Crisis económica

El gasto de los ricos, el gasto de los pobres

La Razón
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Desde 2008, la desigualdad en el ingreso de los hogares españoles ha aumentado. En particular la caída de la renta de los hogares más «desfavorecidos» ha sido superior a la que han tenido las familias con mayor ingreso. Sin embargo, cuando la desigualdad se mide en términos de consumo, esta ha disminuido entre 2007 y 2015. La afirmación anterior procede del documento «Caída de la desigualdad en consumo: El caso de España durante la crisis» publicado por el servicio de estudios del BBVA por Miguel Cardoso (economista jefe de este grupo) y Myriam Montañez. Una lectura rápida de lo anterior podría aliñar nuestra cotidiana charla de café con el lugar común de que, incluso cuando vienen mal dadas, en España no dejamos de gastarnos todo lo que tenemos en el bolsillo. Somos, en definitiva, un país muy poco ahorrador. Sin embargo, como toda conclusión apresurada, esta también admite matizaciones incluso hasta desmentidos. Necesitamos poner nuestro comportamiento en perspectiva con otros países de nuestro entorno económico y cultural. Por ejemplo, la oficina de estadística de la Unión Europea –Eurostat– ofrece para una lista de 16 países miembros, el porcentaje de la renta disponible que las familias destinaban al consumo en 2010, esto es, en plena «gran recesión». Accedí a esta estadística gracias a la recomendación del profesor Luis Antonio López Santiago, experto en medidas de desigualdad. Las familias aparecen clasificadas por nivel de renta, desde el 20 por ciento de las familias con menos renta (primer quintil) hasta el 20 por ciento de mayor ingreso (quinto quintil). Los datos sorprenden y obligan a espesar nuestra conversación de barra de bar. Por ejemplo, las familias con menos ingresos y más gastosas son las danesas –paradójicamente el referente de la Arcadia del secesionismo catalán–. En 2010, el 20 por ciento de las familias danesas más pobres gastaban el 207,7 por ciento de su renta disponible. ¿Cómo es posible gastar «por encima de las posibilidades»? Hay varias formas: tirando de ahorros, de endeudamiento, de préstamos familiares, o bien no declarando parte de los ingresos que entran en el hogar. Las familias españolas del mismo nivel de ingresos eran mucho menos gastosas; gastaban el 160 por ciento de su renta disponible. Los hogares menos gastosos eran los franceses que en plenos años de cinturón ajustado gastaban apenas un 7,7 por ciento más de lo que declaraban como ingresos del hogar. Naturalmente conforme los ingresos familiares iban creciendo, las familias comenzaban a ahorrar, si bien eso no ocurría a la vez según el país. En Alemania y en Francia las familias que estaban en el segundo quintil ya generaban ahorro, en España teníamos que llegar al tercer quintil y, de nuevo, en Dinamarca sólo el 20 por ciento de las familias del cuarto quintil dejaban un 7,2 por ciento de sus ingresos como ahorro. Por último, de entre las familias más ricas, las que menos consumían eran las españolas (el 64,8 por ciento de sus ingresos) y las que más, las francesas (el 73,9 por ciento). Pues bien, si esto es lo que ocurría en 2010, el estudio del BBVA nos advierte de que la gran diferencia en el consumo de ricos y pobres en España se ha reducido notablemente mientras que la brecha entre los ingresos se acentuó. ¿Qué explica esta reducción en las diferencias de consumo?

En primer lugar, la reagrupación familiar, que hizo que el número de personas mayores de 18 años se incrementara en los hogares desfavorecidos. La familia sigue siendo un espacio de auxilio determinante. De forma similar a como el difunto César Alonso de los Ríos afirmaba que lo que queda de solidaridad está en la idea de Nación española, las familias españolas dieron cobijo en casa de padres y abuelos a toda la prole emancipada en los años de bonanza en los que pronto se dejaba el hatillo de libros a cambio de un generoso sueldo como encofrador o peón de albañil. En segundo lugar, la mejora relativa en el nivel educativo de los hogares menos favorecidos ayudó a reducir la disparidad en el gasto en consumo. Por ejemplo, esta mejor formación permitió acceder a instrumentos de refinanciación de deudas con los que seguir haciendo frente a los gastos familiares.

El último factor que encuentran los economistas del BBVA es el del protagonismo de la mujer en la gestión del gasto en consumo en las familias de menor ingreso, pues son más propensas a aumentar el gasto en beneficio del bienestar familiar.

En resumen, ricos y pobres en España somos más parecidos gastando y mucho menos ganando dinero.