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Esther Doña ,el reinado de la marquesa blanca

Los marqueses de Griñón celebraron el viernes su matrimonio junto a 150 invitados en El Rincón, una de las fincas de Falcó; Rosa Clará le hizo dos vestidos a la novia para la ocasión y Pitingo amenizó la velada

Esther Doña ,el reinado de la marquesa blanca
Esther Doña ,el reinado de la marquesa blancalarazon

Los marqueses de Griñón celebraron el viernes su matrimonio junto a 150 invitados en El Rincón, una de las fincas de Falcó; Rosa Clará le hizo dos vestidos a la novia para la ocasión y Pitingo amenizó la velada

La marquesa consorte de Castel Moncayo y de Griñón, Esther Doña, recibía anoche en la finca El Rincón, donde se celebró la fiesta post boda secreta con Carlos Falcó, a sus más de 150 invitados con un traje nupcial blanco que pasadas unas horas se cambió por otro, también blanco. Los tres hijos mayores de Falcó, Manolo, Sandra y Tamara, no pudieron acompañar a su padre y al Rey Emérito, compañero de estudios del marqués en Las Jarillas, le resultó imposible llegar porque aterrizaba en Madrid a las ocho de la tarde procedente de Canadá, donde acaba de ganar su primer título mundial de vela.

Carlos Falcó, 80 años, cinco hijos, tres ex mujeres, dos palacios, una finca en fideicomiso, dos perros –un golden retriver y un teckel– y tres títulos nobiliarios, y Esther Doña, 39 años, con dos pisos alquilados, sin hijos, dos ex maridos y un perrito maltés llamado Tiffany, son los nuevos protagonistas de la crónica social. Ellos, como el «Cholo» Simeone, van pasito a pasito. El marqués es un caballero que no quiere dejar desprotegida a su mujer por lo que le pueda pasar en un futuro sin él. A pesar de lo que su hijo pequeño, Duarte, comentaba a este diario sobre la diferencia de edad de la pareja: «La edad cronológica de mi padre no se corresponde con su edad mental». La realidad es que los señores de Falcó se llevan más de 40 años de diferencia y de ahí que casarse no resulte baladí. Al poco de formalizar su noviazgo firmaron los documentos que les acreditaban como pareja de hecho y un fin de semana del mes de julio, en secreto y por la autoridad que le confería al alcalde del pueblo Aldea del Fresno, localidad a la que pertenece El Rincón, lugar de la celebración, se casaban por lo civil.

Dado el secretismo de esa forma de proceder, los hijos, familiares y amigos se perdieron la oportunidad de disfrutar de la boda. Dos meses después de contraer matrimonio lo han compartido con sus allegados. A las siete de la tarde con traje de gala entraban los primeros invitados. Falcó, con chaqué, y Doña, con un vestido blanco nupcial con una abertura tan pronunciada que el lucido por Angelina Jolie en los Oscar de 2012 se quedaba corto, recibían a los invitados. El modelo es de Rosa Clará, la diseñadora catalana es una de las amigas invitadas por parte de la novia y la conoce tanto que solo necesitaron dos pruebas en el atelier de Barcelona para dejarlo perfecto. La madre de la Marquesa de Griñón, Marían Morales, también vestía de la diseñadora con un traje largo de muselina y pedrería de color azul cobalto, que ella lucía como una «influencer», ya que no estará en las tiendas hasta el año próximo. Después de cantar Pitingo y antes del baile, Doña se cambió de atuendo por otro Rosa Clará más sexy aún, al lucir la espalda casi desnuda, ideal para moverse al son del flamenquito del grupo Sinmesura que su amiga Carmen Martínez-Bordiú, otra de las invitadas, les recomendó. «Me parece estupendo que se hayan casado. Ella es encantadora y él está hasta más joven», afirma.

Escote pronunciado y espalda al aire

Para recibir a los invitados, Doña le pidió a Rosa Clará un vestido nupcial blanco con falda larga en crepe de seda con una sugerente abertura delantera (izq.) porque la marquesa puede lucir piernas y escotazo. El traje era de manga larga y el cuerpo transparente en encaje con hondas de chantilly, bordado con pedrería y el escote pronunciado en uve, igual que la espalda. Después de la cena se cambió a uno también blanco en crepe de seda, pero esta vez con el escote tapado por un cuello halter y con la espalda casi al descubierto, tan solo ribeteada por unas tiras bordadas en pedrería (dcha.).