Andalucía

Igualdad es igualdad

La Razón
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En la única igualdad legítima, la igualdad entre personas frente a la discriminación institucionalizada que engorda las facturaciones de la industria del mujerismo rabioso, resulta indispensable la colaboración femenina. Sólo las segundas esposas (con su generosidad, con su espíritu indomable, con su fuerza, con su inteligencia práctica) logran que se restituyan los derechos de los que se priva a muchos padres divorciados y son sobre todo las juezas, ellas, las que se empiezan a atrever a combatir el apartheid judicial que padecen muchos hombres en los juzgados, aunque no deba olvidarse el heroico combate de pioneros como Francisco Serrano. Andalucía, a la cola en tantas cosas, se ha puesto ahora en vanguardia de una verdadera revolución que sería imposible llevar a cabo sin el «woman’s touch» de Susana Díaz. Tendrá, eso sí, que mantenerse firme la presidenta contra el histérico griterío que ha causado su decisión de universalizar la consideración de víctima de la violencia doméstica porque desde la izquierda más reaccionaria, valga la redundancia, desconsideran la posibilidad de que un hombre, heterosexual u homosexual, o una lesbiana pueda ser maltratado/a por su pareja. Por no hablar de la sevicia intergeneracional, ascendente o descendente. ¿No merecería acaso una exención fiscal quien facilitare un primer empleo al joven apaleado por sus progenitores? Bonita manera de restringir a la población digna de solidaridad, desde luego, y es deseable que no amplíen sus reticencias a razones étnicas, ideológicas o de cualquier otra naturaleza. Un rasgo común en los totalitarismos es su gusto por agrupar a las personas en categorías irreconciliables: arios e infrahombres, patriotas y charnegos, nosotras y ellos... distintas formas de fomentar el odio.