Política

Agricultura

El campo se hace viejo: uno de cada cuatro agricultores está en edad de jubilarse

Las ayudas a jóvenes para implantarse no están logrando el relevo generacional y solo el 10% tienen menos de 40 años

La agricultura y la ganadería tienen en torno a un 70% de mayores de 50 años como titulares de las explotaciones / Foto: LA RAZÓN
La agricultura y la ganadería tienen en torno a un 70% de mayores de 50 años como titulares de las explotaciones / Foto: LA RAZÓNlarazon

Las ayudas a jóvenes no están logrando el relevo generacional y solo el 10% tienen menos de 40 años

«El apoyo de la UE a los jóvenes agricultores debería estar mejor orientado a favorecer un relevo generacional eficaz». Esa afirmación no es una opinión, si no el título-conclusión del informe especial que el Tribunal Cuentas de la Unión Europea elaboró sobre las ayudas que concede a menores de 40 años para iniciar su actividad en el campo. El envejecimiento de agricultores y ganaderos es una evidencia que no ha mejorado pese a la inversión para revertirla. De las alrededor de 239.000 explotaciones que hay en Andalucía, la mitad de sus responsables tienen más de 55 años, según datos extraídos de las solicitudes de ayudas de la PAC, facilitados por Asaja. En concreto, en 65.000 de ellas, los titulares han alcanzado la edad de jubilación; en la próxima década, otros 60.000 la superarán. Eso significa que la mitad de las explotaciones deberían asumir un relevo, cada vez más complicado pese a las subvenciones que se llevan concediendo desde hace años.

El presupuesto total de la UE asignado al apoyo a los jóvenes agricultores europeos durante el período 2007-2020 es de 9.600 millones de euros. En el período 2007-2013 se destinaron 3.200 millones, un importe que se duplicó hasta los 6.400 millones entre 2014 y 2020. Andalucía es una de las siete regiones más beneficiadas por esta medida, que contempla pagos de entre 25.000 y 70.000 euros. Un dinero suficiente a priori para impulsar el arranque de nuevos agricultores que no está teniendo el impacto deseado.

La realidad ofrece diferentes caras: por un lado, el presupuesto consignado por la Junta, que es quien gestiona las ayudas, se ha agotado en las últimas convocatorias. En 2015 y 2016 se repartieron 168 millones entre 2.700 jóvenes, que presentaron sus proyectos. La convocatoria de 2018 dispone de 30 millones de euros dispone. De las precedentes, según los últimos datos a cierre de 2017, se habían ejecutado algo más 40 millones. Precisamente la tardanza en pagar el dinero concedido –entre 25.000 y 70.000 euros dependiendo del proyecto– es la principal traba que señalan tanto desde Bruselas como los propios beneficiarios. El informe de la UE detalla que «en Andalucía entre 2007 y 2013, los solicitantes tuvieron que esperar una media de 17 meses para la aprobación de los proyectos (plazo muy superior al límite de seis meses establecido por la autoridad de gestión)». Lo corrobora José Fernando Robles, técnico de Asaja. «Las ayudas llevan aparejadas una excesiva burocracia. Desde que se solicita hasta que la aprueban puede transcurrrir casi un año –detalla–. Hay mucha gente que se queda en el camino. Y hasta que recibe el primer pago, del 50%, se retrasan en total dos años».

«Existen muchos controles y muy poca flexibilidad para hacer cambios en el proyecto empresarial», explica. En esta reflexión coincide también con Gema Florido, ingeniera de montes de 26 años. «Mi idea es instalarme para quedarme como ganadera, pero hay veces que la cosa va tan mal que se te quita de la cabeza. Tengo mucha carga de trabajo y los precios no siempre llegan para cubrir gastos y tener un sueldo». Su familia lleva cuatro generaciones dedicada a las explotaciones ganaderas. Ovejas, cabras, vacas. Cambiando en función de los tiempos y del mercado. Hace dos años le aceptaron la ayuda y ahora va a solicitar el segundo pago, del 25%. Ya recibió un 50%. «Te obliga a estar cinco años manteniendo el mismo proyecto, no puedes cambiar de ganado o de cultivo. Para arrancar es fantástica porque te permite no tener deudas, pero es un negocio estático». Sobre los mitos de la vida en el campo, Florido matiza que «de relajarte poco, la verdad. Te imaginas como Heidi y es más un despacho. Tienes que estar a todo, también a pie de campo porque si no, no te enteras, y todo tiene mucho papeleo».

Bruselas apunta sobre la aplicación de esta medida: «La conclusión general es que el apoyo de la UE a los jóvenes agricultores se basa en una lógica de intervención mal definida». El resultado es que después de una década de implantación de las ayudas, los jóvenes suponen solo el 10% del peso de las explotaciones ganaderas y agrícolas.

El impuesto de sucesiones es otro de los motivos que ha frenado el relevo generacional, según Asaja. El recargo por traspasar las tierras de padres a hijos provocaba que realizaran un argucia, ponerla a nombre de los nietos, para eludir el grueso del impuesto. Esta situación se solventó con los cambios normativos aprobados el año pasado.

Jubilarse o sobrevivir

Esta ganadera de cuarta generación aporta una de las claves del fracaso del relevo generacional: las pensiones mínimas que les dan a los que se jubilan. «Han cotizado en el régimen especial agrario y muchas veces se ven en la obligación de continuar trabajando. Eso es uno de los impedimentos para que no se produzca», explica. E influyen también los impuestos. «Si eres un agricultor jubilado y arriendas tu explotación, muchas veces tienen que pagar tanto en tributos que no le merece la pena declarar esos alquileres. Y si no arriendas, ¿cómo va a iniciar alguien un negocio?».