Tribunales

De todo menos fea

La Razón
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Luis Oliver, el empresario que se inventó al mejor Xerez Deportivo de la historia y que ahora intenta salvar al Córdoba del descenso a Segunda B, es un personaje heterodoxo que no desentona, o al menos no empeora a la media, en el mundo del fútbol. En su breve paso por el Betis, donde sus aciertos superaron con mucho a sus errores, aunque jamás se lo vayan a reconocer, chocó con Mercedes Alaya, quien instruía con sus peculiares modos una causa contra Manuel Ruiz de Lopera que ha desembocado en la nada más absoluta y absolutoria. De «nazi» y «loca», al calor de una tenida con peñistas, tachó el dirigente balompédico a la magistrada, sin que el asunto fuese más allá de una amonestación por desacato debido al arrepentimiento del reo. Y fíjense si eran pesados los descalificativos. No valoró Oliver las gracias físicas de Alaya, que en privado pondera con admiración, y ello lo libró de una condena más severa, a tenor de la última parida judicial: un juzgado de la Contencioso Administrativo acaba de confirmar la sentencia a un mequetrefe que la insultó a la voz «fascista» e «inquisidora», dos de las acusaciones más hirientes que pueden proferirse contra la independencia de un juez, ya que le reprocha su sometimiento al poder político y al poder religioso. Sin embargo, la circunstancia agravante recae sobre el epíteto «fea» por considerarlo «violencia machista de baja intensidad». Se puede, por tanto, vociferar cualquier barbaridad contra un togado excepto si es togada y se le niega la guapura. Porque, según este nuevo feminismo que se confunde, a fuer de hiperprotector, con el paternalismo más rancio, una mujer adulta y en la cima de su profesión no está intelectualmente preparada para soportar sin traumas que alguien dude de su belleza u opine que tiene el careto pocho.