Andalucía
Camareros con aspiraciones
o hay mejor ejemplo del espíritu socialdemócrata que el de un camarero mondo y lirondo. Para evidenciarlo, basta con ir a un restorán y preguntar a los señores de uniforme. Quien sirve, además de aspirar a ser el cliente, no le mostrará ningún respeto en lugar de exigirle respeto mutuo. Puro igualitarismo. Así describía Julio Camba al barman estadounidense de principios del siglo pasado, un perfil que encaja con el de principios de este siglo en Andalucía, la tierra del camarero y de la socialdemocracia. Así como el camarero aspira a ser cliente, el político socialdemócrata aspira a ser rico en el tránsito que va del socialismo de la campiña al del barrio molón, del socialismo de la industria y la mina al de la pizarra y la tiza. El Congreso de los Diputados se ha llenado en las últimas legislaturas de profesores. Pregúntenles a ellos. Casi todos han sido antes camareros y pocos no aspiran a ser ministros, aunque sea la mera cartera de Vicepresidencia. La izquierda parlamentaria, en tanto se aguarda al asalto a los cielos, ha centrado esta semana la crítica hacia la ministra de Empleo, Fátima Báñez. En la disputa del discurso, algo que estaba viéndose venir, PSOE y Podemos rivalizaron a ver qué grupo cuestionaba con menos respeto por lo mismo a la ministra de San Juan del Puerto. Y allí, en el escaño, se cuadró Báñez para responder a base de decibelios. Van para siete los años que suma la onubense al frente del empleo, un terreno más cenagoso que florido. Pero Báñez no es ya aquella novata del Ejecutivo a la que Celia Villalobos escoltaba allá por donde iba en sus inicios. Ya no tartamudea, ha retorcido el talante y le sobra hasta el micrófono. Cuando aspire a vivir en San Telmo, querrá hacerlo con un currículo prieto. Otros son camareros.
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