Caso ERE

El teletrabajo de Susana Díaz

A pesar de su baja por maternidad, está manejando los hilos de su partido, incluidas las destituciones

La presidenta de la Junta, días antes de dar a luz a su primer hijo
La presidenta de la Junta, días antes de dar a luz a su primer hijolarazon

A pesar de su baja por maternidad, está manejando los hilos de su partido, incluidas las destituciones

Andalucía está de enhorabuena: el «susanato» tiene ya delfín, un niño varón sano de casi tres kilos que nació el pasado 30 de julio en el Hospital Universitario Virgen de Valme. El acto, como era de esperar en el régimen, se escenificó como un alarde de parto militante. «La Sanidad Pública es la joya de la corona», llegó a afirmar Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, antes de engalanarse con el pijama de parturienta, una prenda que, como todo el mundo sabe, es la garante de la igualdad.

Un par de días después ya estaba en casa, que no en palacio, pues desde la Junta se asegura que Díaz se tomará «varias semanas de baja por maternidad». Varias, que no cabe mayor indeterminación. El feminismo imperante, cosa del espíritu de los tiempos, no la dejará incorporarse antes de lo reglado por mucho que a ella le gustara figurar en la primera fila de la campaña del 27-S. Cataluña, la novena provincia de Andalucía, también la necesita. Ya se verá. De momento, el jueves por la tarde fue a visitarla una delegación de féminas del PSOE, todas curtidas en la lucha mujerista: «Es la primera vez que veo a la presidenta sin un móvil cerca», decía una de ellas a la salida. ¿Rima arrobo con despreocupación?

Peor aunque en verano la actividad política decaiga, la presidenta Díaz no está dispuesta a perder ojo ni mano de los acontecimientos estivales. Y en ello está, teledirigiendo los hilos que articulan la boca y las extremidades del vicepresidente Manuel Jiménez Barrios, más «Chiqui» que nunca durante su interinidad: consejero de Presidencia y ahora presidente en funciones. Los líos no cesan; las personas, sí. En esta primera semana de permiso maternal, el Gobierno andaluz se ha visto obligado a afrontar un reguero de entuertos de los que han derivado destituciones y palabras de onomatopeyas encriptadas. Hasta el momento, la más insigne ha sido mandar a casa a la directora general de Industria, Energía y Minas, María José Asensio, citada como imputada por presunta prevaricación en el «caso Aznalcóllar». La primera, para tomar cuerpo.

Detrás de esta operación quirúrgica, como detrás de todo varal que se mueve en Andalucía, figura el sello lacrado de Díaz. Entre cada toma de leche, que en esta etapa de puerperio se alterna cada tres horas, dedazo que te crió, que para eso es forma pretérita del verbo criar que al fin conjuga en presente. Dicho, dedo y hecho. Las bajas, como las vacaciones, no pueden ser mayor molestia para una desbocada de espíritu. Es el frenesí de la lideresa. A este cesarismo presidencial andaluz de Susana Díaz, omnipresente como la divinidad fértil mediterránea, le ha sido acuñado el feliz término de «peronismo rociero».

Para refrendarlo, sólo había que observar a la entonces encinta presidenta de la Junta repartiendo besos a madres, abuelas y bebés durante las dos campañas electorales por las que ha paseado al «nasciturus» por fotos y televisiones. Es la gloria, que no la pena, de telediario. De eso en San Telmo se conocen hasta el «teleprompter». El birlibirloque consiste en convertir la Eva de la destrucción en una Evita mítica. Abracadabra. Los días de agosto caen pesadamente, pero el mundo no deja de girar. Ni siquiera por ella. De ahí que el Ejecutivo andaluz, Díaz mediante, esté teniendo que lidiar con reses de variado pelaje durante la canícula: además del mencionado «caso Aznalcóllar» –qué convenientemente ha pillado a la presidenta su primer escándalo político–, hay la partida adicional para afectados por los desahucios o la personación como acusación en el supuesto caso de fraude en la Alhambra. Y todo esto con Díaz de forzada holganza.

Al caso granadino, que sorprendió a una presidenta casi cumplida, no hay más que aguzar el olfato y olerle la rabadilla a los leones del palacio andalusí. La mamandurria, supuesta, consistía en la adjudicación del contrato de audioguías en el recinto monumental nazarí. Con el chico mamando, pero con el mazo dando, el nuevo director del Patronato de la Alhambra, Reynaldo Fernández, anunció la personación del organismo público. El «caso Aznalcóllar», por su parte, es la primera verdadera patata caliente de la omnipotente gestión Díaz. La adjudicación a Magtel de la explotación de la mina ha derivado en una investigación judicial. El resultado, la imputación por presunta prevaricación de la directora general. El cese, en términos del BOE, está prorrogado, diferido, si quieren. El puesto ha quedado vacante, sin sustituto, hasta que no haya sentencia firme. Pese a esa cacareada firmeza con los imputados, pese la gravedad, prevalece la ternura de madre.

Otras ausencias maternales recientes fueron la de vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, cuyo parto coincidió con la prima de riesgo rumbo a los 700 puntos. Soraya, pasados diez días, regresó al Consejo de Ministros, hecho que le ocasionó un aluvión de críticas por parte del colectivo feminista. Otro embarazo de mando fue el de la entonces ministra de Defensa, Carmen Chacón, que pasó revista a las tropas de Afganistán embarazada de siete meses. Chacón, eterna aspirante en el PSOE nacional, se tomó las seis semanas preceptivas. A Díaz no habrá quien le gane. Por arriba o por abajo, por algo resonará: es la ley de la gravidez.