Política

Sevilla

It's raining, my friend

Comitiva del ex presidente de EE UU Barak Obama en Sevilla / Foto: Efe
Comitiva del ex presidente de EE UU Barak Obama en Sevilla / Foto: Efelarazon

Llueve. Jarrea con mala leche, con avaricia y sin tregua. En este abril invernal, el helor y las mojadas convierten en resfriado por derecho lo que, por estas fechas, suele ser sinuosa alergia. (...) Al Gore y Barack Obama comparten algunas cosas, además de un Premio Nobel de la Paz explicable sólo desde la minuciosa corrupción de la institución que los concede y un afán crematístico más allá de la buena educación. Comparten por ejemplo, como santones venerados por la progresía del orbe, la devoción rendida de los medios de comunicación y de la clase política, que les confieren tratamiento de eminencia allá por donde pasan. Estuvo Obama en Sevilla la pasada semana sin generar nada, más allá de un discurso plagado de lugares comunes y un millón de selfis para la posteridad con otros tantos catetos, angelitos míos. Y estuvo Gore en Sevilla, en octubre de 2008, también cobrando un pastón por contar tres chorradas que embelesaron a los paletos de entonces, algunos de los cuales permanecen un decenio después en el podio de los palurdos locales. ¿Me equivoco, Alfonso? Su negocio (el de Al Gore) era entonces la proclamación del Armagedón climático, un cuento que facturaba decenas de millones de dólares, y detalló el buen señor las miserias que se cernían sobre Andalucía a causa de un inminente ciclo de sequía, anticiclón perenne portador de una sed apocalíptica, que seguro-seguro-seguro-seguro íbamos a padecer en los diez siguientes años. Fue volverse el tío a Estados Unidos, en su muy contaminante jet privado, y desatarse una borrasca que disparó los índices pluviométricos de aquel otoño. Y, coño, resulta que en esos diez años han pasado ya sin que haya parado de llover con inusitada virulencia. Que el tiempo estará loco, no digo que no, pero que aquí no ha habido ningún tipo de sequía.