Moda

El «front row» del Siglo de Oro

En Toledo se puede ver un vestido al parecer donado por Isabel de Valois
En Toledo se puede ver un vestido al parecer donado por Isabel de Valoislarazon

Los motivos por los que «El Quijote» se ha convertido en una obra magna de la literatura universal van más allá de su novedoso realismo fantástico y su influencia en el universo literario. En la obra se retratan con detalle los estamentos, costumbres e indumentaria de una sociedad que se extendía por medio mundo como consecuencia del reinado de los Austrias. Todos estos aspectos de la novela están siendo homenajeados este año con motivo del cuarto centenario de la publicación de su segunda parte. En el caso de la vestimenta, en el viejo continente durante los siglos XVI y XVII «incluso se decía “vestir a la española”», como ha comentado a LA RAZÓN Rafael García Serrano, comisario de la exposición «La moda española en el Siglo de Oro», organizada por el Gobierno de Castilla-La Mancha en el Museo de Santa Cruz de Toledo y de la que se podrá disfrutar hasta el 14 de junio. Pero aunque la indumentaria sea la base, no sólo son tejidos lo que se exhiben, sino también joyas, armaduras, imágenes, calzado (como los chapines españoles que se extendieron por Europa), documentos y obras de arte, siempre con el objetivo de ofrecer una visión lo más completa posible de la indumentaria en aquel tiempo.

La capa, en lo más alto

De esta manera, ésta es una gran ocasión para poder observar en primera persona los majestuosos trajes de los nobles, eclesiásticos y cortesanos representados en las pinturas de la época que tanto hemos visto en los museos, como los cuadros de Tiziano «Retrato de Isabel de Portugal» y el soberbio «Carlos V a caballo en Mühlberg», en la que el emperador luce una imponente armadura, o las efigies de personajes de corte realizadas por Bartolomé González y Serrano. ¿Qué se llevaba en el Siglo de Oro? ¿Qué era tendencia? Así, una de las secciones de la muestra es «El reflejo del poder», en la que se desentraña la vestimenta de los nobles, damas y caballeros de la época, dominada por las capas y los jubones, confeccionados en ricas telas y ornamentados como la ocasión requería. Precisamente la confección y la elaboración es uno de los puntos que se tratan específicamente. Es imprescindible conocer las materias primas incluidas en la indumentaria, las técnicas y la sastrería de la época para poder comprender los vestidos en su conjunto, es decir, saber lo que hay más allá de la simple apariencia. Sin aquellos patrones de vestuario sería imposible pensar en los armarios actuales. ¿Quién dijo que en la moda todo vuelve y es cíclico?

Además, la vestimenta religiosa durante la época de que hablamos es relevante en la exposición, pues es entonces cuando se empieza a crear la estética eclesiástica que se ha trasladado hasta nuestros días, por lo que el visitante podrá reconocer numerosos elementos de los ropajes clericales actuales en los que se enseñan en el Museo de Santa Cruz de Toledo bajo el tema «Monjas, frailes, obispos y príncipes de la Iglesia».

En el mundo de la diplomacia tuvo una especial relevancia la indumentaria. Por esto se dedica un segmento de la exposición a «El traje de corte español». Si hoy entendemos que a un acto oficial hay que ir vestido con la ropa adecuada, en los siglos XVI y XVII la vestimenta para recibir a una figura representativa de una nación estaba aún más definida, pues no era cosa baladí ni se dejaba a la improvisación. Tenemos numerosos ejemplos en la pintura respecto a esto, sobre todo en Velázquez con su retrato de l Conde-duque de Olivares, «Las Meninas», o «La rendición de Breda», cuadro en el que todos los componentes llevan jubones sobre la camisa y cuellos de lechuguilla.

