Ginebra
Monsieur Orliac o el príncipe Enrique de Orleáns, conde de París
Era un habitual de los pasaportes falsos en sus aventuras por Europa, registrándose en hoteles con nombres que no eran suyo.
Era un habitual de los pasaportes falsos en sus aventuras por Europa, registrándose en hoteles con nombres que no eran suyo.
A raíz del matrimonio de Carlos I de Portugal con la princesa Amelia de Orléans, hija del Conde de París, se dictó en Francia la ley de exilio de 22 de junio de 1886 que impedía a los jefes de las dinastías que hubiesen reinado allí y a sus primogénitos, pisar suelo francés. Así, Juan e Isabel de Orléans, duques de Guisa tuvieron que vivir en Larache, Marruecos.
Su hijo Enrique, anterior Conde de París, fallecido en 1999, contaba que en 1909 un cierto M. Orliac desembarcó con su mujer en Tánger y se instaló en el Hotel Continental y luego en el Hotel Cecil, en la playa. Eran los Guisa. Enrique relataba: «La costumbre quería entonces que un príncipe, para viajar, escogiera un título de familia poco conocido que le asegurase el anonimato y le protegiera contra la curiosidad. Mi padre había preferido llamarse Orliac». Era el nombre de un tambor mayor de un regimiento que mandaba Enrique de Orleáns, duque de Aumale, tío de Guisa. En Tánger, donde al principio el único que conocía la identidad de los duques era el representante español, empezaron a ser invitados a las cenas de las legaciones donde se les sentaba a la cabecera. El nombre de Monsieur y Madame Orliac les sirvió mucho tiempo para escuchar lo que no se suele decir en el entorno de los príncipes:
Al Conde de París le llamaban de pequeño Billy, «Rompetodo o Rompehierro» y sus hermanos le apodaban «Henri le Puant», debido a que en el baño semanal salía demasiado pronto de la balsa debido al miedo que le daban las picaduras de los bichos. Enrique se enroló en la Legión Extranjera como Robert Orliac, ciudadano suizo nacido en Ginebra. Enrique le dijo al coronel Géry que se llamaba Robert Orliac y que había nacido en un hotel del quai du Montblanc de Ginebra, donde su madre pasaba unos días. El presidente del Consejo, Paul Raynaud, le puso como condición permitirle enrolarse como soldado de 2ª clase, que jamás revelase su identidad.
Para conseguir la desmovilización presentó un contrato laboral, sin el cual le hubieran confinado en Suiza. Fieles amigos le consiguieron un puesto de jardinero en una calle de Marsella. Gracias a eso pudo circular y volar a Casablanca. Años más tarde se sirvió de un pasaporte falso para llegar a Oujda. Usó del incógnito con frecuencia. En 1938 pasó clandestinamente la frontera belgo-francesa para dar en Magny-en-Vexin su primera conferencia de prensa en Francia. Ese año, al volver de su viaje por Europa, atravesó el valle del Loira. En Saumur se inscribió en el hotel con un supuesto nombre que constaba en su pasaporte.
En «Le Courier Royal» el anterior Conde de París declaró ser favorable a la reconciliación de las Iglesias, a que ninguna de ellas fuera dominante y que cada uno podía practicar la religión de su elección. Eso bastó para que L’Action Française comenzara a calificarle de «Príncipe Rojo». Su mismo padre lo consideraba un poco así.
Su carácter
Padre de once hijos, separado en 1986 de su mujer la princesa Isabel de Orléans-Braganza, controvertido gestor de una enorme fortuna que intentó preservar con la Fundación «Saint-Louis», cercano al general de Gaulle, que quizá vio en él un sucesor a modo de restaurador de la monarquía en Francia, el Conde de París se pronunció mucho más tarde a favor de Mitterrand y murió acompañado hasta el fin por quien fue su gobernanta, secretaria y dama de compañía Monique Friesz. Soñó ser rey pero su personalidad era un enigma, como afirmó su sobrino el príncipe Miguel de Grecia, y vivió una vida de novela en Marruecos, España, Portugal... que quizá un día inspire a alguien.
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