España
Llegó la realidad
“En nada se encontrarán con una Administración monstruosa con la que tienen que hacer frente a carencias que hasta hace poco les han servido como palanca para acabar con el 'susanismo'”
“En nada se encontrarán con una Administración monstruosa con la que tienen que hacer frente a carencias que hasta hace poco les han servido como palanca para acabar con el 'susanismo'”
De las ideas a la realidad existe un largo trecho que en muchas ocasiones no se puede recorrer. El mundo de lo sublime pesa menos de lo que se encarga de ponernos cada día sobre la mesa la vida cotidiana. Ya está aquí la caída del socialismo en Andalucía, se ha hecho patente en el Parlamento en esta primera sesión constitutiva de la XI Legislatura, donde hace menos de un mes nadie daba un duro porque Susana Díaz perdiera el poder. Estaba hecho, hasta ella misma tenía la certeza de que los abrazos y las buenas caras durarían hasta finales de diciembre. Ha sido así, pero en beneficio de los integrantes de las filas del PP-A, Cs y Vox, que salieron a mediados de octubre a la calle con la certeza de que había que acabar con «el régimen». Así fomentaron una ola que fue tomando volumen hasta que explotó sobre las ocho de la tarde del domingo de las elecciones. Ése fue el momento del pánico para la guardia de corps que durante estos años ha sostenido en una realidad paralela a Díaz. Nadie le ha querido hacer ver que el chicle no daba para más, que no quedaba gasolina para continuar con la cantinela, porque el hartazgo de los andaluces superaba ya su habitual apatía. Ahora se habla mucho de los 400.000 votos socialistas que se quedaron en casa, aunque ya es demasiado tarde para entender que no lo hicieron porque les fallara la cerradura y no pudieran salir de sus domicilios. Simplemente habían dejado de creer en un partido que supuestamente se lo había dado todo.
Gran parte de esos 400.000 votos perdidos, lo fue porque no estaban contentos con la candidata. El eslogan «Soy Susana. Tú me conoces» puede que haya servido para todo lo contrario de lo que pensaron las brillantes mentes asesoras. Claro que la conocían y muchos deseaban verla fuera de combate cuanto antes porque no le perdonaron, entre otras, sus andanzas en la política nacional. En concreto, dentro de su partido, donde la militancia de base ha lamentado que no se les haya dado el sitio que les corresponde. Hay una clara ausencia de liderazgo porque no se sostiene que quien ha tenido casi un poder absoluto en Andalucía lo pierda y ahora ocupe el lugar del líder de la oposición. En el PSOE muchas voces exigen y lamentan la pérdida de rumbo de una formación que ahora sólo cuenta con la necesidad de reanimar a un electorado en shock al que ya no le puede ofrecer el maná que caía en forma de clientelismo. El cansancio ha cundido en la población andaluza, que una vez que se cierre esta etapa pondrá el visor en la figura del previsible nuevo presidente, Juanma Moreno. No es bueno vender la piel del oso antes de cazarlo, pero desde ya, el «Pacto del cambio» se tiene que ajustar los machos porque toca pasar del prometer al gestionar. En nada se encontrarán con una Administración monstruosa con la que tienen que hacer frente a carencias que hasta hace poco les han servido como palanca para acabar con el «susanismo». Después de las fotos, de las sonrisas, de los abrazos de última hora comienza la verdadera lucha para dar el golpe de timón que les exigen. Dentro de estas semanas de sorpresas, sólo el tiempo podrá determinar hasta qué momento aguantará esta confluencia conservadora en el poder de la Junta de Andalucía. Al menos, ya se perfila cómo puede ser la vida parlamentaria dadas las escenas protagonizadas el pasado jueves, donde no ha faltado el histrionismo habitual de Adelante Andalucía para tratar de captar protagonismo. Bravuconadas sin fondo con Maíllo defendiendo sus propias torpezas delante de los novísimos parlamentarios de Vox, satisfechos de entrar en una cámara que no cuadra con su ideario.
A medida que las hojas del calendario vayan pasando, el juego parlamentario se complicará. Lo sabe cualquiera, porque de la ilusión al berrinche se pasa en un santiamén cuando se ve una manifestación desde el balcón del despacho. Tanto el PP como Cs tienen por delante el reto de conservar un Gobierno cogido con alfileres por una relación, a ratos esquiva, que se puede enquistar de cara a las municipales. Los próximos seis meses habrá campaña electoral para aburrir, mítines en los que descalificar y promesas que vender al ciudadano mientras se le mete el dedo en el ojo al contrincante. El problema aparece cuando parte del enemigo al que tienes que vencer se encuentra sosteniendo la silla desde la que dominas el horizonte. Ya conocemos el crecimiento de la formación de Juan Marín y media España está atónita con los resultados de Vox, mientras en el PP se frotan las manos porque desde el poder se pierden menos votos. ¿Se prolongará esta alianza de cara a tomar el poder en los próximos comicios? La gran incógnita se ciñe sobre los socialistas, que tienen las peores horas de su formación en años, aunque permanecen con la cantinela de que han ganado las elecciones. Todo será cuestión tiempo.
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