,como señala Rafael García Serrano, «no sólo queríamos mostrar la alta costura, sino toda la indumentaria de otros estamentos sociales y culturales, médicos, estudiantes...». De establecer estas diferencias estamentales mediante el ropaje se encarga una sección de la muestra llamada «Dime cómo vistes y te diré quién eres». A pesar de que los ejemplos pictóricos que hemos mencionado hacen referencia a los niveles altos de la sociedad, realmente el espectro más amplio de la pintura representa a las clases más bajas, y ahí incluimos a Velázquez y sus «borrachos», o la mayoría de la obra de Murillo.

Las grandes potencias siempre han regido la moda de la etapa histórica que dominan. Al igual que ahora llevamos vaqueros, en la Europa de el Siglo de Oro, dominada por la Casa de Austria desde España, el color negro fue el aspecto más significativo que la moda española extendió como la pólvora por el continente. Es, podemos decir sin miedo a equivocarnos, la gran aportación de España al mundo de la moda. Por esa preeminencia española en el mundo en los reinados de Felipe II y Felipe III, las piezas reunidas en esta exposición, más de 270, proceden de distintos puntos de la geografía europea como el Museo del Louvre de París, la Galería de los Uffizi de Florencia, el Kunsthistorisches Museum de Viena o el Museo Nacional do Traje e da Moda de Lisboa. La lista continúa hasta ser 27 las instituciones extranjeras participantes, mientras que las nacionales, entre las que se incluyen el Monasterio Santa María Real Nájera, la Fundación Lázaro Galdiano o el Museo de la Alhambra, son un total de cuarenta. Como se aprecia, la magnitud de la exhibición es enorme, siendo previsibles las palabras de García Serrano de que «tenía la idea de la exposición hacia tiempo», aunque también «hubo que concretarlo en poco tiempo, unos seis meses, con la administración». Las calzas eran prendas abombadas y se completaban con las medias, un lementos indispensable.

En definitiva, en «La moda española en el Siglo de Oro» se podrá observar, como ya hemos dicho, el color negro predominante de los vestidos de la época, la estrechez de las vestimentas para definir las curvas de los cuerpos femeninos que se marcan con cinturas tan estrechas que sólo verlas provoca falta de aire y que se conseguían mediante una estructura de aros para ahuecar las faldas llamada verdugado, los escotes que se alternan con cuellos largos y botonaduras, o el uso de los cuellos de lechuguilla (tan tiesos que obligaban a mantener la cabeza erguida y cuyo tamaño fue aumentando hasta que alcanzó su cénit durante el reinado de Felipe III), transmitiendo todo ésto un aire de solemnidad a la indumentaria del momento, y que ha traspasado la barrera del tiempo ya que hoy todavía se concibe el negro como sinónimo de majestuosidad y elegancia.

Elegantes desde la cuna

Que nadie piense que en el siglo XVI los más pequeños de la Corte no lucían sus mejores galas. Prueba de ello son algunas de las piezas que se pueden ver en Toledo: jubones, calzas y cuellos de una riqueza que deja los ojos de par en par. Los niños, infantes y los ya más crecidos, seguían un código a la hora de lucir sus galas dispuesto por sus progenitores. El color negro, del que ya hemos resaltado su importancia capital, también llegaba al armario de los niños, aunque en menor medida que al de los adultos. Bartolomé González fue uno de los pintores que retrató con más exactitud y detalle el vestuario de la época. Suyo es este impresionante cuadro titulado «Alfonso y su hermana Ana Margarita, infanta de España», de exhaustivo detallismo desde la cabeza hasta los pies.

Quiero esos chapines

Entre chancla y zueco. De color verde rabioso y en terciopelo están diseñados estos elegantes chapines. Este calzado levantaba a la mujer del suelo debido a sus elevadas plataformas.

Dos piernas

Pantalones femeninos procedentes del Museo del Tessuto. (Prato), con la inscripción bordada de «Voglio il core». La prenda es de una enorme delicadeza. Sobre las faldas a veces se vestía una saya entera o un conjunto de jubón y falda

Buena mano

En el siglo XVI los detalles no se dejaban a la improvisación. Buena prueba es este exquisito guante que procede del Museo Cívico de Arte Antiguo de Turín, delicado y realizado en rica tela, como podía ser la seda.