Música
Ramoncín: «No sé cómo se sentirán los políticos cuando van al juzgado, yo me sentí como un ciudadano en un país libre»
Absuelto por la Audiencia Nacional por el asunto de la SGAE, habla a corazón abierto de un tiempo nuevo
Leyenda del rock español, no para estos días. Trabaja en nuevos proyectos, discos, libros y películas, después de superar un periodo aciago
El rock and roll adulto llega a España con Burning, La Banda Trapera del Río y... Ramoncín. La suya es una trayectoria desmesurada, repleta de discos, libros y, ay, alguna polémica. Hora es de hablar de su oficio y sus nuevos proyectos, aunque sea inevitable arrancar con su vía crucis jurídico, que empieza cuando en mayo del 2015 fue acusado de apropiación indebida por un juez de la Audiencia Nacional, y acaba en enero de 2016, cuando tres magistrados de la Audiencia le absuelven.
–¿Cómo se sobrevive a la calumnia siendo inocente?
–Primero hay que tenerlo claro, saber que no has cometido ningún error. A veces uno puede creer que está haciendo algo bien y no. Y cuando compruebas que no has cometido error alguno te queda la fuerza que tengas y que tus amigos y familia no fallen. He tenido la fortuna de que ha sido así. Así que sobrevives con fuerza, teniéndolo claro y sabiendo quién está de tu lado, y sin hacer caso a lo demás, que no es más que ruido, podrido, pero ruido al cabo.
–¿Alguien le ha pedido disculpas?
–Curiosamente, algún anónimo tuvo la vergüenza de disculparse. Pero, ¿cómo te desclavan los clavos con los que antes te crucificaron? Y más que el final de la sentencia, que es clarísimo y dice que no hay pruebas, me asombra la manipulación que se hizo de la Justicia y cómo esas cámaras, que lo graban todo, no eligieron, por ejemplo, el momento en el que el fiscal hacía el ridículo con una pregunta de la que se rió toda la sala, demostrando, después de seis años, que no tenía ni idea de lo que hablaba. Y ese señor, que no sabe nada de esto, te puede meter en la cárcel. Yo estuve bajo la lupa de un fiscal anticorrupción de la Audiencia y de tres magistrados, y he sido absuelto. ¿Cuántos de los que me señalaron soportarían algo así y saldrían indemnes?
–¿Se ha sentido como un político de los que ahora tanto proliferan al tener que ir en su día a declarar a los juzgados?
–No sé como se sentirán ellos, pero como yo no hice nada me sentí como un ciudadano, en un país libre, que tenía la oportunidad de demostrar su inocencia.
–¿Cuál sería para usted la canción del bloqueo?
–Debería de haber una canción que se llamase concordia, que es la palabra que nadie ha mencionado en todos estos debates, pero diría que no la hay, y tampoco un manual de buen entendimiento de los políticos, aunque para qué, si en España ninguno se lo leería...
–Hablemos de música. Su último disco de estudio, Cuando el diablo canta..., es del 2011. ¿Por qué tanto tiempo?
–Se puede hacer una maravillosa carrera musical con seis discos, y grandes grupos lo han hecho así. Hay que preguntarse si el mundo necesita un disco cada año de un artista. Después del disco en directo, del que vendimos 400.000 discos dobles, la compañía me preguntaba por el siguiente. Yo no tenía claras las canciones, pero el discurso era, «da igual, vamos a vender saques lo que saques», y yo no estaba de acuerdo. Pensé que me había secado, no tenía ganas de. Cuando grabé «Miedo a soñar», ya en el 96, hice el disco que quería hacer y fuera de la compañía de siempre. Cuando haces algo hay que intentar que valga para siempre. Yo grababa y giraba desde el 78. No podía seguir haciéndolo como si fuera una cadena de montaje, un disco cada año, luego una gira, etc. Hubo un día, tocando en Orense, en el 92, que me volví hacia la banda y decidí que no podía seguir tocando en esas condiciones, ni con estas ganas. Jamás un día más en la oficina, que es lo peor que se puede hacer en cualquier profesión, y en esta más todavía, así que sí, pensé que eso se terminaba.
–En el 93 comenzó un nuevo proyecto, «Lingo», en televisión, que resultó muy influyente, y al mismo tiempo trabajaba en sus libros, por ejemplo en el «Tocho Cheli».
–El «Lingo» fue el primero de los concursos culturales, y algunos días le ganaba al telediario, la gente veía el «Lingo» y luego se pasaba al telediario de la 2, que por cierto sigue siendo el mejor. Me lo pasé muy bien. Y estaba embelesado con el diccionario. No había habido un diccionario de este tipo en condiciones en un siglo y medio. Es verdad que Juan Villarín, en su «Diccionario de argot», intentó separar jergas, pero hacía mucho que Juan no pisaba la calle. En fin, el diccionario que hice manejaba 9.000 entradas y más de 13.000 acepciones. Umbral me dijo que había hecho una obra monumental, algo que debían haber escrito varios académicos aplicados. Disfruté muchísimo.
–También iba a las tertulias en las que coincidió con Cela, Umbral, etc.
