Política

Andalucía

El país de un millón de agujeros

Aspecto de la zona de Totalán (Málaga) donde durante trece días más de 300 personas colaboraron en los trabajos de rescate de Julen / Foto: Efe
Aspecto de la zona de Totalán (Málaga) donde durante trece días más de 300 personas colaboraron en los trabajos de rescate de Julen / Foto: Efelarazon

oco se puede añadir a la tragedia de Julen en el pozo de Totalán. Con la esperanza reafirmada a cada centímetro que los mineros arañaban a la tierra, con cada minuto de esfuerzo para ganarle la batalla a la montaña se demostró la grandeza del ser humano cuando se lo propone. La soez imagen de Nicolás Maduro sometiendo al pueblo venezolano, por citar un ejemplo de actualidad, sale de la misma raíz que la del valor de los operarios que se metieron en un agujero para sacar a un niño de dos años atrapado y sepultado. Nuestra pisada en el mundo tiene la misma simiente, desde lo más obsceno a lo sublime, la marca de la humanidad aparece aunque pensemos que sólo lo que es abominable no puede ser hijo del «homo sapiens». Hasta ahora, Totalán era pueblito arracimado en una ladera del que pocos conocían su existencia más allá de los límites de la comarca. Suele suceder en este tipo de poblaciones donde desafortunadamente cuando salta la tragedia es cuando llegan las cámaras. Prendió la mecha, ahí estaba el filón para que lo peor de esta profesión, del periodismo, llegara hasta allí para saciar su hambre carroñera. Desde que desapareció en el agujero hasta que lo sacaron muerto, ni se podía hacer nada por el pequeño ni tampoco había mucho más que contar a excepción del seguimiento de los trabajos de rescate. Pensábamos que se habían superado ya aquellos programas cebados a base de dolor y llanto para ganar audiencia ante la falta de información como tal, pero no ha sido así. El morbo estaba servido ante una situación excepcional protagonizada por una familia que ya conocía lo que era la muerte de un hijo pequeño. No hubo tregua y conforme las horas de rescate pasaban el interés mediático por contar lo que era desgraciadamente evidente para todos sólo lograba aumentar el morbo. Tres metros, dos metros y medio, los mineros se encuentran ya a cincuenta centímetros. ¿Qué ha aportado toda esa información? Lamentablemente, el show no ha hecho más que comenzar. En cualquier caso, la muerte de Julen, si es que ha servido para algo, ha sacado a la luz el problema de los pozos ilegales en España. Resulta que nos hemos despertado con más de un millón, ¡un millón!, de prospecciones que nadie ha controlado y lo que es peor, una red que actúa impunemente en la que se encuentran tanto los poceros como los propietarios de los terrenos donde se realizan. Este millón de agujeros demuestra una vez más la emergencia en la que se encuentra la sociedad actual, el nivel que se ha alcanzado por una ciudadanía que es incapaz de actuar dentro de la legalidad sin que haya un guardia que le ponga una multa. Seguimos bajo la tiranía de una minoría de edad, en el estricto sentido de Kant, que nos impide ser conscientes de la necesidad de acatar las normas que nosotros mismos nos otorgamos. No pudo hacer nada Julen, que quedó atrapado en la voracidad de la avaricia y el egoísmo humano.

Sevilla Underground

Es casi un dogma para los «hombres de las praderas» del «Manifiesto de lo borde» que suscribieron la gente de Smash a finales de los años sesenta con la mirada puesta más en San Francisco que en Sevilla. Estaban las bases americanas donde desembarcaban soldados cargados de LSD y discos de rock que no se podían conseguir bajo el capote gris de la dictadura. En ese círculo, en realidad local y sin demasiada enjundia, nació lo que se ha querido vender como «Sevilla Underground». Una marca progre más que defiende que en realidad la capital andaluza estaba a la altura de mecas de la modernidad europea como Ámsterdam, Berlín, Londres y Barcelona, por supuesto que como Barcelona, vamos. En realidad, ya entonces, «Sevilla Underground» debía ser el título de una de las grandes milongas de los últimos 50 años en la capital andaluza: El metro de Sevilla, con sus bocas selladas, sus líneas a medio hacer, su quiosco hundido en la Puerta de Jerez, con la insatisfacción de los ciudadanos. Tirarse a la cabeza un proyecto como éste en el que hay que buscar 3.800 millones de euros para acabar la red es una herramienta maravillosa para empezar a cocer el ambiente preelectoral. Tanto Juanma Moreno como Juan Espadas han comenzado a rozar el tema estrella: la paralización de un proyecto. ¿Cuánto va a poner la Junta, señor Moreno? El presidente andaluz ha dicho que lo estudiará, que tiene que mirarse el asunto, que hay que hacer cuentas, que se deben hacer muchos números, que necesita tiempo, que acaba de llegar. Eso, al tiempo, se verá cómo esta infraestructura, que sí disfrutan las que de verdad son las modernas ciudades europeas, se utilizará como mecanismo electoral para nutrir los intereses del PSOE y el PP de cara a las municipales, además de para enfrentar una vez más a los andaluces. Atentos que ya hay quien dice que unos malagueños nunca ayudarán a los sevillanos a acabar su metro.