Lebrija

Arden billetes

La Razón
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Todos los fuegos, el fuego. En el mundo de desasosegante fantasía de Julio Cortázar, cualquier llama que prenda sobre la Tierra es hija de la misma chispa y puede llevar razón el genio, que no en vano procede de un país, Argentina, que ha hecho del incendio un arte. En las villas, los asentamientos chabolistas de Buenos Aires, son frecuentes las denominadas «quemas» de infraviviendas por parte de las mafias que luego manejan el pingüe negocio de las ayudas sociales en concomitancia con el poder político (corrupto hasta el tuétano) y las delictuosas patotas sindicales. Arde Galicia asolada por muchos fuegos, un solo fuego en realidad para darle la razón al autor de Rayuela, provocado por la mano criminal de quien no duda en cobrarse vidas, cuatro ya, para alcanzar sus propósitos bastardos. Si esto no es terrorismo, se le parece mucho. Y arde también la cosecha de algodón en Lebrija, cuyo ayuntamiento ya ha activado el protocolo para obtener indemnizaciones a través de la Consejería de Agricultura. En tiempo récord, antes de conocerse, siquiera de intuirse, las causas del mismo. ¿Medió la mano del hombre? En cuyo caso, ¿de quién y para qué? Son preguntas que formula la compañía de seguros más modesta para intervenir ante cualquier siniestro, por insignificante que sea. Cuando el pagano es la Administración, usted y yo, se libran fondos con la prodigalidad de quien es generoso con la cartera ajena. Es muy probable que el calor renuente a amainar en este sofocante e interminable «veroño» esté tras la catástrofe lebrijana pero nunca es recomendable llegar a conclusiones precipitadas cuando hay tanto dinero en juego. Tienen prisa, ay, el alcalde y el consejero por retratarse junto a los beneficiarios del cheque que están deseando firmar.