–Con Hermida tenía una relación extraordinaria, y allí había profesores, científicos, artistas. Ahora sólo van políticos y periodistas, no hay un verdadero enfrentamiento de ideas, no como cuando escuchabas a Cela, a Marsillach, a Umbral, a Sabina. En lo personal fueron muchas horas con Umbral y con Cela en un camerino, por ejemplo, de los que aprendí mucho. O mi amistad con Carandell, y con Fernando Delgado, gente de la que aprendí muchísimo y que formaron la persona que soy. Cuando Carrillo me pidió que le presentara sus memorias en el Gijón, con Umbral, te puedes imaginar lo que significó para mi emocional e intelectualmente.
–Creo que prepara una caja
–Sí, Ramoncín 6.0, con un recopilatorio y un documental, con distintos músicos, escritores, periodistas, y también tendrá un libro de varios autores. Finalmente, llevará un segundo disco, Ramoncín en los huesos, con un tema nuevo, «Derrota», escrito con Gabi Abril, el productor y pergeñador de esta idea, y que ha consistido en desposeer a las canciones de todo lo que rodea la columna vertebral, y así nos ha quedado un «Tormenta en la carretera» que es Johnny Cash total. O versiones de «La cita»... siete temas, muy seleccionaditos.
–También habla de otro proyecto, este ya con todas las canciones nuevas, «Descalzo entre ascuas».
–Será muy eléctrico, lo más eléctrico posible, y muy rockero, y encontrar ese sonido maravilloso de guitarras que consigue gente como Ryan Adams... Oigo mucha música, de todo, nada me entusiasma tanto como escuchar algo nuevo, y a la vez disfruto del último concierto de Grateful Dead en Chicago, de Alejandro Escovedo... Igual algo de eso soy capaz de plasmarlo en lo que voy a hacer, algo de Brian Fallon, de Chris Stapleton, y que tenga mucho de mí, veremos...
–En septiembre retoma la gira
–Sería injustísimo si no dijera que en estos cuatro años de tortura, especialmente estos dos últimos, lo que me ha mantenido es el directo. He estado dando conciertos en Madrid, tres, cuatro, y el apoyo del público, ese público, 400, 500, 600 personas, ha sido fundamental. De hecho estaba más preocupado por esa gente que por mí... Hay una chica que vino a los conciertos y que en pleno mogollón se tatuó una frase de «Ángel de cuero» que le escribí. ¡Una persona que en esas circunstancias, que eres el asesino de John Kennedy, se tatúa una frase de «Ángel de cuero»! Después de todo lo que tuvimos que aguantar, y esa gente defendiéndote... Uf, eso fue importante.
–¿Qué fue de la España de los ochenta? ¿La reconoce?
–A mí me gusta mucho la España de los setenta, cuando nos llega la música, muere Franco, se aprueba la Constitución... Los ochenta son más comerciales, se hicieron cosas buenas pero son un pastiche. En cambio en los setenta, incluso los sesenta, sí pasaron cosas. La España que va del 65 al 84-85 le cambia la cara a este país. Y luego vino el desierto de los noventa y los dos mil. También los que mandan saben que la cultura es un arma muy poderosa y lo mejor es tenerla con las menos balas posibles, no vaya a ser que les acierten.
–¿Y del Ramoncín de entonces?
–Algunas cosas que me gustan y otras no. Ahora que hemos hecho el documental me he quedado impactado. Tenemos unas imágenes en Segovia en 1978, estoy en el escenario con la banda, cantando «Marica de terciopelo», «Rock and roll duaduá», «Noche de 5 horas», y la cámara se va al público y la sala es un jardín y los camareros están uniformados y hay dos grises con una cara de grises que no veas y luego salen a la calle y los curas van con sotana y con gorrito. En 1978 había que echarle un par para hacer eso, y se lo echamos muy pocos. Para mí fue un momento de creatividad tremendo.
–En 2009 publica «The cover band: 1965-1975», donde homenajea y canta clásicos de los Brincos, los Bravos, Pop Tops... ¿Somos injustos con los pioneros?
–Injustos es poco. Además, la memoria musical y artística en este país recae sobre el archivo audiovisual de RTVE, que durante muchos años grabó sobre las cintas que había, por ejemplo sobre conciertos de Los Brincos. Hoy es imposible ver un concierto de Los Canarios, o de los Brincos. No hay memoria. Así que es imposible contarle a la gente que hubo un grupo que se llamaba los Pop Tops, con un cantante, Phil Trim, maravilloso, y que durante estos últimos años tuvo que trabajar de guardia en una obra, y ahora, afortunadamente sí está pudiendo cantar. O que te llamara un ídolo de la juventud como Mike Kennedy y que te dijera «Llámame tú que yo no tengo saldo».
–¿Algún proyecto editorial a la vista?
–Son nueve libros, poesía, diccionarios, etc. Estoy ultimando un libro de poemas, y llevo tiempo con una novela, algo dificilísimo, de hecho ya he tirado dos a la basura. Y me gustaría hacer una revisión del «Tocho Cheli» en digital.
¿Mar o montaña?
Las cumbres montañosas, los picos rocosos, la tranquilidad de un paisaje de sierra. Ramoncín se decanta por un fondo en el que se ven los picos ya nevados. Nació en Madrid en 1955 y cuando pone tierra de por medio para descansar, que también lo hace, la pone. Se pierde para que no le encuentren y busca su tiempo para escribir ese libro que se le resiste o ese tema que hace tiempo le ronda la cabeza.
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