Literatura

España

«España es un país inculto»

El teatro como terapia. El envejecimiento activo debe ser una prioridad para devolver a nuestros mayores parte de lo que nos han dado. Marsillach quiere tapar ese hueco

Blanca Marsillach posa con un libro de su padre en la mano
Blanca Marsillach posa con un libro de su padre en la manolarazon

«Entre versos y Marsillach» es el título de un montaje donde los mayores tienen espacio en el escenario para reencontrarse con la poesía y la magia del teatro. De la mano de la Obra Social de La Caixa y Varela Producciones, apuesta por el envejecimiento activo mientras homenajea a uno de los grandes de las artes escénicas españolas.

«Entre versos y Marsillach» es el título de un montaje donde los mayores tienen espacio en el escenario para reencontrarse con la poesía y la magia del teatro. De la mano de la Obra Social de La Caixa y Varela Producciones, apuesta por el envejecimiento activo mientras homenajea a uno de los grandes de las artes escénicas españolas.

–La sociedad actual desplaza a las personas mayores a espacios donde no son visibles y ustedes les ponen en el centro de la escena.

–Lo que queremos reivindicar es todo lo contrario. Cuando vas cumpliendo años no significa que dejes de hacer cosas, sino todo lo contrario, por eso estamos a favor del envejecimiento activo y saludable. Les debemos todo el respeto a nuestros mayores, son nuestros padres, nuestros abuelos y por ellos estamos aquí. Ahora que pueden disfrutar de la vida es cuando debemos darles esa plataforma, para que puedan cumplir los sueños que no pudieron alcanzar cuando estaban trabajando para darnos de comer a nosotros.

–Siempre que veo a un anciano pienso que ellos también fueron jóvenes una vez.

–A veces eso se nos olvida, pero son lo más parecido a los niños. La vida es un ciclo y cuando estamos a la mitad nos pensamos que somos lo más, pero realmente son los niños y los mayores los más auténticos. Tienen una sabiduría que les ha dado el tiempo, como también la tiene el niño por esa falta de experiencia. Niños y mayores se asoman a la vida desde la ventana de la ilusión, de la humildad, de la comprensión, pero también desde la visión de esto lo voy a hacer yo porque quiero y lo valgo.

–¿Cómo se llevó su padre con eso de envejecer?

–Bueno es que murió joven, con 73 años, y era una persona que no tuvo nunca una buena salud porque siempre le dolía la cabeza. Envejeció con muchísima clase, cada día estaba más guapo y atractivo. Era muy coqueto, se cuidaba mucho, nunca lo vi mal. Era como una especie de Sean Connery, con esa barbita, siempre oliendo a Agua Brava, esa seducción. No, mi padre lo veía pues como lo vemos todos, como un horror.

–Hay gente joven dentro de un cuerpo de anciano y eso es lo peor.

–Eso es lo que nos pasa. Cuando vamos cumpliendo años siempre piensas cómo es posible que haya pasado la vida así, uno no se da cuenta. Luego hay gente que siempre ha sido mayor, entonces es un problema de actitud, pero estas actividades son para tener un envejecimiento activo para darles vidilla, para apuntalar la casa y darle fuerza a los cimientos. Esa idea de que cuando tienes cierta edad no se puede hacer casi nada hay que frenarla con cosas como este tipo de programas.

–¿Por qué el Siglo de Oro se conoce tan poco?

–Pues mira, mi padre fundó hace treinta años la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), pero creo que es porque España es un país inculto. Llevamos años de retraso respecto a países como Francia o Inglaterra, donde tienen la Comédie-Française y la Royal Shakespeare Company. Ése era el objetivo de mi padre, pero claro, llevábamos cuarenta años de dictadura. No vivimos en un país en el que esto se cultive, este tipo de cosas son extraescolares, porque las hacen entidades como Caixabank afortunadamente.

–¿Cree que el nuevo Gobierno cambiará la política cultural de este país?

–No creo que se trate de un problema del Gobierno porque es el mismo que hemos tenido, se trata más de una responsabilidad social. El teatro siempre ha estado en crisis, pero el Siglo de Oro siempre ha estado muy bien cuidado. Con Felipe González y Alfonso Guerra mi padre puso en marcha el CNTC, que se mantiene bajo otros criterios, pero la idea se mantiene. Se pueden hacer muchas más cosas, pero también de manera individual. El Gobierno no te tiene que sacar siempre las castañas del fuego, tienes que pelear e insistir. Este programa cae por su propio peso, no lo digo porque sea la hija de Marsillach, pero no cuidamos a gente como a Fernando Rey, Paco Rabal, Fernando Fernán Gómez. Aquí la gente se muere y es como si no hubiera existido, porque el legado que nos dejan no sirve de nada. Por eso no se crea cultura, es un problema intrínseco del español que no sé si viene de la envidia o de la falta de cultura. Si tienes envidia no tienes amor y si no tienes amor no puedes aprender.

–Me ha nombrado a unas personas que se echan bastante de menos.

–Pues no parece tanto...

–¿Hay gente de ese nivel ahora?

–Hay gente de otro nivel porque las circunstancias son distintas, pero la personalidad no es la misma. Es gente que pasó muchas dificultades y que había marcado un momento en este país cuando veníamos de la dictadura a la Transición. Allí te jugabas muchas cosas, había que reivindicar tus ideales, pero ahora, como no pasa nada, pues no pasa nada. Si no sucede nada a tu alrededor, tampoco lo hará dentro de ti.

–¿El apellido Marsillach pesa mucho?

–Como decía el otro día la Gerarda, Geraldine Chaplin, en la Seminci hay que utilizarlo para sacar lo mejor de él, ya que pesan tanto por lo menos habrá que redirigirlo.

–Chaplin le gustaba a todo el mundo, aunque no hablaran su idioma, en cualquier continente. Ésa es la magia del actor, ¿no?

–Efectivamente, el teatro sin palabras. Puedes ir a un teatro Kabuki en Japón y entenderlo, enamorarte de lo que ves.