Somalia

100x100 Franco

Donde el Estado se ausenta, surge la tentación personalista, un virus que enferma a las democracias occidentales desde los años 50 del siglo pasado, cuando la IV República francesa se vio sacudida por la UDCA, un movimiento que enseguida fue conocido por el nombre de su fundador y único líder, un tendero atrabiliario llamado Pierre Poujade. El poujadismo aprovechó el socavamiento que las últimas guerras coloniales, Argelia e Indochina, estaban produciendo en el país para trepar hasta casi el 15 por ciento de los votos, cosecha asaz estimable aunque cinco veces menor que el 67,51 por ciento logrado en las pasadas municipales por la plataforma La Línea 100x100 junto a la verja del Peñón: más de dos tercios de los linenses, o sea, desesperados porque los partidos tradicionales los dejaron a su suerte, que allí es nefasta por la ocupación instantánea que el narcotráfico y otras mafias hacen de cada hueco que las instituciones abandonan. Ha revivido allí, mira por dónde, un franquismo de nuevo cuño por la adhesión de sus paisanos al alcalde, de nombre Juan y apellido Franco, que se ha descolgado con la gansada de convertir la villa fronteriza en ciudad autónoma. Encaramado a esa mayoría absolutísima, con 21 concejales adscritos a su formación de 25, ha debido el don marearse. Cosas del mal de altura, claro, pero también riesgos de haber permitido que el Campo de Gibraltar se convierta en una especie de Somalia andaluza, un territorio invivible en el que la única ley que impera es la de la selva. Sus habitantes, hartos de estar hartos, se echaron en su momento en manos del GIL y hoy se entusiasman con cualquier ocurrencia, incluso con el desafío secesionista de este edil periférico que sabrá Dios las intenciones que alberga, la naturaleza de sus apoyos o el verdadero origen de su enorme popularidad.