Sexo

El amor no tiene edad

Al menos eso dicen las canciones románticas. Leía en un dominical un amplio artículo sobre la sexualidad en pareja. Formaban parte de este trabajo unos mensajes exponiendo experiencias. Una señora contaba que tenía desde hacía un tiempo un amante joven. Su marido, que le doblaba la edad, era generoso, encantador y cariñoso, pero a la hora de la intimidad no soportaba ese color de la piel de los ancianos, con sus incontables venitas azuladas y el roce con la piel de gelatina. Ella necesitaba sexo, pero con alguien que le gustara. No les voy a contar la respuesta de la experta. Les contaré una historia cierta que le serviría a la esposa apesadumbrada por sus infidelidades. Un amigo que se enamoró locamente de una joven miss, a pesar de su amplia experiencia en estos casos, decidió dar el salto de tener aquella belleza de mujer en un status que de forma elegante llamaremos «protegida», al de esposa. Recuerdo que en aquel momento el citado amigo me preguntó qué me parecía el cambio en las relaciones con su amada, a la que había encontrado grandes virtudes durante la convivencia. Le contesté que en estos casos es inútil dar opinión si no es para adherirse a la causa. Me insistió y entonces le conté una especie de cura que yo tengo para estos temas: en mi vestidor hay un gran espejo. Cuando alguien que me gusta mucho –que suele ser gente muy joven– me habla de amor, de la pasión incontrolable que he despertado en su persona, me acerco al espejo del vestidor desnudo y, a pesar de la amabilidad de los comentarios, comprendo que no hay que engañarse y que algo pretenderán que no es precisamente amor. Por supuesto no le gustó mi argumento. El tiempo empezó a soplar en plan de levante muy fuerte en el estrecho para la pareja, que ya había tenido descendencia y ahora el desenlace está en los tribunales. No siempre tienen que tener este fin las historias de amor. Lo cierto es que el amor no tiene edad, pero muchas veces sí tiene fecha de fin en el calendario.