Papel
De Madrid a París en 45 minutos
Los convenios entre naciones para reducir las emisiones de CO2, responsables de emitir una tonelada de dióxido de carbono por cada vuelo que recorría la ruta Madrid-Paris, fueron el impulso necesario para que el proyecto Hyperloop del multimillonario Elon Musk «despegara».
En 2014, Musk (creador de PayPal y de Tesla Motors) definió su proyecto como el cruce «entre un Concorde, una vía de levitación y un tirachinas gigante». Uno de los mayores problemas con cualquier tipo de transporte es la fricción, sea contra la superficie, como el pavimento o las vías, como con el entorno, el aire en el caso de los aviones. Hyperloop propuso evitar esta fricción con un sistema similar al de los trenes de levitación magnética de Japón. Al «flotar» sobre las vías gracias al magnetismo, alcanzaron velocidades de hasta 500 km/h. Pero para Musk eso no era suficiente, ya que seguía existiendo el obstáculo de la fricción contra el entorno. Por ello ideó un tren que se desplaza levitando, pero en tubos de vacío. Eso es lo que permite que este medio de transporte alcance velocidades por encima de los 1.100 km/h. Todo el sistema se construyó sobre pilares y los tubos estaban cubiertos de placas solares que suministraban la energía necesaria.
Una vez puesto en marcha el proyecto, en 2024, el Hyperloop no sólo facilitó el traslado de personas hacia centros vacacionales, también se convirtió en un medio de transporte de vehículos: la gente cargaba sus coches en vagones especiales y el gasto de combustible, el ahorro energético y las emisiones se redujeron en un 70%.
Sólo había dos problemas. El primero de ellos era que, en aquellos años, el coste de la obra resultaba astronómico: unos doce millones de euros por kilómetro. La solución, sin embargo era muy sencilla. Existen más de cien industrias que precisan de condiciones de vacío para desarrollar sus productos: placas solares, microchips, instrumental tecnológico médico, semiconductores, pantallas planas, componentes electrónicos... Elon Musk simplemente alquiló tubos de vacío de diferente diámetro y longitud que alquilaba o vendía a esas empresas, brindándoles instalaciones muy difíciles de replicar, junto a un servicio de transporte capaz de llevar los productos al lugar deseado, en poco tiempo y en excelentes condiciones.
El otro inconveniente era encontrar un sistema para preservar el vacío, imprescindible para alcanzar velocidades supersónicas y, al mismo tiempo, construir estaciones donde los pasajeros pudieran subir y bajarse del Hyperloop. La respuesta resulto bastante sencilla también. Cada tren estaba equipado en el techo con una serie de 16 pinchos dispuestos en un cuadrado. El destino del tren era un código que hacía que esos pinchos se elevaran y pulsaran sobre una placa que se abría sólo si el código era correcto. Así se dejaba entrar aire paulatinamente y el tren frenaba a medida que los vagones se acercaban a la estación.
✕
Accede a tu cuenta para comentar