Sevilla
La lucha de la mujer del siglo XXI es el cambio del modelo de éxito
Tres catedráticas de la UPO analizan la situación actual de la representación femenina en los foros científicos y académicos y los cambios sociales que ha provocado la mujer en los últimos años
Naciones Unidas decide proclamar el 11 de febrero como Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia con el objetivo de lograr el acceso y la participación plena y equitativa en la Ciencia para las mujeres y las niñas, en favor de la igualdad de género y el empoderamiento de estas en la sociedad. Desafortunadamente, hoy en día, ellas siguen enfrentándose a barreras que les impiden participar plenamente en esta disciplina. De acuerdo con un estudio realizado en 14 países, la probabilidad de que las estudiantes terminen una licenciatura, un máster o un doctorado en alguna materia científica es del 18%, 8% y 2% respectivamente, mientras que la probabilidad para los estudiantes masculinos es del 37%, 18% y 6%.
Agnès Gruart Masso es catedrática de Fisiología y presidenta de la Sociedad Española de Neurociencia. Desde hace años, dirige una línea de investigación sobre las bases fisiológicas del aprendizaje y la memoria en mamíferos. Ha publicado más de 90 artículos científicos relacionados con los mecanismos neuronales que subyacen al aprendizaje asociativo clásico e instrumental. Contribuyó a la creación de la Asociación de Mujeres Científicas y Tecnólogas (AMIT).
Rosalía Martínez García es catedrática E.U. de Sociología. Por su trabajo de investigación sobre temas de género, familia e infancia, es accésit del Premio Memorial Blas Infante por el Proyecto “Mujeres trabajadoras en el mundo rural andaluz”, así como IV Premio de Investigación Social Aplicada de la Diputación Provincial de Sevilla por el trabajo “Maternidad biológica y social: Estudio de casos en la provincia de Sevilla”.
María Jesús Guerrero Lebrón es catedrática de Derecho Mercantil y doctora en Derecho. Fue secretaria general de la UNIA, donde dirigió la Cátedra Extenda-UNIA, y vocal de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil (CIAIAC). Es autora de numerosas publicaciones en revistas jurídicas, particularmente relacionadas con el Derecho Aéreo y ha participado en la redacción de la Propuesta de Código Mercantil.
La investigación es un ámbito prioritario en la universidad. Según el informe estatal “Científicas en cifras”, cuestiones como la necesidad del equilibrio de género en la composición de las comisiones de evaluación, la selección preferente de mujeres como criterio de desempate o la integración del análisis de género en el contenido de las investigaciones parecen trascendentales para conseguir el objetivo. “La integración de la perspectiva de género me parece la más útil –afirma María Jesús Guerrero– porque el resto puede tener un efecto boomerang. Hay quien protesta por la elección de mujeres como criterio de desempate. En ocasiones, las cuotas se vuelven en contra de las mujeres, no digo que no sean necesarias, sino que hay que fomentar medidas de lucha activas, no pasivas. En ocasiones, la cuota se utiliza para decir que una persona está ahí porque había que incluir a una mujer”.
Según Rosalía Martínez, “cuando apareció el debate de las cuotas, se tenía que basar en la competencia. La mujer está ahí no porque es mujer, sino porque es competente y eso hay que aplicarlo también a los hombres. Ellos también pueden estar o no, en base a sus competencias por el número”. Como explica Agnès Gruart, “esta es una trampa en la que si caemos, nos hundimos. Tiene que haber cuotas porque es la única manera de igualar en los dos sentidos y el 40/60 es una buena proporción. Después de tantos años de desbalance, si no se hace algo por igualar, nunca se va a cerrar la brecha. No podemos ir a la escuela pidiendo que haya más mujeres porque esto no tiene ningún efecto. Decir simplemente: vosotras también servís para las matemáticas, no supone nada. Un buen método sería llevar una matemática haciendo algo muy atractivo. Para eso sirven las cuotas, para que dentro de un tiempo, esto esté ya regulado de tal manera que no hagan falta, sino que las niñas tengan modelos cercanos”.
Las tres catedráticas de la UPO tienen unanimidad en cuanto a la necesidad de hacer más visible a la mujer en ámbitos en los que aún es minoría porque “el techo de cristal sigue existiendo en todas las áreas –afirma María Jesús Guerrero–, pero la visibilidad de nuevos modelos, ayuda a que las generaciones que vienen no tenga esa barrera casi psicológica”. La segregación horizontal, sin embargo, ha dejado de ser un problema en disciplinas como Ciencias de la Salud, donde se ha llegado a la paridad. Para Rosalía Martínez, hay unos motivos fundados: “En Ciencias de la Salud hay una cuestión de cultura de género ancestral. El tema de la salud, de forma cotidiana dentro de las casas, es una cuestión de mujeres. Pero los puestos de dirección, no. El poder es lo atractivo, la capacidad de decisión estimula a los hombres y retrae a las mujeres. Pero especialmente, a mí me preocupa el hecho de que cuando las mujeres alcanzan posiciones de poder, se comportan como hombres y adquieren el espíritu competitivo de los hombres en lugar del cooperativo de las mujeres”.
