Andalucía
Con él llegó el escándalo
Tranquilícense que no les voy hablar de Puigdemont. Con este titular tan cinematográfico voy a referirme al escándalo que ha organizado Harvey Weinstein, importantísimo productor de Hollywood. Si todos, o simplemente uno solo de los delitos que afirman que ha cometido fuesen verdad, y además se pudiesen probar, me parecerá magnífico que todo el peso de la ley recaiga sobre el desaprensivo magnate del cine. Estos casos en los que están involucrados millonarios con gran poder y estrellas del cine es un tema que da alimento informativo a todos los medios, al tiempo que se suben al carro cantidad de personas. Unas que efectivamente han sufrido acoso, otras que tienen la oportunidad de salir de nuevo a la luz de los focos y otras que han sido las acosadoras de personajes, como éste, para conseguir una oportunidad. El tema del acoso –no hablamos de violación ni de actos violentos– tiene su componente subjetivo. Estamos otra vez en la delgada línea que separa la grosería y la presión delictiva del piropo, la coquetería y el intento de ligar. Porque incluso el decorado donde se producen estos actos cambia totalmente los hechos. No es lo mismo estar en la sala de espera de un dentista a la diez de la mañana, que aparezca otro paciente, se siente a tu lado y, sin dejar pasar ni el aire entre ambos, te diga: «Me has quitado el dolor de muelas, tanto que no me importaría comerte a bocaditos suaves». Otro caso. Son las tres de la mañana, estamos en una discoteca, ves a una joven sola en una mesa, te acercas, saludas, preguntas si está sola, te contesta que venía con otras amigas pero que han ligado y se han marchado y contestas que han tenido mal gusto, porque no hubieses tenido dudas en tirarle los tejos a la solitaria joven. Considerarlo acoso sería romper las reglas del juego de los acercamientos entre parejas. En estos casos, el listón de algunas personas se pone con unas exigencias que harían imposible la natural convivencia y machacaría las libertades obtenidas para hombres y mujeres de poder tener encuentros, incluso sexuales, siempre consentidos por las dos partes, sin que medie más que un ligue casual. Saben que me gustan las segundas partes y el tema lo merece, así es que mañana más.
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