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Juego de tronos cañí

La Razón
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Esto es sin duda en lo que se ha convertido el que parece el enfrentamiento definitivo entre dos reinas que han tenido el trono de ambiciones. De un lado Belén Esteban, reina de «Ambiciones» durante un corto tiempo, aunque el trono de poco le sirvió porque lo ocupaban sus suegros, sus cuñados y todo el que entraba por tan refinada finca. Al ser destronada definitivamente, volvió a su vida anterior con tienda incluida, como compensación. Sobre todo llegaba a Madrid con una hija que se convirtió en lo más importante, como soberana, aunque destronada en su pendón, bordó una leyenda: «Por mi hija mato». La tienda cerró como tantas. Entonces ocurrió el gran milagro, no la vino Dios a ver pero sí los emires de la televisión; y en un eterno «reality» sobre sí misma se convirtió en la princesa del pueblo. Más tarde añadió a sus títulos el ducado de Paracuellos.

Luego apareció María José Campanario, la nueva reina de «Ambiciones». Ésta sí que defendió su trono a capa y espada. En primer lugar traía los papeles en regla y un anillo con una fecha por dentro; además puso en la calle a todos los que echaron a Belén. En los últimos años las batallas han sido muchas, magnificadas por los voceros de una y otra. Había una cierta calma entre ambas soberanas, cuando surgió una bomba: Campanario ingresada en una clínica psiquiátrica. El verano se llenó de rumores, de informadores que tenían línea abierta con la enferma y que afirmaban que el estado era muy preocupante. Las imágenes que aparecen nos devuelven a una María José rechoncha y con cara redonda, como una torta de Inés Rosales, tal como era en el principio de los tiempos.

Por fin llega septiembre, porque septiembre llega aunque no quieras. Las cadenas televisivas han pasado uno de los peores veranos de la historia, la gente no estaba para sentarse a ver la tele, por ello todos se aprestan a llenar la programación con programas de máximo interés . «Sábado Deluxe» lanza la reaparición de su estrella máxima, cebando a la audiencia con la promesa de que esta vez se producirá el «belenazo». Así es, Belén cuenta que Campanario la llamó por teléfono mientras almorzaba con su Miguel y sus suegros, en un idílico restaurante que tiene unas bonitas vistas a las pistas del aeropuerto de Barajas. Todo ello perfumado con un delicado olor a queroseno y una música de fondo que ponen los grandes aviones al despegar. Ella, que valora la discreción como pocas, abre el sonido; así todos pueden oír, incluso algún que otro paseante y personal de servicio. El resumen es que María José le pide una cita secreta que ni Jesulín debe conocer. Belén, previa consulta, decide llamar al torero. Éste no dice ni palabra y le cuelga sin avisar. La sentencia es firme: lo que tú no has querido escuchar lo va a saber toda España. Dicho y hecho. Después de su actuación, Belén recibe división de opiniones, que es algo que te deja un cierto cabreo. Y como si fuese un bálsamo, el «belenazo» hace que Campanario barra de la portada de «¡Hola!» a reinas y princesas auténticas, a estrellas y a modelos y que aparezca vestida de boda –fue a la de una amiga en Portugal– con un traje que grita «aquí estoy yo». Larga entrevista donde relatan todos sus problemas y respecto a Belén afirma que ella no hablará, que lo harán sus abogados. En esta batalla la princesa del pueblo ha salido tocada y para colmo le ha llenado la bolsa a su rival. Siempre lo repite Jesulín, ellos no hablan más que para «¡Hola!», que es el que les paga. En esta ocasión les ha pagado más gracias a ti, querida Belén.