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«Iré a votar obligado y votaré contra el que sea»
Aquilino Duque estrena novela de juventud en plena vejez lúcida, comprometida y combativa
Aquilino Duque estrena novela de juventud en plena vejez lúcida, comprometida y combativa.
Aquilino Duque (Sevilla, 1931) acaba de publicar «Palos de ciego» (Espuela de plata), la primera novela que escribió, pero que hasta ahora no había visto la luz. Un texto iniciático, expiatorio, autobiográfico; que parece resistir el paso del tiempo después de más de 60 años de poesía, vida y escritura de uno de los principales autores españoles.
–¿Llega tarde este «Palos de ciego», después de 60 años?
–Pues sí, han pasado 60 años desde que la escribí, pero a comienzos de este siglo lo que hice fue rehacerla porque necesitaba desprenderme de papeles viejos, pero esto o lo tiraba o lo aprovechaba. En realidad se pudo recuperar la parte de la peripecia de mi vida de entonces, joven pero desdichada, pero era mejor dejarla de una manera presentable por si alguien, cuando yo no falte, decide publicarla sin decoro.
–Entonces es más una autobiografía.
–Bueno, sí, tiene mucho de eso porque entonces era lo primero que yo escribí de narrativa, ya que lo que había sido era poeta lírico, por lo que tenía un cierto dominio del verso, pero todavía la prosa no la dominaba mucho. Fue lo primero que hice, pero aproveché un viaje en barco desde Galveston a Barcelona para hacer una especie de exorcismo, de expiación de cosas malas que yo había hecho a través de otras cosas malas que me habían hecho a mí. Así, que se unió lo uno con lo otro y quedamos en paz conmigo mismo en cierto modo.
–Después de este tiempo, ¿el texto ha resistido tantas décadas de olvido?
–Pues sí, porque ha contado con la ayuda de estos arreglos que le hice hace unos años después de haber publicado bastantes novelas y haber escrito mucha prosa. Esencialmente, es lo mismo, con los capítulos fundamentales, que están respetados tal cual como se hicieron entonces. Al final, uno escribe lo mismo y tiene una manera de contar que es como si fuera orgánica. La escritura es como la respiración, cada uno tiene su forma, su manera de expresarse y ese tono yo ya lo tenía en esa época. Creo que es muy lineal, muy sencillo y muy asequible para personas que leen otras cosas mías y les parece un poco difícil.
–¿Y esa voz la tiene controlada totalmente?
–Bueno, la verdad es que ahora domino más la escritura porque tengo más recursos, se me ocurren otras cosas, pero es que tengo ya muchos años y una obra considerable en mi haber tanto en prosa como en verso.
–¿Por qué se refiere a ese momento que narra en la novela como desdichado?
–Hombre, por el tipo de aventuras que sufrí, pero gracias a la divina providencia no acabó peor de lo que lo podría haberlo hecho. Fue una lección muy importante que tuve, una lección buena, que en realidad me la merecía. Todos somos pecadores y tenemos a las espaldas cosas malas que hemos hecho. En la reciente presentación en Sevilla del libro se planteó que quién salía peor parado en las relaciones de pareja, si el hombre o la mujer. Yo creo que el hombre tiene mucha más culpa, porque pienso en todas las mujeres de las que me he enamorado pero que me dieron calabazas y me alegro por lo que se han librado al no estar conmigo. Sin embargo, recuerdo con amargura y pesadumbre, por lo irremediable, lo que sufrieron las que tuvieron la debilidad de estar conmigo.
–¿Usted se ha redimido o se considera un pecador?
–La verdad es que en el libro me sentí redimido de algo que había hecho mal. Como se escribió en el mar, me sentí como si estuviera en un líquido amniótico para abrirme a otros caminos, para encontrar ese equilibrio que tiene que haber entre el placer y la felicidad.
–El viaje siempre le viene bien al escritor.
–Desde luego, el cambiar de lugar y de ámbito, siempre viene bien. Mucho mejor en espacios como Cambridge o Dallas, que me vinieron muy bien. Aquel choque de un sitio a otro fue muy emocionante.
–De hecho salir de España entonces ya era un cambio mayúsculo.
–Aquello era una maravilla, estupendo, porque me iban muy bien las cosas y me lo pasaba muy bien. Pude conseguir una beca a través del Instituto Británico y del Archivo de Indias hasta llegar a Inglaterra en una situación inmejorable. Luego tenía aquí unos amigos fantásticos con los que compartía una relación muy buena. Otra cosa, este libro lo comencé como una carta a Fernando Quiñones, con quien me carteaba entonces mucho porque éramos muy amigos.
–¿Añora en la literatura actual figuras como las que eran sus amigos entonces?
–No estoy hablando ahora de la talla de nadie sino de los amigos con los que estaba en sintonía entonces. Gente de mi edad, formación y pensamiento que en su mayoría han desaparecido todos ahora. En este momento me encuentro muy a gusto en Sevilla con la gente que me rodea, no me puedo quejar porque ahora sólo veo las horas luminosas en el reloj de sol. En esta hora triste de España, porque las cosas hay que decirlas como son, siempre tengo esperanza.
–¿Cree que España se encamina hacia la esperanza?
–En primer lugar como cristiano tengo la obligación de esperar y ésa es la razón de ser, de tener optimismo. Si nos sumimos en el absurdo, está claro que este país no va a ninguna parte. Es necesario creer en tus compatriotas y que aparezca una cabeza inteligente, si no no hay mucho que hacer.
–¿Qué le parece el panorama actual?
–Desastroso, una calamidad que vengo combatiendo desde que el funesto señor Suárez inició esta birria de la Transición y el funesto Estado de las autonomías. El problema de España es eso, que para costearlas se necesita aumentar la deuda exterior tan cuantiosa como el Producto Interior Bruto.
–Y además ya se habla de confrontación de frentes.
–La verdad es que yo lo veo todo muy irreal, hasta que no se vote nada no se puede hablar. Yo no soy profeta, pero iré a votar obligado y votaré contra el que sea. Nunca he votado a favor de nadie, sino siempre en contra para que no salga otro. La repugnante, vil y criminal Ley para la Memoria Histórica no ha hecho más que replantear los supuestos de la Guerra Civil para ver si se le da el cambio para que al final ganen los rojos con 80 años de retraso.
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