En su disciplina, la catedrática de Derecho Mercantil, cree que aunque el grado en Derecho está muy masculinizado, “eso no se ve en la Facultad porque la mayoría en un aula es femenina y ellas tienen las mejores calificaciones. Lo que ocurre es que esto luego no tiene reflejo en los puestos que van alcanzando esas mujeres porque se quedan en mandos medios, mientras que la alta dirección sigue siendo para los hombres”.
La cuestión parece ser qué pasa en la carrera profesional de las mujeres. María Jesús Guerrero se pregunta más bien qué pasa en la sociedad: “Son barreras sociológicas por el rol que sigue teniendo la mujer en la familia o por el que no tiene el hombre todavía. Cuando se habla de conciliación familiar, el hombre también puede cuidar al niño. Al final, es un tema familiar”. La profesora cree que la universidad es un ámbito bastante libre de discriminación. Agnès Gruart, sin embargo, cree que esta es más sutil: “Para mí, la palabra clave es poder y hay que cambiar el modelo. Nos hemos establecido en uno basado en una serie de estereotipos que ahora mismo es el único válido como signo de hacerlo bien y tener éxito. Si tú llegas con otra manera de ser o de hacer –porque es evidente que las mujeres somos de otra manera fisiológicamente, no somos tan agresivas–, esto no es aceptado porque no es el modelo que se ha establecido. Sin embargo, una persona podría ser poderosa e influir en mucha gente simplemente con otros mecanismos, por ejemplo de convencimiento”. Como dice Rosalía Martínez, “también se puede tener poder en una gestión cooperativa”.
“La mujer sigue siendo la que lleva las cargas familiares y eso tiene un peso psicológico cuando se plantea su carrera profesional porque sabe que va a tener que asumir todas esas tareas y pensar cómo va a tener que repartir su tiempo. Pienso que muchas mujeres se autolimitan y deciden renunciar a una promoción por hacer ciertas cosas que no las va a hacer nadie si no las hacen ellas”, explica María Jesús Guerrero.
Las profesoras se refieren a los obstáculos específicos que encuentran las mujeres. Según la catedrática de Fisiología Agnès Gruart, “si llegas arreglada o maquillada a una reunión, parece que esto te inhabilita, según el modelo que se ha creado. Nadie ha demostrado que no hagamos bien las cuentas, que no podamos decidir... Sin embargo, toda la sociedad, hombres y mujeres, aceptan que posiblemente una mujer no va a dirigir bien. ¿Cómo se cambia esto si se vive desde la infancia en las casas y en las parejas? Además, las conductas de niño o niña se refuerzan continuamente: si eres una niña y no se te dan bien las matemáticas, no pasa nada”.
Rosalía Martínez concreta más aún: “Si eres una niña y llegas a una posición de poder, pero ejecutas como el niño, no cambiamos nada. Esa deriva pervierte formas de poder y quizá haya que empezar a poner en valor otras formas para que los hombres vean en positivo las formas de ver y de hacer del mundo de las mujeres. Sin embargo, estamos hablando de cambios culturales, que son lentísimos, no es cuestión de una generación ni de dos”.
“Además –puntualiza María Jesús Guerrero–, se analiza a la mujer que tiene una carrera profesional brillante con otro filtro diferente al que se analizaría a un hombre. En la mujer, la ambición se ve con un tinte peyorativo”. La profesora Gruart lo explica de la siguiente forma: “Las mujeres solemos estar bastante solas porque cuando llegas a cierta categoría, a tus compañeros les cuesta integrarte y las mujeres no son quienes más te ayudan. Tenemos una dificultad porque los hombres crean mejores redes de apoyo, que son tan necesarias. Ellos tienen sitios físicos donde hacen negocios y colaboraciones. Sin embargo, las mujeres aún no hemos llegado a esto. A nivel académico, por ejemplo, el hecho de estar en una comisión de evaluación, aprendiendo y aportando, nos lo hemos estado perdiendo las mujeres durante mucho tiempo. Así que cuando tú escribes tu proyecto, todo esto también se manifiesta en el tuyo. El hecho de estar en un tribunal de evaluación, te hace tener relaciones que no tendría en tu laboratorio”.
“Lo que se piensa es que si está ahí es porque en su ámbito familiar, será una fracasada”, sentencia Guerrero. Por su parte, la catedrática de Sociología explica el retroceso que está habiendo en este sentido después de la lucha que vivió su generación y se pregunta si mereció la pena: “Es un pulso continuo y muy duro que las que vienen detrás de nosotras, se lo plantean o se retrotraen”. Gruart profundiza en la idea de la siguiente forma: “Todas las luchas de los derechos han tenido esta dinámica de gente que ha muerto en ello, luego vienen quienes se benefician y los siguientes no aprovechan aquello por lo que se ha luchado”.
