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«Hatch and catch fire»: Ellos diseñaron el mundo en el que vivimos

Dirigido por Juan José Campanella, el primer episodio de la cuarta temporada se abre con un deslumbrante (falso) plano secuencia en el que vemos cómo un proveedor de servicios de internet se levanta de la nada

«Hatch and catch fire»: Ellos diseñaron el mundo en el que vivimos
«Hatch and catch fire»: Ellos diseñaron el mundo en el que vivimoslarazon

Dirigido por Juan José Campanella, el primer episodio de la cuarta temporada se abre con un deslumbrante (falso) plano secuencia en el que vemos cómo un proveedor de servicios de internet se levanta de la nada

No hay multitudes impacientes por saber cómo acabará «Halt and Catch Fire». No circulan teorías en internet sobre por qué alguno de sus personajes hizo algo en el episodio tal de la temporada cual. No hay peligro de oír accidentalmente una conversación sobre ella en el metro. Y que no haya llegado a construirse un «hype» a su alrededor es algo por un lado comprensible pero por otro muy injusto, porque con el tiempo esta serie nos ha dado motivos de sobra para olvidarnos de su tediosa primera temporada. Después de todo, hasta los dispositivos más eficaces e innovadores empezaron siendo maquinaria más bien tosca.

El símil tecnológico está pillado por los pelos, pero en todo caso resulta pertinente aplicado a una ficción cuyo asunto de cabecera es el nacimiento de la industria informática moderna, desde los albores de la era de los ordenadores personales –sus primeros episodios se situaban a principios de los 80– hasta la popularización de internet a principios de los 90, antes del wifi y de que los teléfonos sirvieran para algo más que hablar.

Dicho esto, la tecnología y el modo en que su avance nos afecta es el vehículo a bordo del que la serie medita sobre cómo la gente cambia y punto, independientemente del tipo de interfaz o del protocolo de transferencia de datos que usen; habla de éxitos repentinos y fracasos sonados, de matrimonios, infidelidades y divorcios, de decepción y depresión, reconfigurando de forma intrépida las relaciones entre sus cinco protagonistas cada nueva temporada y demostrando en el proceso una inagotable energía dramática.

En ese sentido, resulta emocionante considerar la épica evolución experimentada por esos personajes, a una velocidad y hasta un extremo similares al ascenso de la industria que su trabajo contribuye a desarrollar. Si en la primera temporada sus desventuras no resultaron especialmente inspiradoras, decíamos, en la segunda la serie dejó de ser un remedo de «Mad Men» para convertirse en el absorbente retrato de dos mujeres que intentan abrirse camino en el viril mundo de los juegos online y desde ahí bifurcarse en seis o siete caminos dramáticos distintos, todos ellos complejos y originales e intrigantes. Ahora que la historia se acerca a su final los personajes se encuentran inmersos en la carrera por indexar el ciberespacio –en una palabra, Google–, un proyecto cuyas aplicaciones prácticas son inicialmente inciertas. Pase lo que pase, eso sí, sabemos que nadie acabará escribiendo artículos en la Wikipedia sobre ellos. El éxito profesional, al menos de la manera que ellos esperan, no forma parte de su destino. En todo caso, «Halt and Catch Fire» siempre ha prestado menos atención al resultado que al proceso mismo, y también eso la convierte en una obra distintiva.

La mayoría de ficciones cinematográficas y televisivas sobre la innovación tecnología sugieren que el progreso es obra de genios incomprendidos y aislados capaces de imponer sus ideas sobre las corrientes adversas de la historia y la mediocridad de los demás; títulos como «La red social» o «Steve Jobs» se han encargado de perfeccionar esta fórmula narrativa. «Halt and Catch Fire» reconoce que eso es una patraña; que lo importante no es la visión individual sino la colaboración.

Y mientras vemos a sus protagonistas abrirse camino a través de la nueva tecnología y a menudo tropezar, es inevitable sentir nostalgia por un tiempo en el que internet parecía tener potencial para mejorar el planeta y la especie. Pero en última instancia la tecnología no cambia a las personas, y eso es algo que «Halt and Catch Fire» tiene muy claro. Somos seres a menudo mezquinos y desagradables, y a ratos capaces de mostrar empatía y afecto; y ni todo el ancho de banda del mundo puede cambiar eso.