Salud

Más vida social, menos caída: la propuesta para un envejecimiento más saludable

Mantener una vida social activa, desde ir de vacaciones a tomar algo con amigos, es una de las mejores defensas contra la fragilidad en la vejez, según revela una investigación llevada a cabo en el Reino Unido

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on precisamente las actividades sencillas y cotidianas las que demuestran un mayor impactoLa Razón

Mantener una vida social activa se ha revelado como un factor crucial para un envejecimiento saludable en los hombres. Esta es la principal conclusión de una investigación llevada a cabo en el Reino Unido por la Universidad de Newcastle, que vincula directamente una mayor interacción con el entorno a una reducción notable del riesgo de desarrollar fragilidad a partir de los 65 años. Dicha condición, que merma la capacidad del organismo para recuperarse física y mentalmente de una enfermedad o una lesión, representa uno de los grandes desafíos para la calidad de vida en la tercera edad.

De hecho, los resultados del análisis, que siguió la evolución de más de 2.000 hombres durante un periodo de ocho años, son contundentes y ofrecen una perspectiva esperanzadora. Aquellos participantes que ya disfrutaban de una alta actividad social al comienzo del estudio presentaron un riesgo un 31 % menor de volverse frágiles con el paso del tiempo. Igualmente revelador es el dato de que quienes aumentaron su participación en actividades sociales a lo largo de esos años consiguieron disminuir esa probabilidad en un 23 %.

Por el contrario, el estudio confirma que la soledad y el aislamiento social actúan como aceleradores de la vulnerabilidad en esta etapa vital. Según la investigación, la falta de una red de apoyo sólida aumenta la predisposición a desarrollar esta condición, que compromete la resiliencia general del organismo y su capacidad para hacer frente a contratiempos de salud que de otra manera serían superables.

El poder de las relaciones sociales en la vejez

En este sentido, los investigadores subrayan que para obtener estos beneficios no es necesario realizar hazañas extraordinarias ni cambiar radicalmente de vida. Son precisamente las actividades sencillas y cotidianas las que demuestran un mayor impacto: pasar tiempo con amigos, planear unas vacaciones, leer la prensa en compañía o simplemente salir a comer fuera de casa. Estos hábitos, aparentemente mundanos, refuerzan una red de apoyo que resulta fundamental para la salud, sobre todo si se tiene en cuenta que la fragilidad, según la Sociedad Británica de Geriatría, afecta ya a una de cada diez personas mayores de 65 años.

Asimismo, el trabajo de los expertos británicos sugiere que las ventajas de una vida social plena no se limitan únicamente a la prevención. La participación activa en el entorno podría también desempeñar un papel importante a la hora de revertir la fragilidad ya existente en algunos hombres. Esta posibilidad abre una vía de intervención no farmacológica con un enorme potencial para mejorar el bienestar y la autonomía de las personas mayores, demostrando que las relaciones humanas son una de las herramientas más potentes para envejecer con salud.