San Sebastián

El «principio de parsimonia» en la Audiencia de Sevilla

El juicio se aplaza a enero con los prolegómenos inconclusos y las defensas tratando de desmontar la conspiración en la Junta

José Antonio Griñán y Manuel Chaves, en el juicio del «caso ERE»
José Antonio Griñán y Manuel Chaves, en el juicio del «caso ERE»larazon

El juicio se aplaza a enero con los prolegómenos inconclusos y las defensas tratando de desmontar la conspiración en la Junta

El 13 de diciembre de 2010, Griñán, como presidente de la Junta, y Rubalcaba, como vicepresidente del Gobierno, cerraban acuerdos sobre Doñana, viviendas y chiringuitos. Siete años devoran todos los espejos y hace añicos las garnachas. Ahora, el ex presidente autonómico, junto a su predecesor en el cargo, Manuel Chaves, y otros 20 ex altos cargos de la Junta se sientan en los bancos de la Audiencia como investigados en la pieza del «procedimiento específico» del «caso ERE», para dilucidar si las ayudas sociolaborales y la partida 31L, el llamado «fondo de reptiles», eran una suerte de «chiringuito» desde el que se hilaba la tela de araña de la red clientelar de la administración. El grueso del juicio queda pospuesto a partir del 9 de enero. El «turrón» del «caso ERE» se dirimirá tras los polvorones de Navidad y la digestión se vislumbra pesada. Tras tres jornadas, queda para la historia la imagen de un Consejo de Gobierno en la bancada de los acusados y la aparición en escena de la principal instructora de la causa, Mercedes Alaya, poniendo en cuestión, con la pálida querencia de Clarise M. Sterling ante el doctor Lecter, lapsus incluido, hasta la propia independencia judicial. «No parece prudente ni sensato que un juez ponga en cuestión de forma corriente la independencia de jueces de otros órganos jurisdiccionales; ni que envíe al público opiniones subjetivas sobre un juicio actual de cuya instrucción ella se ocupó», concluyó el abogado de Griñán, José María Mohedano, quien comparte apellido con la titular original del título de «la más grande» con el que en su día apodaron las partes a la jueza Alaya.

Chaves y Griñán presentaron un perfil machadiano en las primeras jornadas: «en paz con los hombres y en guerra con sus entrañas». Ambos se llevan un año y un mes de diferencia y se sentaron juntos y en primera fila (con Francisco Javier Guerrero a sus espaldas, quien engatusaría hasta a Churchill –«Me gusta un hombre que sonríe cuando pelea»– aunque él sea más de Marlboro que de Winston y hasta en la sala le ponía ojitos al paquete). El desangelado paseíllo por el Prado de San Sebastián rememoró el sepulcro de Mozart. Por no acudir, no estaba ni un clásico de los casos mediáticos como el Mocito Feliz buscando chupar cámara. Sólo una espontánea en pijama y bata rosa rompió la frialdad de los cementerios en la zona el primer día de juicio. Para Chaves, la Fiscalía pide diez años de inhabilitación, a lo que la acusación popular que ejerce el PP añade dos de cárcel y doce más inhabilitado. Para Griñán, seis años de prisión y 30 de inhabilitación (ocho de cárcel y 42 de inhabilitación piden los populares). A la izquierda de los ex presidentes, se sentó Gaspar Zarrías completando la nómina de los, durante dos décadas, tres tenores de San Telmo. Al modo de Van Basten, Rijkaard y Gullit en el Milan de Arrigo Sacchi frente al más duro catenaccio al que jamás imaginaron enfrentarse. Las defensas apelaron en sus escritos al «principio de parsimonia», que establece que la respuesta más sencilla suele ser la más probable, como antídoto a las teorías de la conspiración. Como el gol de Koeman en Wembley, según Stoichkov (quien también le daba a la nicotina, como Guerrero), «la jugada no estaba ensayada». Chaves y Griñán insistieron en que ni podían conocer ni conocían el fraude. Por la defensa del interventor, se recordó que Manuel Gómez emitió todos los informes pertinentes. Las defensas también defendieron que una ley, por definición, «es legal» y la acusación, por tanto, «absurda». Las tres primeras jornadas se centraron en la lectura de los escritos de las partes, interminables como un grupo de WhatsApp de padres organizando los trajes del Belén para el colegio. Cuando el magistrado Calle Peña trató de recuperar tiempo a modo de árbitro en el descuento, las agendas de las partes se declararon indispuestas.

Seis lámparas de araña, 60 bombillas de vela; tres plasmas; una cámara de TV al frente y otra a la espalda; el escudo de la nación sobre un marco que trata de emular un corazón; unos sillones que pudieran parecer, por el tiempo y las circunstancias, los de la Santa Inquisición; una bandera de España, otra de Andalucía; cierto olor a naftalina; ocho periodistas en la sala de vistas y decenas en la de prensa; una decena de estudiantes de Derecho; 22 acusados, las correspondientes defensas; y los magistrados; en definitiva, la Sección Tercera de la Audiencia y los libros de historia aguardan para la resolución del mayor caso de corrupción de Andalucía (741 millones presupuestados en una década, 80,4 en entredicho), del que aún no ha culminado ni el prólogo. En las paradas de bus cercanas al Prado de San Sebastián se anuncia el estreno en el Maestranza de la ópera «Alí Babá y los 40 ladrones». Crítica y público aguardan.