Lucas Haurie
De la moqueta a la caridad
La alusión de Pilar Sánchez a, textualmente, las hermanitas de la caridad como única alternativa de subsistencia a un dedazo del partido es mucho más que una anécdota. Es un acto fallido que sería tomado por cualquier psicólogo principiante como la explicitación del pánico al desamparo extrapresupuestario que padece nuestra casta política. La ex alcaldesa de Jerez, que en malísima hora para las finanzas municipales agarró el bastón de mando, tiene al parecer un puesto de funcionaria del que vivir pero esta gente contempla su expulsión de la mamandurria como un viaje a «terra incógnita» con segura caída a las simas abisales de la nada. En efecto, muchos conmilitones de la señora Sánchez (ahorraremos nombres) no tendrían más opción que recurrir a la beneficencia si por desventura hubiesen de vivir de sus capacidades profesionales en el sector privado. Tragedia recurrente en la mayoría de los cuadros de todos los partidos. ¿Qué debería hacer un ex gobernante derrotado en las urnas al que la Junta no recoloca en otra canonjía? Pues buscar trabajo, posibilidad que de entrada descartan quienes consideran que la Administración pública es su cortijo. A las hermanitas de la caridad acuden a diario miles de jerezanos después del mandato de doña Pilar, esa plaga bíblica. Por cierto, que estas monjas atienden a los menesterosos incluso si simpatizan con el Ejecutivo cuyo portavoz reduce a la condición animal a los prelados de la Iglesia. Y ni siquiera le exigen un acto de contrición por sus pecados.
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