Cultura

Estrellas del colorín

La Razón
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Zsa Zsa Gabor ha muerto a punto de llegar a centenaria. Estoy convencido que sí había llegado. Esta mujer nació en la capital de Hungría –Budapest, que entonces formaba parte del imperio austro-húngaro, teniendo como emperadores a Francisco José de Hamsburgo e Isabel de Baviera, que era para el mundo y sobre todo para el cine, Sisí–. Doy por hecho que la Gabor conoció a la emperatriz. La vida de esta notable mujer es la historia de un plan de ambición sin límites tramado por su madre, Janka. Así se llamaba la intrigante señora, de clase media, que pensó que para sacar adelante a sus tres hijas y que no terminaran pasando miserias casadas con algún modesto funcionario, había que aplicar un plan cuya idea central era: educaré y pondré a mis niñas en un escaparate para que se casen muy bien o se líen mejor –se dice que es mismo plan que diseño la madre de la baronesa Thyssen, y que tan buenos resultados le dio–. Zsa empezó a lucir en el escaparate ideado por mamá cuando fue elegida Miss Hungría. Empezó a actuar en teatros. Tenía escasas cualidades artísticas pero iba sobrada de belleza y descaro. Empezó a ser rondada por caballeros sin edad para el amor, pero sobrados de dinero como para comprarlo. Kemal Ataturk, el padre de la actual Turquía, fue uno de sus amantes. En 1941 logra llegar a Estados Unidos. Allí empieza a trabajar en la radio, teatros de vaudeville, hasta que llega el cine. Nunca fue cabecera de cartel, pero como secundaria trabajó con Marilyn, Dean Martin, Houston, Minelli, Welles... Sin duda, su mejor papel lo tuvo en «Moulin Rouge». Se casó nueve veces. Su boda con Conrad Hilton la dejó saneada económicamente. Además de los esposos tuvo una lista de amantes larguísima: Porfirio Rubirosa, Lex Barker, el dictador Trujillo, incluso el hijo de éste. En su epitafio ella misma lo dejó escrito: «Jamás odié tanto a un hombre como para devolverles las joyas que me habían regalado».