Ciencia y Tecnología
¿Los gérmenes también tienen gérmenes?
Los enemigos de nuestros enemigos pueden ser una gran esperanza en manos de la ciencia
Los enemigos de nuestros enemigos pueden ser una gran esperanza en manos de la ciencia
Sabemos que están entre nosotros desde que Anton van Leeuwenhoek las viera por primera vez a través de su tosca lente de aumento en 1683. En realidad, llevan entre nosotros mucho más tiempo... Más justo sería decir que nosotros llevamos entre ellas más tiempo. Porque las bacterias, virus y otros gérmenes habitan el planeta desde hace miles de millones de años (una barbaridad comparada con el escaso millón de años de nuestros primeros pasos por la faz de la Tierra).
Cuando pensamos en estos microorganismos generalmente nos viene a la cabeza la infección y la enfermedad. Es un pensamiento injusto porque la mayor parte de las bacterias, por ejemplo, cumplen funciones básicas para nuestra vida sana. Aun así, sabemos que estos seres minúsculos pueden también hacernos mucho daño. Más todavía, ahora que algunos de ellos han desarrollado implacables resistencias a los medicamentos que antes los mataban (los antibióticos) y que hoy no les hacen ni cosquillas. Afortunadamente, los microorganismos dañinos también tienen sus debilidades, sus enemigos. Y ya se sabe que «los enemigos de mis enemigos son mis amigos».
En 1917, el bacteriólogo franco-canadiense Felix d’Herelle observó que cultivos de la bacteria que provoca la disentería se limpiaban espontáneamente en ciertas circunstancias. Descubrió así que existían microorganismos más pequeños que las bacterias, que anidaban en ellas como parásitos. Tal como tituló «New York Times», se descubrió que «los pequeños y mortíferos bacilos tienen enemigos aún más pequeños». Es decir, que sí: que los gérmenes tienen gérmenes.
Los virus que parasitan bacterias y las matan se llaman bacteriófagos. Cuando uno de estos microorganismos encuentra una bacteria que puede ser su víctima, se fija a la pared de sus células, la penetra e introduce parte de su ADN, colapsando la capacidad de reproducción y funcionamiento del huésped. Son los seres vivos más abundantes del planeta (si es que se puede llamar ser vivo a un organismo celular inerte que no podría existir sin parasitar a otro) y en los últimos tiempos hemos aprendido a domesticarlos. Desde los años 40 se utilizan como alternativa a los antibióticos para tratar infecciones, pero el aumento de las resistencias bacterianas ha convertido la búsqueda de nuevos fagos en una brillante disciplina científica desde hace una década a esta parte. Incluso se pueden emplear estos microorganismos aliados en la prevención: por ejemplo, tratando con ellos algunos alimentos para impedir que se descompongan y generen bacterias dañinas. Los enemigos de nuestros enemigos pueden ser una de las mayores esperanzas en manos de la ciencia para superar el grave problema de resistencia a los antibióticos al que estaremos, tarde o temprano, abocados.
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