Bruselas

300 puntos. «Galleguismo político»

«No descarten que alguna escuela de negocio estudie en el futuro la estrategia»

La Razón
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Con un déficit público que había alcanzado ya el 10,6% del PIB (un 7,1% si se excluye el dinero del rescate bancario), la Unión Europea necesitaba de un nuevo anuncio efectista del Gobierno español. Únicamente un anuncio tal serviría de coartada al permiso de Bruselas para permitir un nuevo retraso en reducir el déficit público español al 3%.

El anuncio «balsámico» para que Europa transija de nuevo con un retraso español en el calendario de déficit se ha producido tras la reunión del Consejo de Ministros del pasado viernes. Un anuncio que tiene mucho de mediático pero, sobre todo, de calculado efecto mediático.

Y es que hay un mérito muy poco visible que se le debe atribuir a este Gobierno, un mérito muy sutil del que no puede alardear por su propia naturaleza tramposa.

Los economistas –a toro pasado– reconocemos que entre las causas de esta Gran Recesión está haber aceptado la «Hipótesis de las expectativas racionales». En su virtud se aceptaba que los mercados, en cada momento, eran globalmente capaces de descontar de manera correcta todo lo que iba a ocurrir. En otros términos, que era imposible manipular las expectativas de los mercados con mensajes interesados en provocar tal o cual efecto que no respondiese a los «fundamentales» macroeconómicos, es decir, a indicadores económicos sólidos.

El ministro De Guindos ha tomado buena nota de esto y las diferentes instituciones europeas, también. El caso paradigmático que pasará a la pequeña historia de la política económica fue la frase del presidente del BCE, Mario Draghi, en julio del año pasado y en plena crisis de la prima de riesgo española cuando afirmó: «El BCE está dispuesto a hacer todo lo necesario para preservar el euro y, créanme, será suficiente». Efectivamente, fue suficiente y hoy la prima de riesgo española está en los 300 puntos básicos.

A esto también contribuyó la frase del presidente del Gobierno en diciembre del año pasado cuando, hablando sobre una posible petición de rescate, afirmó:«Hoy no lo necesitamos; si lo necesitamos, lo usaremos». Otro ejemplo de «galleguismo político» que tuvo la virtud de desconcertar a los especuladores financieros que jugaban a tomar posiciones en corto para forrarse a costa de la debilidad de las finanzas y los títulos de deuda españoles. No descarten ustedes que alguna escuela de negocio –quizá la misma a la que estuvo vinculado el ministro De Guindos– estudie en el futuro algo así como «la estrategia del galleguismo político en el funcionamiento del mercado de capitales». Aunque parezca cómico, no lo es, créanme.

Que la prima de riesgo española esté en 300 puntos básicos era algo verdaderamente impensable hace apenas un año y menos aún en el día de hoy con un déficit público superior a los 100.000 millones de euros y más de seis millones doscientos mil compatriotas que quieren trabajar y no pueden.

Lo del Consejo de Ministros del viernes pasado entra de nuevo en el «galleguismo político». Atendiendo a la demanda de Bruselas, el Gobierno anunció un nuevo «paquete de reformas», consiguió la atracción del foco mediático y lo que acabó presentado como «Programa de Reformas de 2013» no fue otra cosa que la parte anual del preceptivo informe que tiene que remitir todos los años a Bruselas.

Efectivamente, ese informe no es otro que la actualización del Programa de Estabilidad y Crecimiento (2013-2016) que han tenido que remitir a Bruselas todos los países que en 1997 firmaron el Pacto de Estabilidad y Crecimiento Económico en Amsterdam.

El problema es que ante la grave tozudez de un paro que no cesa de crecer y que esta semana nos servía la EPA en barra de hielo hasta el 26,7% de desempleo, explicar la importancia de mantener la prima de riesgo a raya, no deja de sonar a frivolidad de analista económico.

La banca española ha elevado sus depósitos hasta el nivel que tenía en 2012 y el desapalancamiento de las empresas privadas ha reducido su deuda a niveles de 2006. Es posible que en un año los bancos tengan fondos prestables reales (los que proceden del BCE son una ficción para comprar deuda pública y ganar dinero sin arriesgar). Posiblemente ése será un buen punto de partida para la remontada. Mientras tanto, el «galleguismo político» aplicado a los mercados sólo sirve para aplacar las iras de la prima de riesgo (que es mucho), pero no para impedir que se siga destrozando empleo.