Elecciones generales
El trampolín de los gobiernos
Andalucía, con el 17,4% de los escaños y 22 actos en campaña de los presidenciables, volverá a ser decisiva: en 2008 y 2011 el Gobierno lo obtuvo el vencedor en la comunidad
Año 2008: 36 diputados para el PSOE y 25 para el PP. Ésa fue la aportación de Andalucía a las elecciones generales en las que José Luis Rodríguez Zapatero repitió como presidente. El bipartidismo vivió su mayor auge repartiéndose populares y socialistas los 61 escaños al Congreso en juego en la comunidad. Fue también el inicio de una debacle socialista a nivel nacional que acabaría cuatro años más tarde con un «revolcón» electoral en el que el PP logró 33 diputados, dejando en 25 al partido que entonces lideraba José Antonio Griñán. El descontento con Zapatero permitió además asomar la cabeza a IU con dos escaños que se convertirían en 12 en las elecciones andaluzas celebradas sólo cuatro meses después. En el camino, el PSOE se dejó 751.433 votos –bajando hasta los 1,59 millones de apoyos–, mientras que el PP contaba 260.267 papeletas más, hasta alcanzar 1,98 millones. IU sumó aquel 20 de noviembre 359.000 votos, traducidos en dos sillones en el Congreso –Málaga y Sevilla fueron las únicas donde la coalición de izquierdas encontró respaldo suficiente–. Por cada 60.000 apoyos, el PP obtuvo un escaño; al PSOE le «costó» cada diputado 63.633 votos, IU necesitó 179.760 para cada uno de sus dos escaños congresuales –atendiendo a un reparto regional–. Todo por la forma de operar de la Ley D’Hondt, que penaliza a los partidos no mayoritarios a la hora de conseguir su primer escaño.
Cualquier análisis pretérito queda sin embargo obsoleto ante el panorama actual, en el que cuatro partidos pugnan por los 61 escaños andaluces. Para la formación de Susana Díaz, éstas serían sus cuartas elecciones consecutivas «ganadas» desde que es máxima dirigente del PSOE andaluz: las europeas de 2014, las regionales del pasado 22 de marzo y las municipales de mayo. Pero ni unas ni otras sirven de ejemplo para lo que pueda suceder hoy. El PSOE tiene en Andalucía un fortín pocas veces expugnado. Sin embargo, la desafección de Díaz por su líder nacional y candidato a la Presidencia, Pedro Sánchez, puede pasarle factura. En el PP, Juanma Moreno fue la cara visible del varapalo en las andaluzas, cayendo 17 escaños hasta quedarse con 33, y en las municipales. Aún así ha conseguido mantener cuatro de las ocho capitales de provincia. Su tirón dista mucho de ser el de la presidenta y una derrota sería más achacable en todo caso al lastre de la «marca PP» a nivel nacional. Desde Podemos y Ciudadanos afrontan la cita con tintes de «histórica». En la formación morada están convencidos de la «remontada», la palabra más repetida durante las dos semanas de campaña. Viniendo desde atrás en las encuestas, que la situaban como cuarta fuerza, se atreven incluso a soñar con un segundo puesto... en España.
A su favor tienen la mayor visibilidad y el activo tejido de base. Su principal objetivo son los más de dos millones de votos socialistas para superar los 600.000 que obtuvieron en las andaluzas y su arma explotar el descontento creado en torno al bipartidismo. La estrategia del «voto prestado» de los decepcionados con el PSOE le funcionó en 2011 al ex alcalde popular de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, hoy número 1 al Congreso: se hizo con una mayoría aplastante de 20 concejales y el 50% de los sufragios. Podemos es además el único que parte de cero –C’s sí concurrió a las generales de 2008 sin obtener representación–. Para el partido naranja el tirón de Rivera es su baza fuerte y casi única. Su frenética actividad en los comicios precedentes se tradujo en 9 diputados en el Parlamento andaluz, a la postre definitivos para la investidura de Díaz. Precisamente ese personalismo es la crítica más reiterada por parte de sus oponentes. El portavoz parlamentario, Juan Marín, es un político de perfil bajo cuya carta de presentación fue respaldar los presupuestos de 2016 del PSOE sin siquiera haberlos consultado. Sus apoyos puntuales a derecha –en Granada o Málaga, para permitir gobiernos del PP– o izquierda –en el Gobierno andaluz–, dejan abiertas todas las puertas a posibles pactos pero esa indefinición puede costarle cara en nuestra comunidad frente a la mayoría de votantes del PP que lo eligieron en las andaluzas.
La coalición Unidad Popular-IU tiene de nuevo puestas en Sevilla y Málaga sus miras. Repetir la empresa es complicado por el empuje de Podemos, fuerza casi hermana a la hora de repartirse votos.
Andalucía no ha convocado nunca un reférendum por su autodeterminación –como dejó caer erróneamente Pablo Iglesias en el debate a cuatro de Atresmedia– pero su poder de decisión hará que lo que aquí ocurra sea un espejo del resultado nacional. Aquí se dirimen el 17,4% de los escaños: 61 de 350. Todos los candidatos lo saben y lo han demostrado con su ubicuidad en campaña. Pedro Sánchez (PSOE) ha celebrado actos en las ocho provincias, cerrando el jueves en Málaga. Iglesias ha pisado tres veces la comunidad, dejándose ver en Cádiz, Málaga y Sevilla. Albert Rivera ha centrado sus actos en Cataluña, Madrid y Andalucía, donde ha visitado cuatro provincias. Córdoba, Cádiz, Málaga y Sevilla han recibido al único candidato a la presidencia andaluz, el malagueño Alberto Garzón, que se estrena también como líder y que hace cuatro años entró en el Congreso por su tierra como el diputado más joven. El presidente Mariano Rajoy, consciente de lo determinante de Andalucía, dio el pistoletazo el 3 de diciembre en Málaga y protagonizó otros dos mítines más. Su paso ha sido fugaz, por lo demás, en una comunidad que le ha asestado un serio correctivo en sus últimas tres citas con las urnas.
En las dos últimas convocatorias generales, el PSOE obtuvo diez puntos más aquí respecto al resultado nacional (48,2% y 31,4% frente al 59 y 41,6% en la comunidad); el PP los calcó con una horquilla máxima de tres puntos de diferencia (44 y 53% frente a 41 y 55%), pero quien ganó en Andalucía obtuvo el Gobierno central. No estaban entonces ni Podemos ni C’s en la primera línea de salida. El factor sorpresa en las andaluzas se ha esfumado para los segundos y Podemos pedía el jueves «un mes más» de campaña para escalar puestos. No hay más, hoy se decide.
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