Literatura

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«La escritura es una forma de estar en el mundo»

La premiada novela de Paloma Sánchez Garnica «Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido» narra el rencor de una mujer que descubre la mentira en la que vive y denuncia la doble moral de una época reciente de España

Paloma Sánchez Garnica
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La premiada novela de Paloma Sánchez Garnica «Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido» narra el rencor de una mujer que descubre la mentira en la que vive y denuncia la doble moral de una época reciente de España.

La ganadora del XXI Premio Fernando Lara de Novela está presentando su libro por toda España. Ha estado en la Feria Estival del Libro de Torremolinos donde habló de «Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido», una obra que rescata el ambiente de doble moral en el que vivía España durante la década de los años cincuenta cuando ser madre soltera o hija bastarda se convirtió en una marca de vergüenza y repudio.

–Ha ganado uno de los premios más prestigiosos de este país y en septiembre saldrá en formato serie la versión televisiva de su libro «La sonata del silencio». No se podrá quejar con el 2016.

–Unas veces la ola te sube a la cresta durante un tiempo y mientras que esté ahí pienso que hay que disfrutarlo y eso es lo que intento. Hay otros momentos en los que la soledad es mi mundo, el aislamiento, el silencio, cosas que disfruto también, pero ahora toca estar con gente, atender a los medios de comunicación; estar más expuesta con todo lo que eso conlleva. Tienes que estar más atenta, más tensa, porque vas a un ritmo al que no estoy acostumbrada, de aquí para allá viajando; porque mi mundo es más sosegado, con horarios tranquilos: levantarme temprano, irme a natación, ponerme a escribir durante todo el día sin presiones y con la única compañía de mis personajes.

–O sea que no tiene nada que ver con el novelista atormentado que lucha contra la inspiración hasta alcanzar la belleza...

–(Risas) Todo eso es un mito, la escritura es una forma de estar en el mundo, es una forma de vivir, hay momentos como todo en la vida que son muy seguros y otros que son muy desesperantes. Luego hay mucho desasosiego, inseguridad por saber si lo que haces merece la pena o no, pero eso forma parte de la vida. Entonces, tengo la fortuna de hacer algo que me apasiona, fascina y que me ayuda a comprender mi mundo y el pasado. Por lo tanto, como soy lectora voraz, el pasar al otro lado supone completar lo que para mí supone la literatura. Pero, ¿yo atormentada con la literatura? Para nada.

–Ni con el resto, la veo equilibrada.

–Bueno, hay momentos malos en la vida que hay que saber gestionarlos igual que los buenos. Cuando te toca, te llevas un palo en la vida, tienes que asumirlo, gestionarlo e intentar salir para arriba cuanto antes. Lo mismo con un éxito, sin salirte de madre ni pensando que eres más de lo que eres. Mantener ese equilibrio vital creo que es lo que mantiene en una situación emocional que no supone un sube y baja constante.

–¿En el silencio se escuchan más cosas de las que la gente se cree?

–Desde luego, yo necesito el silencio o como mucho música clásica para escribir. El silencio es necesario para escuchar a los personajes, para escuchar su voz, su historia, porque si no, no les escucho. No me lo he planteado nunca, pero para escribir necesito mi espacio, mis sitios, mi aislamiento y además no quiero que haya ni teléfonos ni nada que me despiste. Cierro mi cancela, cierro con llave y mi mundo se convierte en lo que los personajes quieran.

–Entonces está de acuerdo con el pensamiento de Virginia Woolf.

–Totalmente, porque desde muy joven, me casé e hice todo al revés, siempre tuve una inquietud que nunca supe explicar prácticamente hasta los 43 años. Era escribir, por lo que desde siempre busqué un espacio, en esa inquietud, para mí, que ahora sí tenemos pero no antes cuando sólo lo podían disfrutar los padres o los maridos. Siempre pensé que tenía que tener un espacio para mí y que fuera mío. Desde que me casé hice cursos de inglés, de educación preescolar, me puse a estudiar Derecho, oposiciones, ejercí como abogada y al cabo del tiempo leí «Una habitación propia» y me di cuenta de que era eso lo que siempre había buscado para poder encontrar mi escritura.

–Ahora que habla de oposiciones, ¿qué es más aburrido estudiarse unas como la suya a registrador de la propiedad o leerse «Las olas»?

–(Risas) Estudiar unas oposiciones es terroríficamente aburrido porque no es estudiar, es memorizar, ejercitar la memoria para aprenderse todo el Código Civil, la Ley Hipotecaria y prácticamente todo el Derecho Mercantil..., al final de «Las olas» puedes sacar algo más práctico y oportuno para tu vida porque al final cambian las normas y lo que has memorizado no te sirve para nada.

–¿Lo que ocurre en esa habitación se queda allí? Porque usted confiesa que sus personajes son los que mandan a la hora de escribir.

–Soy absolutamente sumisa y aprendí que no hay que meter mi propia opinión y mi criterio en la novela. Eso chirriaba, por lo que tuve que hacer un acto de retirada para que los personajes hablaran con su propia personalidad, certeza y virtudes sin mi criterio, ni mi opinión. Ese esfuerzo no me ha ocurrido con otras novelas porque ésta ha sido un poco un ejercicio de contención en cuanto a no ponerme delante de los personajes para dejarles hablar. Sentarme a escribir es una sensación muy grata porque me siento a escribir y dejo que fluyan las ideas.

–¿Ésta cómo surgió?

–Pues de una conversación con una lectora, ahora buena amiga, de «La sonata del silencio». Nos sentamos a hablar con una copa de vino cada una en unos sillones muy cómodos porque se preveía una conversación que iba a ser muy larga. Ella me contó un poco el sentir que tuvo al leer la novela y luego me contó su vida. Es un poco más mayor que yo, una mujer casada con su familia, con una vida acomodada, inteligente pero que llevaba un lastre; ya que con 12 años consideraba que tenía una familia normal hasta que le preguntó a su madre el motivo de la tristeza que siempre la acompañaba. Entonces supo el significado de la palabra bastarda, que había escuchado pero que no entendía. Una niña del pecado por ser hija de madre soltera como se decía entonces. El resto de la novela no tiene nada que ver, pero quise indagar en ese lastre que arrastramos toda la vida por algo que nos ha sucedido de niños pero de lo que no somos responsables.

–¿Hay que matar al padre?

–No, pero hay que intentar comprender lo que nos han hecho como sociedad o como individuos, eso no quiere decir que lo justifique, pero hay muchas veces que las circunstancias mandan. Hay situaciones que son inevitables o en ese momento se veían inevitables, ¿qué hubiéramos hecho nosotros en ese momento? Eso es lo que quiero que se plantee el lector cuando lea mis novelas y sobre todo ésta.