Sevilla

La lluvia obliga a celebrar un Vía Crucis sin pasos en la Catedral

Las previsiones meteorológicas se cumplieron y los traslados de los 14 cristos fueron suspendidos. La hermandad de Torreblanca tomó una decisión insólita: sacar a su imagen durante unos minutos a la calle

Una multitud contempla al Señor de las Penas, de la hermandad de la Estrella
Una multitud contempla al Señor de las Penas, de la hermandad de la Estrellalarazon

Estaba llamado a ser uno de los actos religiosos más multitudinarios de la historia reciente de Sevilla, tan sólo comparable con las dos visitas del Papa Juan Pablo II, la beatificación de la Madre María de la Purísima en el estadio Olímpico o la celebración, cada año, de la Semana Santa.

Estaba llamado a ser uno de los actos religiosos más multitudinarios de la historia reciente de Sevilla, tan sólo comparable con las dos visitas del Papa Juan Pablo II, la beatificación de la Madre María de la Purísima en el estadio Olímpico o la celebración, cada año, de la Semana Santa. En la organización del Vía Crucis extraordinario del Año de la Fe no sólo estaba implicada la Iglesia –el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, fue su principal impulsor–, sino también las hermandades y cofradías, el Ayuntamiento y la Subdelegación del Gobierno. Sin embargo, la lluvia terminó por dar al traste con todo. El rezo se celebró finalmente en el interior de la Catedral y sin pasos, y no en las inmediaciones de la avenida de la Constitución.

Ya en los días previos se barajó la posibilidad de suspender el acto ante las previsiones meteorológicas adversas. Nuevamente, los hermanos mayores de las 14 hermandades participantes estaban citados ayer en la sede del Consejo para conocer los últimos partes del tiempo. En esta ocasión, un técnico de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) les informó de que se esperaban lluvias débiles, que serían más intensas durante la tarde. Posteriormente, los máximos representantes de las cofradías se fueron a sus templos y allí celebraron los respectivos cabildos. Si una hermandad decidía no poner su paso en la calle, quedaban anulados todos los traslados. Finalmente no fue una, sino cinco, las corporaciones que decidieron no salir: el Gran Poder, el Cachorro, Montserrat, Santo Entierro y San Gonzalo. La noticia corrió como la pólvora y la decepción era visible en los rostros de los miles de cofrades que aguardaban en las puertas de los templos.

Entonces, las redes sociales se convirtieron en correas de transmisión de lo que estaba ocurriendo. Twitter y Facebook echaban humo con informaciones dispares sobre qué harían el resto de hermandades. Mientras, sobre la ciudad caía una leve llovizna. Los rumores se dispararon: Montesión sacaría su paso a la plaza de los Carros, las Siete Palabras recorrería el barrio de San Vicente y Torreblanca –desde la iglesia de Santa Marina– presidiría sola el Vía Crucis. Sí fue cierto que la hermandad de Torreblanca se ofreció al Consejo para que su imagen presidiera el rezo en el interior de la Catedral, algo que fue desechado. Sin embargo, la Junta de Gobierno tomó una decisión insólita: sacar su paso a la plaza de Santa Marina para que «saludara» a los que se congregaron allí.

Varios autobuses habían trasladado a decenas de vecinos de este barrio del extrarradio hasta el mismo centro de la ciudad para que contemplaran el traslado de su cristo. Al menos, pudieron admirar este paso durante unos minutos en la calle. Se rezó y se cantó una saeta. Rápidamente regresó al templo porque la llovizna era persistente.

Tal y como se determinó en los días previos, el rezo tuvo lugar en el interior de la Catedral, presidido por el arzobispo y el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra. En sus inmediaciones, cientos de personas deambulaban sin saber si entrar o desplazarse hasta las iglesias para ver los pasos. Lo cierto es que una gran multitud tomó el centro, a pesar de que los traslados se habían suspendido. Este trasiego fue bien recibido por los hosteleros y las tiendas que decidieron abrir, aunque la tarde desapacible no invitaba mucho al paseo.

En la plaza Virgen de los Reyes, a los pies de la Giralda, una gran pantalla daba la bienvenida. Proyectaba imágenes del interior de la Catedral, con sus bóvedas góticas y el interminable reguero de personas por las naves. En la Puerta de Palos, dos azafatas entregaban un pequeño libro en el que figuraban las estaciones del Vía Crucis y los respectivos rezos. Una mezcla de ambiente de piedad y exotismo recorría el principal templo de la ciudad. A las seis de la tarde comenzó el rezo. La cruz de guía de la hermandad del Silencio abría paso a la comitiva, integrada por el arzobispo, el obispo auxiliar y los miembros del Consejo de Hermandades. El recogimiento fue máximo. Al finalizar, Asenjo reconoció que el Vía Crucis «no ha resultado conforme a nuestros planes», aunque no perdió la oportunidad de agradecer la colaboración de las instituciones. «Espero que no pasemos de largo ante tanto sufrimiento, ante tantos enfermos y víctimas de la crisis», solicitó.

La protesta también tuvo su hueco. Los policías locales denunciaron que «se les negó el servicio» tras la suspensión, una vez fijada la correspondiente productividad.