienen a un director con categoría de personaje como es el caso de Francisco Marhuenda, barcelonés, igual que yo.