San Sebastián
«El Pali» vuelve al Arenal
XXV años después de su muerte, su familia y amigos organizan una serie de actos para recordar a Sevilla su memoria y legado musical
SEVILLA- Francisco Palacios «El Pali» se perdió hace un cuarto de siglo por las calles del barrio del Arenal de Sevilla para siempre. Con su ausencia de gafas culo de botella y silla de enea en la calle Aduana, impaciente por ver al Cristo de la Buena Muerte, había dejado huérfana a la ciudad de su manera de entender el cante por sevillanas. Nacido en 1928, se convirtió en una referencia de este género y en cada una de sus letras había hueco para los principales personajes sevillanos, para su barrio y las tradiciones de una ciudad en la que aún se guarda el recuerdo de su figura crucial para asomarse al acerbo popular.
En sus 22 discos, de gran éxito durante más de dos décadas, Sevilla fue la protagonista de cada una de sus líneas, por las que pasaban gente como «Vicente el del canasto», mirando en el interior de los coches a los que casi toreaba; «Que te brillan las espuelas», cantando rapada fandangos interminables en el tranvía que iba al entonces lejano Cerro del Águila; o «Una tarde de Miércoles Santo», cuando sólo tenía ojos para su Caridad del Baratillo. Todo y mucho más fue «El Pali», tan sevillano que en una letra dijo que se quería casar con Triana.
Desde su fallecimiento, los familiares y amigos más cercanos llevan pidiendo al Ayuntamiento de Sevilla que se le conceda el título de Hijo Predilecto de manera póstuma. Lo respaldan 15.000 firmas y más de 400 entidades públicas y privadas para quien fuera conocido también como «El Trovador de Sevilla». José Antonio Palacios, sobrinonieto del cantaor, espera que pronto haya una nueva reunión con los representantes municipales para hacer realidad «un clamor de todos los sevillanos. Pese a que no haya ese reconocimiento oficial, para su entorno más cercano es muy importante que «aquí todos saben quién era y mantienen el cariño a su persona por encima del tiempo que ha pasado». Además de haber sido un cronista de la ciudad cantando, el legado de Palacios se encuentra en la infinidad de recitales benéficos que realizó a lo largo de su carrera profesional de manera altruista. Si venía Fraga Iribarne a dar un mitin, allí estaba seguro él con sus «niños» tocándole la guitarra, pero también, y con más frecuencia que en las citas políticas, en barriadas donde los líderes del momento no se manchaban los zapatos con la pobreza de entonces. «Muchas de las verbenas que se organizaban en Torreblanca y en el Polígono Sur estaban organizadas por él y servían de ayuda a las familias con menos recursos», recuerda este familiar. Basta con darse una vuelta, tanto por el centro de Sevilla como por zonas periféricas, para tener una idea de la trascendencia de «El Pali», pues es el personaje que cuenta con más azulejos y placas conmemorativas. No sólo aquí, también en su amada Sanlúcar de Barrameda, donde está enterrado, Utrera, Villamartín o Bonares.
Aquel 21 de junio, la ciudad no sólo se quedaba sin uno de los artistas que mejor han sabido entender su esencia popular, sino sin uno de los personajes más geniales del último cuarto del siglo XX, capaz de vivir anécdotas increíbles, como cuando en el hospital, ya enfermo, en un momento de lucidez, lo primero que preguntó fue por cómo iba la negociación del fichaje de un nuevo portero. No es de extrañar este modo de ver el mundo de alguien que en sus años de juventud fue corredor de fondo y de cross, participando en campeonatos de España, que nada tenía que ver con la persona obesa posterior, y que se estrenó en el cante con una saeta a la hermandad del Baratillo, de la que era hermano destacado, con sólo ocho años sobre una silla.
Entre los actos que hay previstos para recordar su memoria, se encuentra la rotulación de una glorieta con su nombre en la localidad sevillana de Tomares, pueblo al que le unía una gran relación.
Del Arco del Postigo, a Cerro Muriano ahusuahsuh
El universo musical de Francisco Palacios, «El Pali», recoge en su seno el corazón de la población sevillana de los últimos cincuenta años. Como si se abriera un álbum, sus letras cuentan vivencias que aún perduran en la memoria de los más mayores, como los vendedores ambulantes, los gitanos de Triana, la antigua y familiar Feria de Abril en el Prado de San Sebastián o el sorteo de los quintos que se iban a hacer la mili a Cerro Muriano.
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