Papel
Se hace camino al andar
Las luciérnagas han servido de inspiración para incorporar la tecnología hasta su máxima expresión con su total mimetización en ropa, maletas y tablas de surf
Las luciérnagas han servido de inspiración para incorporar la tecnología hasta su máxima expresión con su total mimetización en ropa, maletas y tablas de surf
Hoy seguramente te preguntes cuándo los «wearables» se convirtieron en una realidad cotidiana que de verdad se llevaba puesta y no se limitaba a los accesorios u objetos de uso esporádico, como relojes o gafas. Del mismo modo que, 40 años atrás, una chaqueta escondía en el cuello una capucha, o hace diez años, se pusieron de moda las cazadoras que albergaban entre sus tejidos cargadores solares, dispositivos ambos que elevaban las prestaciones de la prenda, en la actualidad todo lo que llevamos puesto dispone diferentes tecnologías que interactúan libre e inteligentemente con nuestro entorno facilitando el acceso a la información e incrementando las experiencias.
Todo comenzó en 2014 cuando el fotógrafo Christopher Jobson convirtió en virales una serie de fotografías de larga exposición de luciérnagas. Parece una semilla extraña pero Jobson comenzó a apasionarse por estos insectos que brillan en la oscuridad y descubrió que una hormona en particular, las estimula a buscar con más ahínco pareja, encendiendo su brillo. El artista se unió a la empresa Hi-Tec y juntos concibieron unas botas que, a cada paso, liberaban una dosis de esa hormona. Usadas de noche construían un camino de luces al andar. Fue apenas un proyecto artístico, pero a partir de él, el calzado de montaña usado por deportistas, viajeros y aficionados al senderismo, comenzó a incorporar la enorme cantidad de dispositivos con los que hoy contamos. Uno de los primeros fueron unas esponjas, integradas en la suela, que liberaban una tintura de color inocua que dejaba huellas. Cuando las familias visitaban zonas alejadas con sus hijos, podían seguir el rastro de los más pequeños, aunque los perdieran momentáneamente de vista.
Pero las prestaciones fueron mejorando. Los «smartwatches» de la década pasada poseían un sistema que, conectado al GPS del teléfono, vibraba para avisarnos que debíamos girar o seguir recto cuando utilizamos la aplicación de mapas. Esta tecnología se incorporó en el calzado y es la que hoy guía, literalmente, nuestros pasos en los caminos de montaña. Cada vez que nos enfrentamos indecisos a un cruce, una ligera vibración en el pie adecuado nos indica el rumbo hacia nuestro destino. También contabiliza la distancia, la recorrida y la restante y calcula el tiempo de llegada estimado. La conexión por GPS de nuestros pies también ha permitido salvar vidas, pues puede compartirse. El localizador no sólo identifica un punto de llegada, también a otros usuarios. En los parques naturales, en lugar de firmar en un cuaderno, los senderistas activan un sensor que registra su paso y calcula, por el peso, la altura y el ritmo de caminata, la hora estimada de llegada al siguiente punto de control. Si este no se produce se envía un mensaje (la bota «late»): si el viajero está bien, basta agitar el pie o golpear los talones.
La incorporación de esta tecnología facilitó compartir los trayectos realizados en las redes sociales, guiar a los científicos hacia la zona donde se encontraban animales con collares de localización o reaccionar a pequeñas heridas y ampollas con sustancias antimicrobianas y analgésicas. Y esto es sólo el calzado, las maletas, la ropa y hasta las tablas de surf, con los modernos ultrasonidos que permiten detectar y ahuyentar a tiburones que se acercan demasiado, todas, comenzaron por unas luciérnagas.
- Fuente: Excepto por la tabla de surf que protege de los tiburones, toda la tecnología descrita existe. Sólo que, como la rueda y la maleta, que tardaron mucho en formar un equipo.
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