Feria del Libro
Libros en verde y morado
Con fecha móvil a causa del inflexible calendario litúrgico, siempre entre los farolillos y el Rocío, la Feria del Libro de Sevilla, que no es (todavía) la de Madrid pero que encabeza un interesante elenco de las de su especie en Andalucía, he ahí el ejemplo de la vecina Tomares, se inaugura hoy con importantes novedades en la forma y en el fondo. Mi dilecta Verónica, hija del poeta Emilio Durán y eminencia gris de la cosa desde hace tres lustros, ha ascendido de factótum a directora para teñir esta edición 2018 de dos vivos colores: el morado de la mujer que se ha abierto paso como ella y el verde de Irlanda, primer país invitado en una brillante iniciativa que nace con vocación de continuidad y que este año se dedica a la Isla Esmeralda debido a la (benéfica) influencia de Antonio Rivero Taravillo, grafómano de torrencial actividad, traductor excelso nada menos que de Shakespeare, entre otros retos de similar envergadura, y minucioso conocedor de la cultura celta. Disfrutar del evento que la AFLS monta con su magrísimo presupuesto reconciliará al sevillano y al visitante con una ciudad casi siempre ensimismada en las cuatro cartitas folklóricas que fomentan las administraciones, habitualmente denostadas aunque también colaboren de forma decisiva en esta procesión laica de la Literatura: justo es reconocerlo y lo cortés no quita lo valiente. Es uno de esos casos raros, además, en los que se coopera sin distinción partidaria. Los vínculos de este diario con la industria editorial convierten en casi obligatorio el panegírico anual que le dedicamos al asunto, no conviene esconder esta evidencia, pero hay ediciones en las que cumplir con el patrón es un verdadero placer. La directora no sólo se merece que sea la feria perfecta; es que seguro que lo consigue. Menuda es la tía.
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