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Elogio del alcalde trabajador

La Razón
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Alfredo Pérez Rubalcaba, que había sido diputado cunero por Cádiz, tuvo un lapsus en un debate televisado y aseguró que Constantina pertenecía a la sierra gaditana en lugar de a la sevillana. En el siguiente cara a cara, Mariano Rajoy exhibió memoria de opositor para recitar una ristra de localidades andaluzas, pero no se acordó el sábado de mencionar a Prado del Rey, el municipio de la Serranía de Grazalema a cuyo alcalde puso como ejemplo de la solvencia gestora de su partido: es la prueba de que su quehacer nunca obedece a otra motivación que a la conveniencia inmediata. José Ramón Becerra, el primer edil pradense, debió sentir, también en el sentido de que debió lamentar, que se evocaba en vano su nombre y el de su pueblo para propinarle un pellizquito monjil a Ciudadanos, que es la única formación con la que podrán pactar los candidatos del PP que deseen mantener algún poder local en la primavera próxima. ¡Bonita ayuda les presta el líder! Y uno, además, se pregunta a cuántos metros del suelo levita la recua de políticos profesionales que orbitan alrededor del presidente del Gobierno para que se refieran a alguien que ni siquiera se dignan a nombrar con semejante condescendencia. «Un cargo electo que trabaja. Jajajá, mira tú qué pintoresco». Pues claro que Becerra, toda la vida al frente de una explotación ganadera y siete años de alcalde tras suceder a un socialista recién condenado por sus corruptelas, acumula una experiencia digna de ser aprovechada. El problema es que él no lo hace porque prefiere rodearse, en las fotos y en los despachos, de lechuguinos carentes de oficio (beneficio, sí: a costa del contribuyente) ni más hito en el currículum que el salto desde la cantera de aplaudidores de Nuevas Generaciones al paraíso culiparlante de la lista cerrada.