Diseño de moda

Andrés Burguera: La vuelta del «otro asesino de Versace»

Para bien y para mal su camino se cruzó con el del diseñador en dos ocasiones: durante una fiesta y cuando se le confundió con su asesino, en el «peor día de su vida»

Andrés Burguera, en una de las fotografías de la revista «Sette Hautestyle» de febrero
Andrés Burguera, en una de las fotografías de la revista «Sette Hautestyle» de febrerolarazon

Para bien y para mal su camino se cruzó con el del diseñador en dos ocasiones: durante una fiesta y cuando se le confundió con su asesino, en el «peor día de su vida».

Cuando uno entra en casa de Andrés Burguera –la que fuera de su abuelo, que él ha reformado a su gusto como piso de soltero–, encuentra a una persona sumamente cercana, hospitalaria, cariñosa y, por encima de todo, positiva, sonriente y feliz, a pesar de que su vida no es plena. Ni la relación con su padre –el gran Andrés Pajares– es la que desearía todo hijo ni su carrera de actor despega, pese a la vis cómica que derrocha para sortear los virajes de la vida. La misma con la que sigue recordando veinte años después «el peor día de su vida», aquel en el que el frío metal de una pistola sin seguro le encañonó la sien aplastado contra el capó de un coche y por su cabeza pasó que «era el final». Todo porque le confundieron con el asesino de Versace, Andrew Cunanan (él, Andrew Pajares para los estadounidenses), que hoy devuelve a la actualidad la emisión en Antena3 de la serie «America Crime Sto-
ry: El asesinato de Gianni Versace».

Andrés Burguera rememora para LA RAZÓN aquel 19 de julio de 1997. Tiene un recuerdo nítido de aquellas cinco dramáticas horas: «Hacía solo unos días que habían asesinado a Versace y había psicosis. Andrew Cunanan era el Bin Laden del momento, lo buscaban “dead or alive” (vivo o muerto) por el asesinato además de otros cuatro hombres. Yo vivía con una amiga en la calle 14, tenía clase de arte dramático, salí, me corté el pelo... La secuencia fue: vi pasar un patrulla de la policía de Nueva York, dieron una vuelta, y otra, a la tercera se bajaron. Me acuerdo perfectamente: dos policías hombre y una mujer, afroamericana, que se dirigía a mí con una foto en la mano, pues entonces no había Ipad. “¿Cómo te llamas?”, me preguntó. Andrew... De repente me dio un fuerte empujón, me tumbó en el coche, me esposó, no te muevas, me gritó, sacó la pistola, me la puso en la cabeza y quitó el gatillo temblando. Vamos, que dudaba si disparar o no».

A partir de ahí, Andrés lo recuerda todo como un episodio de «CSI». Empezaron a aparecer furgonetas negras, le metieron en una y le llevaron a la comisaría que había debajo de las Torres Gemelas. Después de leerle la ristra de cargos de que se le acusaba y sus derechos, le dejaron hacer una llamada. «Pensé, si llamo a mi padre lo mato del susto y entonces me acordé de que en Iberia tenemos un teléfono de emergencias consulares». Fue lo mejor que pudo hacer. En poco más de media hora el vicecónsul y su mujer –«dispuesta a vivir un “Sálvame live”»– se presentaron allí. Mientras ella me acariciaba para darme ánimos, a él podía escucharle echarle un rapapolvo a los policías. Pero a gritos... Recuerdo que pensé qué orgulloso estaba de ser español, qué pena que no funcione todo así. El comisario luego me pidió disculpas por el error y el vicencónsul me aconsejó que no denunciara, que era cierto que estaban dando palos de ciego, pero también que verdaderamente había un parecido. La misma altura, nombre, complexión, peso...».

La peor experiencia de su vida tuvo una compensación entonces –un visado ilimitado para residir en EE UU– y ahora, orgulloso de haber tenido el honor de rendirle homenaje en estos días a Versace, «con el visto bueno de la familia», posando para la prestigiosa revista suizo-alemana «Sette Hautestyle», que también le entrevistó. Una de las camisas de la colección de Versace se la regalaron y mañana se la pondrá para asistir al teatro a un musical que le hace mucha ilusión, el de «Billy Elliot». Es su particular homenaje a uno de sus ídolos, al hombre que conoció en Madrid en la fiesta de un prestigioso cirujano plástico: «Alguna miradita sí me dedicó, pero nada especial, estaba con su novio. Gianni siempre sonreía a todo el mundo».