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«La mitad de los artículos científicos tienen un solo lector, su autor»

El filósofo catalán Josep María Esquirol, cuya obra «La resistencia íntima» va por su quinta edición en un año, arremete contra el actual sistema de innovación universitario frente al estudio

El autor critica el «academicismo» universitario
El autor critica el «academicismo» universitariolarazon

El filósofo catalán Josep María Esquirol, cuya obra «La resistencia íntima» va por su quinta edición en un año, arremete contra el actual sistema de innovación universitario frente al estudio.

«El plato en la mesa, el aceite y el pan». Así comienza «La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de proximidad», un alegato de Josep María Esquirol (Barcelona, 1963) a la rutina como refugio del ser humano. «En la repetición de lo diario hay muy poco superficial, hay una gran hondura en los gestos cotidianos», defendió el profesor de la Universidad de Barcelona, que expuso en la facultad de Filosofía y Letras de Sevilla su propia experiencia como docente para reforzar su teoría. «Lo repetitivo abre las puertas de lo nuevo. Bajo la retórica de la innovación solo hay banalidad», insistió para criticar el «academicismo» de las universidades, comparando el actual «bluf de la innovación» con el de la burbuja inmobiliaria.

«Muchos congresos de la Universidad, la mayoría de hecho, es mejor que no se hicieran. Solo sirven para alimentar currículos. Ahora hay que hacer muchas cosas y de golpe, pero el estudio es lento, es cuestión de días, de meses, de años», esgrimió Esquirol, tras asegurar que «en lo marginal está lo que fecunda y, en ese sentido, me declaro en la marginalidad». Para ilustrar su disconformidad con el actual sistema universitario, aludió a un estudio realizado por todas las revistas científicas según el cual «la mitad de los artículos publicados tienen un solo lector, su autor. Es bastante triste».

Su exaltación de la cotidianidad, publicada por El Acantilado, ha alcanzado su quinta edición en un año y la sexta en catalán, un hito que Esquirol recibe «como un regalo». «No he dicho nada que no haya sido dicho antes –mantuvo–, simplemente he querido subrayar algo obvio, pero que no siempre se ha trasladado al discurso filosófico». Aunque recordó que el sabio griego Heráclito ya apelaba a la profundidad de lo habitual ante quienes esperaban de él comportamientos extraordinarios.

Esquirol habla pausado, rumiando unas ideas que por evidentes no pierden valor. Durante su charla, admitió comulgar con Freud en su concepción del desamparo como anclaje del sentimiento religioso, aunque lo extiende a todas las etapas vitales, no exclusivamente a la infancia, como defendía el psiquiatra vienés. Se levanta contra el nihilismo y reclama la «horizontalidad» del desierto, la toma de contacto con la tierra para acceder al interior de uno mismo. La casa como «lugar al que volver»; el lenguaje como instrumento de protección –«es maravilloso que nos saludemos con un ‘¿cómo estás?’ y nos despidamos con un ‘cuídate»–; o la vida como suma de experiencias –«vivir es sentirse vivir»– hilvanan las casi doscientas páginas, que presentan la filosofía como «poética de lo humano que surge de la intemperie humana».

En su opinión, «ahora es más necesaria que nunca esa resistencia íntima en una sociedad que camina en sentido contrario» para responder a hechos como el creciente aumento de los desahucios de viviendas. ¿La conclusión? También evidente, pero igualmente reveladora: «El día a día orienta la vida, pero no es fácil vivir».