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Cine con olor a incienso

“Por la gracia de Dios” de Taifeller se estrenó hace 40 años con la mitad del público en pie aplaudiendo y la otra abucheando indignado

En la galería, la directora Marta Díaz de Lope Díaz durante el rodaje de «Mi querida cofradía»; Eduardo Noriega en «Nadie conoce a nadie»; el cartel de «Gracias a Dios»; e imagen de «Por la gracia de Dios»
En la galería, la directora Marta Díaz de Lope Díaz durante el rodaje de «Mi querida cofradía»; Eduardo Noriega en «Nadie conoce a nadie»; el cartel de «Gracias a Dios»; e imagen de «Por la gracia de Dios»larazon

“Por la gracia de Dios” de Taillefer se estrenó hace 40 años con la mitad del público en pie aplaudiendo y la otra abucheando indignado

Quedan muy lejanos los tiempos en los que por estas fechas regresaban a la cartelera grandes epopeyas que ensalzaban el cristianismo de un modo u otro. «Rey de reyes», «Ben-Hur» o «La túnica sagrada» forman parte del imaginario colectivo de generaciones de españoles que saben de sobra lo que es tener el pelo (en caso de que lo haya) canoso. Pero los tiempos cambian una barbaridad y en esta Semana Santa el estreno más destacado es una película que por su título («Gracias a Dios»), cartel y la fecha de estreno elegida (Jueves Santo) podría hacer pensar al público que se trata de la más apropiada para estas fechas; sin embargo, lo que su director, el francés François Ozon (uno de los mejores de su país) narra es la historia de un sacerdote de la diócesis de Lyon acusado en 2016 por abusar de decenas de niños.

Unos días antes, en los días previos al Viernes de Dolores se ha podido ver en diversas ciudades de toda España el documental que el productor antequerano Juan Lebrón estrenó en 1992, «Semana Santa». Para su realización contó con un equipo absolutamente de lujo: el asesoramiento de Carlos Colón, la banda sonora de Antón García Abril, la fotografía de José Luis Alcaine y la dirección de Manuel Gutiérrez Aragón; en definitiva, lo mejor del cine español del momento. Este título fue, junto a «Sevillanas» y «Flamenco», ambas dirigidas por Carlos Saura, una de las grandes apuestas de este emprendedor, cuya infancia en un cine de Antequera entronca con la del protagonista de «Cinema Paradiso». Por desgracia, su empeño por grandes producciones en las que no dudó en rodearse de los mejores (por ejemplo, el prestigioso director de fotografía Vittorio Storaro, ganador de tres Oscar, uno de ellos por su trabajo en «Apocalypse Now») no solo no contó con los apoyos suficientes sino que también fue objeto de incomprensiones, truncando la expansión de quien habría podido ser uno de los productores andaluces de mayor trayectoria. Ahora ha regresado a las salas con una copia restaurada con las más novedosas tecnologías para que las nuevas generaciones puedan disfrutar de las imágenes y sonidos de la Semana Santa sevillana.

Otro título convertido en clásico es «Por la gracia de Dios», del director y productor malagueño Carlos Taillefer, una de las voces más críticas con el devenir del festival de cine de su ciudad. Este documental sobre la Semana Santa de Málaga se estrenó hace algo más de 40 años, efemérides que sirvió para que volviera a proyectarse en diversos foros. Su estreno tuvo lugar en la Semana Internacional de Cine de Autor de Benalmádena y logró congregar a más de 1.000 personas en un pase muy controvertido: la mitad del público se puso en pie para aplaudir y vitorear a su director mientras que el mismo porcentaje de espectadores se levantó indignado para abuchear e increpar a Taillefer por su planteamiento crítico con la Semana Santa malagueña.

En Sevilla, la cineasta Pilar Távora también aportó su mirada personal al mundo de las cofradías en tres documentales realizados en sus inicios como directora en los años 80: «Andalucía, entre el incienso y el sudor», «Sevilla, viernes santo madrugada» y «Costaleros». Tenían planteamientos diferentes pero todos compartían el denominador común de mostrar un punto de vista antropológico o sociológico. El tercero, el único en el que su autora recurría a un texto, se centraba en los costaleros profesionales en oposición al modelo de hermanos costaleros que se imponía. Tal como pretendía su directora, la intención de sus documentales era realzar el fundamental carácter popular, festivo y de sentimientos por encima de prácticas religiosas y el contraste de las dos Sevillas: la de parihuela hacia arriba y parihuela hacia abajo. Su interés en la Semana Santa perdura y años más tarde, en trabajos para televisión como «Cavilaciones», sobre la historia y el origen del flamenco, o «De año en año», sobre las fiestas populares, volvió a poner su mirada en la Semana Santa, siempre desde el respeto a cualquier forma de vivirla aunque lo que a ella más le importara fuera resaltar su faceta popular, festiva y laica a partir de un análisis social, de pertenencia a la cultura andaluza y de tradición.

Hace algo más de dos décadas el jerezano Javier Bonilla se dio a conocer con su novela «Nadie conoce a nadie», en la que tomaba la Semana Santa sevillana como escenario de una trama en la que jugadores de rol, fascinados con la secta japonesa Verdad Suprema, causante del ataque con gas sarín en el metro de Tokyo en 1995, sembraban el pánico en la Madrugá sevillana. La novela fue adaptada al cine por Mateo Gil, por entonces guionista habitual de Alejandro Amenábar, que debutó con esta película coproducida por el cordobés, aunque de origen jiennense y asentado en Sevilla desde hace varias décadas, Antonio Pérez.

En los últimos años, y en clave de comedia, se realizaron dos películas con la Semana Santa de telón de fondo. Además de los nazarenos que aparecen en el cartel, en «El mundo es nuestro», del sevillano Alfonso Sánchez, el atraco a una sucursal bancaria coincide con una procesión que pasa por la misma puerta, con todo lo que ello conlleva, lo que da pie a algunos de los momentos más hilarantes de la película. Más recientemente, la rondeña Marta Díaz de Lope Díaz abordó, con notable ingenio, el papel de la mujer en una Hermandad en «Mi querida cofradía», rodada parcialmente en su localidad natal.