Lucas Haurie

Entre el boicot y el prime time

La Razón
La RazónLa Razón

Las mismas televisoras que azuzan a la turba vengadora contra cinco ciudadanos en libertad provisional compiten para entrevistarlos a cambio de «obscenas» –el entrecomillado es de un profesional del sector– cantidades de dinero. Si los miembros de «La Manada» han optado, de momento, por el silenzio stampa es porque el mercado audiovisual no está lo suficientemente maduro como para allegarles la cifra que sus representantes estiman que podrían llegar a percibir dentro de unos meses; porque intermedian en la operación, sí, los apoderados habituales en estas lides con las productoras de siempre, las que gestionan esos programas en los que el presentador coleguea con Arnaldo Otegi, ese hombre de paz, y la sagaz periodista muestra su pesar por no haber podido entrevistar a Bin Laden antes de su acribillamiento. Pero que ahora, ayyyyy-qué-pedazo-de-deontología, se ponen estupendos ante la posibilidad de que cinco abusadores cuenten su versión de la película. En fin. Por suerte, la obligación impuesta de comparecer tres veces a la semana en el juzgado normalizará las imágenes de los niñatos y mermará su cotización, así nos ahorraremos al menos las persecuciones circenses de los camarógrafos. Los etarras Otaño e Igerategi, condenados por su participación en el asesinato de Joseba Pagazaurtundua, fueron recibidos en su pueblo con un aurresku de honor tras salir de la cárcel en febrero ante la indiferencia, tal vez la comprensiva aquiescencia, de una progrez que ahora pretende que el tabernero de la esquina no le ponga un botellín al Prenda. Las comparaciones son odiosas, en efecto, aunque nunca he sabido a ciencia cierta por qué. Tal vez sea porque desmienten los argumentos mendaces y verifican la condición demagógica de algunos individuos. Corren malos tiempos para la coherencia.