Ángel N. Lorasque

No puedo vivir sin fútbol

Lo único que le quedaba a los fanáticos, el mundial ha acabado. y la ansiedad se apodera de ellos hasta que empiece la liga

No puedo vivir sin fútbol
No puedo vivir sin fútbollarazon

El ritmo cardíaco se acelera, las manos comienzan a sudar y parece que de un momento a otro el oxígeno va a dejar de alimentar los pulmones. Faltan unos minutos para que el Mundial eche el cierre y los futboleros comienzan a entrar en pánico.

El ritmo cardíaco se acelera, las manos comienzan a sudar y parece que de un momento a otro el oxígeno va a dejar de alimentar los pulmones. Faltan unos minutos para que el Mundial eche el cierre y los futboleros comienzan a entrar en pánico. Apuran el último chute. No habrá más fútbol oficial hasta el 12 de agosto cuando el Barça y el Sevilla disputen en Tánger la Supercopa de España. Llega la angustia. Tres fines de semana sin partidos. 27 días sin goles. 648 horas sin adrenalina. Para muchos, sin duda, el fin de sus días. Una «cuesta de julio» que pesa más que la de enero y que hace, para algunos, que el verano sea más bien un viacrucis que un merecido tiempo de descanso. Aunque hay a quienes pueda resultarle exagerado, hay hinchas y amantes acérrimos del fútbol que realmente sufren durante este periodo el síndrome de abstinencia. Acostumbrados a vivir por y para el fútbol, estas semanas de vacío hasta que comience la primera jornada de liga el día 18 de agosto suponen un suplicio. Lo reconocen, tienen mono. Unos se irritan fácilmente, otros tratan de engancharse a un ocio diferente y hay quienes sinceramente no consiguen encontrar distracción alguna y someten a amigos y familiares a una penitencia insufrible. La afición desmesurada que Juan Carlos tiene por el fútbol y especial por su venerado Atelti es difícil de ocultar. En su pierna izquierda luce un Neptuno con el escudo del equipo; en el brazo derecho, la fecha de fundación del club, 1903, y entre el bíceps y el tríceps, «coraje y corazón». «Atleti hasta la muerte» dice otro de sus «tatoos» que hace competencia con el del omóplato donde se ha estampado una fotografía de él junto a su esposa y su cuñada mirando el Calderón por última vez antes de que la sede del equipo madrileño se mudara al Wanda Metropolitano. «Soy fanático del fútbol y esto de no tener partidos me genera mucha angustia y ansiedad. Estás como hiperactivo esperando que lleguen. Este año, al tener el mundial, pues se quita bastante “el mono’’, pero si no... es un horror, se pasa fatal», confiesa al tiempo que reconoce que ya está pensando en el amistoso del 11 de agosto del Atleti con el Inter de Milán, «aunque será bastante descafeinado», lamenta. Su pasión futbolera llega a tal extremo que incluso en su boda en vez de sonar la Marcha Nupcial, la recepción en el hotel fue al son del himno del Atleti. Las mesas estaban decoradas con jugadores colchoneros y había «fotocol» con todo tipo de atrezo de los rojiblancos. «Mi fanatismo llega a condicionar hasta las vacaciones. El año pasado me fui con mi mujer a Punta Cana y lo primero que hice al llegar al hotel fue comprobar cómo había quedado el partido Atleti-Las Palams. Mi pasión es total, he viajado por toda Europa para ver a mi equipo y soy muy activo en las redes sociales», explica este madrileño de 46 años. Para calmar su angustia, Juan Carlos también opta por seguir otras ligas o partidos del extranjero. «Sigo la liga británica, en especial a un equipo de segunda y también veo resultados de cómo han quedado los de la liga china», afirma. Juan Carlos ha llegado a ver cinco partidos al día y durante la temporada puede dedicar alrededor de 15 horas semanales a ver fútbol. «Lo primero en mi vida es mi mujer y lo segundo puede que el fútbol, así que para unir las dos cosas, he convertido a ella también en una auténtica hincha. El otro día estábamos viendo un partido del Mundial y me preguntó en qué cadena emitían el otro partido. Al final acabamos viendo los dos a la vez uno en la televisión y otro en el proyector», dice orgulloso. ¿Su método para vencer al síndrome de abstinencia? Ponerse series, aunque sinceramente, le calman poco. Quien si que ha encontrado el «fármaco» perfecto para calmar la ansiedad del barbecho de balompié es Daniel Gómez, de 23 años. Él es forofo del Getafe y a sus 23 años todo un experto en la materia. «El mono se lleva mal, sobre todo cuando no hay Mundial o Eurocopa, pero bueno a mi me gusta el motor, así que suplo mi ‘’adicción’’ con las motos o la Fórmula 1», explica. Este graduado en Administración y Dirección de Empresas tiene varias equipaciones del Getafe, siete exactamente, y reconoce que prefiere quedarse viendo el fútbol que salir con los amigos y que se desplaza allí donde va su equipo. «El fútbol es mi forma de vida, es una filosofía, y mi ánimo va en función de cómo vaya mi equipo. Ahora ya sueño con el 23 de julio, que es cuando sale el calendario de los partidos de liga y así voy organizando viajes. Para calmar la angustia veo partidos de pretemporada...pero no es lo mismo, deseo que empiece ya lo serio. Tengo una ansiedad por volver al estadio...», confiesa. Locuras por su equipo ha hecho varias, desde teñirse el pelo de azul cuando ascendió a primera el Getafe hasta retrasar una urgencia médica (se fracturó un dedo del pie yendo al estadio) hasta que terminara el encuentro. Para Jesús Matos, psicólogo y experto en equilibrio mental, la ansiedad como la que sufren los adictos al fútbol es una «emoción que surge ante una percepción de peligro. Se movilizan recursos en el organismo para adaptarnos a esta situación, pero, en este caso, la adaptación es imposible porque no hay fútbol. Así que la clave está en buscar otra afición, distraerse con otras cosas». Los síntomas que experimentan quienes padecen la ansiedad por falta de su deporte favorito son la hiperventilación, falta de aire, sudoración... «Hay que buscar una regulación emocional con este tipo de personas. Encontrar por qué le da tanta importancia al fútbol y que aprenda a gestionar las emociones. Para conseguirlo es importante el ejercicio físico, el contacto social y el mindfulness», asevera este experto.