Cuando se pone sobre la mesa el dato de que en las universidades públicas españolas, tan solo son mujeres un 21% del profesorado catedrático, las docentes creen que los cambios que se están produciendo son insuficientes “porque en los últimos 30 años apenas ha cambiado –sentencia la profesora Agnès Gruart–. Lo único que ha cambiado mínimamente es que el número de mujeres que empezaba el doctorado, siendo mayor que el de hombres, lo terminaban menos. Hoy es igual pero la diferencia se ha reducido mínimamente. Por otra parte, las mujeres llegan más tarde a las cátedras, casi como un premio de jubilación. Esto tampoco vale si los hombres llegan a los cuarenta y pico”.
“La universidad tiene la peculiaridad con respecto a los sectores privados que es flexible y es más ventajosa para que una mujer haga carrera profesional. Pero por otro lado, como lo que se mide es una carrera a largo plazo, ahí tenemos que meter las mujeres otras tareas como la maternidad, que nos hace posponer cosas. La única manera de vencer eso, incluso contando con toda la ayuda, es con mucho sacrificio personal”, en opinión de la profesora Guerrero. Según los datos que aporta Agnès Gruart en cuanto a las ayudas sociales que facilita Suecia, como país ideal en cuanto a igualdad, “el número de científicas es igual que en España y las catedráticas son un poco menos que nosotras. Entonces, yo creo que esta es una explicación más pero que no acaba de ser el problema. Por otra parte, en los países en los que la ciencia está peor pagada, son donde hay más mujeres. Por lo que creo que vuelve a ser un tema de poder. Teniendo en cuenta todos los elementos, ninguno tiene el peso suficiente para dar una explicación”.
Para Rosalía Martínez, la cuestión podría no estar tanto en lo que supone para una mujer sino en “la elección, la preferencia, la motivación de ella. Por ejemplo, esta mujer no es catedrática no porque sus hijos no la dejan, sino porque le apetece más el otro proyecto de su vida en cuanto a la familia”.
“Todavía se sigue pensando –explica María Jesús Guerrero– que el hombre que no tiene un desarrollo profesional es un fracasado y la mujer que no tiene un desarrollo profesional, no pasa nada. Porque entre las opciones que tiene una mujer, la vía profesional es una de otras muchas. Sin embargo, en el caso del hombre, parece la única. Por eso, no me gusta hablar de feminismo como lucha de mujeres sino que tiene que ser algo compartido, de hombres y de mujeres, para romper con el molde social que tenemos ahora mismo y que se consiga un equilibrio”. En este sentido, la profesora Gruart explica que “somos conscientes de que no hay igualdad y de que no se nos está exigiendo lo mismo, que si uno tiene un hijo y una hija, ella va a tener más dificultades. No hay que negarlo, pero ¿cómo hacerlo? Parece que no lo tenemos tan claro. Pero lo que es seguro es que hay que ir a la escuela porque cuando hablamos de la universidad, ya está todo hecho. La universidad es un reflejo más de todas las áreas de la sociedad y da pena que, siendo un lugar de formación superior, no cambie”.
La catedrática de Sociología cree que “no se trata únicamente del mundo laboral, sino cultural, familiar, de ocio... La igualdad de oportunidades es una expresión muy grandilocuente pero después, ni dentro de la familia, ni en el trabajo, ni culturalmente... existe”.
Por todo ello y como conclusión, las tres catedráticas de la Universidad Pablo de Olavide coinciden en que la lucha de la mujer del siglo XXI es el cambio de modelo de éxito, del cómo hacer las cosas, porque ahora mismo está totalmente estereotipado cuál es para el hombre y cuál para la mujer.
Rosalía Martínez: Es fundamental que seamos capaces de ilusionar e involucrar a los hombres en el proceso, aunque se vaya consiguiendo poco a poco. Antes no se veía a un hombre con un bebé y ahora ellos también van queriendo asumir porque se están dando cuenta de que el mundo de los sentimientos, esas emociones femeninas y peyorativas, puede ser atractivo y servir para su desarrollo personal.
Agnès Gruart: En eso es en lo que somos más diferentes hormonalmente porque es como si ellos nos pidieran que nosotras fuésemos más agresivas.
Rosalía Martínez: Pero sería importante que lograran ver que ese otro mundo también existe y que se puede poner al mismo nivel de atractivo.
María Jesús Guerrero: Creo que se están dando los pasos, pensando en el rol que asumen los padres en la crianza. Hoy en día, cuando hay un divorcio, la custodia compartida está empezando a generalizarse. Al final, la cuestión está ahí, en que no sea una lucha de las mujeres, sino que tiene que ser la sociedad entera la que tiene que pelear para que se consiga un equilibrio.
Agnès Gruart: ¡Pero fíjate lo que estamos pidiendo! Tiene que ser a los dos niveles: los hombres entrando en la dinámica de características femeninas que les pueden ser muy útiles y, a su vez, estimular a las mujeres para tomar decisiones.
Rosalía Martínez: Por eso, para que una sociedad sea verdaderamente igualitaria, es necesario igualar en una balanza esos dos mundos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar