Sevilla
El caladero sanitario y las (incómodas) pancartas
Susana Díaz ha reconocido públicamente que la sanidad le ha dado los mayores dolores de cabeza de la legislatura. No lo dijo con estas palabras pero lo dejó caer con términos parecidos en una de sus intervenciones en el XIII Congreso regional del PSOE que se celebró en julio del año pasado en Sevilla. Hay motivos. En ese momento parte de la anterior cúpula del SAS había presentado su dimisión tras ser invitados a ello siguiendo el protocolo de actuación que se sigue en estos casos; el ex consejero de Salud Aquilino Alonso había salido despedido en la primera curva (la remodelación de gobierno que siguió al batacazo de las primarias socialistas); y las manifestaciones masivas capitaneadas por Jesús Candel, «Spiriman», comenzaban a amansarse después de una contestación intensa. Con todo, la sanidad, que obligó a Susana Díaz a intervenir directamente en la crisis de la fusión hospitalaria de Granada, seguía teniendo ese julio de Congreso un infausto recuerdo. Seguía teniéndolo y lo sigue teniendo en San Telmo por mucho que se repita la muletilla de la «joya de la corona». La crisis ha pasado por la sanidad –en Andalucía y en el resto de comunidades– en forma de recortes que han soliviantado a los pacientes, pero sobre todo a un colectivo de sanitarios que hasta ahora había aguantado con paciencia de Santo Job. El problema está latente. Y al calor de ese descontento se han lanzado en busca de rédito los partidos políticos. El primero fue el Partido Popular, hasta el punto de haber sustituido la ración diaria del caso de los ERE por las deficiencias en el terreno sanitario. La última ofensiva se dirige a conseguir la equiparación salarial con la media de las comunidades autónomas, una iniciativa que desdeñan en la Junta entre otras cosas porque obligaría a aumentar el capítulo uno de la sanidad en un 80 por ciento. Podemos también ha olido la debilidad ahora que el runrún electoral afina la pituitaria. Esta formación acaba de presentar una campaña con el eslogan «Por nuestra salud, defendamos lo público» que ya han puesto a rodar por las redes sociales y que llevarán también a pie de calle con el reparto de folletos, carteles y recetas. Nadie –la Junta tampoco– es ajeno a que la sanidad y la educación suponen el gran caladero en el que pescar en estos tiempos revueltos: en torno a 200.000 personas en plantilla que multiplicadas por el factor de arrastre familiar directo suponen holgadamente más de medio millón de votos, la mitad del resultado que obtuvo el PP en las autonómicas de 2015 y un tercio del resultado del Partido Socialista.
Hay por tanto inquietud en los partidos andaluces por atraerse este apoyo, y hay inquietud también en la Junta por tapar la hostilidad y las pancartas. Como muestra un botón: Susana Díaz acudió el miércoles al hospital de la Merced de Osuna para conmemorar su 25 aniversario. Pero no entró por la puerta principal donde la esperaban miembros de la plataforma «Médico 24 horas» de la Sierra Sur sevillana, sino por una puerta secundaria donde la Policía ya había acordonado reglamentariamente la zona. Al final Susana Díaz dribló a los manifestantes y consiguió una foto sonriente junto a facultativos del centro en una escalera, pero la procesión y el malestar van por dentro. La sanidad sigue siendo un dolor de cabeza para Susana Díaz y una oportunidad para la oposición que quiere pescar en río revuelto.
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