«Tengo que reconocer que mi estado de ánimo va en función de cómo acabe el partido», reconoce Carlos. Él es del Espanyol y afirma que si su equipo gana, la semana se empieza de otra manera. «De hecho, cuando hemos pasado tiempo en descenso me he sentido más deprimido. Realmente me parece exagerado porque no es algo grave, hay muchas cosas más importantes que éstas, pero cuesta relativizar. Recuerdo que cuando era pequeño, el Espanyol había perdido la UEFA y llegué llorando al colegio, lo viví como uno de los días más tristes de mi vida», afirma. Este visitador médico de 24 años que reside en Barcelona también practica el fútbol y le sirve de escape para cuando no hay partido. «A ver, el vacío del fútbol tampoco es tanto, si quieres verlo hay algo siempre aunque sea más flojo. Yo lo que echo en falta es reunirme con los amigos para verlo, para socializar...», explica. Una opinión que comparte Lucía, para quien ver un partido es también una excusa para tomar algo con amigos. «Sinceramente si no hay partido me falta algo, no sé que hacer. Mi madre me dice que nací con un balón en los pies y puede ser verdad. No te digo más que cuando tomé la comunión no tardé nada en quitarme el vestido y ponerme a jugar al fútbol mientras la gente estaba en el restaurante», explica entre risas esta treintañera. «Menos mal que pasamos el mono en verano, porque al menos podemos ahogar las penas en la piscina», dice entre risas. María José, que juega en el Equipo A, reconoce que cinco días a la semana ve algún partido. «Yo he cambiado turnos para poder ir a partidos, me he intentado colar en estadios... no puedo evitarlo, me apasiona el fútbol. No sé cómo voy a gestionar estos días. Mira, si no lo que haré será irme al parque a ver cómo juegan los niños a la pelota», bromea. Pero no son solamente los aficionados los que sufren el parón futbolero, los bares que acogen a sus seguidores también se resienten, aunque en este caso en el bolsillo. Maribel, camarera de la madrileña Cervecería Deportiva asegura que la ausencia de partidos reduce a la mitad, como mínimo, los ingresos del negocio. «Tenemos seis pantallas y estos días pondremos tenis o motor, pero no es lo mismo», lamenta. La cuenta atrás ha comenzado. Ya solo quedan tres semanas para el regreso del deporte que más adición provoca.